Messi, Cristiano Ronaldo, Platini y Cruyff. Comparar jugadores de distintas ¨¦pocas es una de las discusiones m¨¢s in¨²tiles pero preferidas de todos los aficionados al f¨²tbol. Ahora, hay algunos puestos que se usan como punto de partida y que no pueden encontrar respuesta. Uno de estos podr¨ªa ser que los jugadores de la primera frase son top-3 de sus respectivas posiciones. Por algo son los ¨²nicos cuatro que tienen tres Balones de Oro o m¨¢s, y hay un quinto que nadie espera si enumeras esta peque?a lista: Marco van Basten.

Van Basten fue el delantero de la selecci¨®n holandesa y del Mil¨¢n de finales de los 80 y principios de los 90. Y quiz¨¢ su Holanda no es la m¨¢s recordada (hola, Cruyff), pero es la ¨²nica que ha ganado un t¨ªtulo. Ni su Milan el m¨¢s exitoso (un saludo, Ancelotti), pero s¨ª el m¨¢s recordado. La estrella era ¨¦l, pero seg¨²n miraba l¨ªneas atr¨¢s ve¨ªa siempre a Gullit y Rijkaard.

Con 25 a?os ya era una absoluta leyenda. Y a los 28 jug¨® su ¨²ltimo partido. No por decisi¨®n propia, evidentemente, sino porque as¨ª lo quiso su tobillo derecho. Le llamaban el Cisne de Utrecht por su elegancia, pero bien podr¨ªa haber sido por la fragilidad y la delicadeza de sus tobillos. ¡°Llegas a un punto en el que cualquier cosa es mejor que el dolor, mejor que sentirse inv¨¢lido¡­ Al menos, ahora est¨¢ en paz consigo mismo. Que no es poco¡±, dijo su mujer, Liesbeth, el d¨ªa de su despedida. Tambi¨¦n un 18 de agosto, pero el de 1995.

Como a tantos otros j¨®venes futbolistas del Ajax, a Marco van Basten le ficharon ya maduro. No se le puede considerar canterano del club de ?msterdam teniendo en cuenta que s¨®lo jug¨® un a?o en el filial (a raz¨®n de 500 florines al mes, una cifra a la que no llegaban sus compa?eros). Si fuese as¨ª, Odegaard o Casemiro podr¨ªan ser considerados canteranos del Madrid. Ya hablamos de las pol¨ªticas de fichajes del Ajax en otro especial.

Como todos, Van Basten llegaba con su propia historia. Su padre Joop fue defensa en su juventud y entrenador tras su retirada. Era quien le llevaba la carrera y no quiso hacer caso a las recomendaciones de Rein Strikwerda, m¨¦dico del FC Utrecht. A los Van Basten les informaron de que su hijo ten¨ªa problemas en los tobillos y que podr¨ªa acabar en una silla de ruedas si no dejaba el deporte de ¨¦lite. Demasiado potencial para desperdiciarlo por la profec¨ªa de un m¨¦dico.

Era el a?o 1981 y mientras esperaba una nueva estrella, volv¨ªa el mism¨ªsimo sol. Tras sus a?os en Estados Unidos (y su paseo por el Levante), un Johan Cruyff de 34 a?os retornaba a la Eredivisie para ganar la liga que les acababa de arrebatar el AZ. Precisamente Marco debut¨® sustituyendo al Flaco, un tres de abril de 1982. Una goleada al NEC de 5-0 en la que el joven delantero pudo marcar su primer gol, convirti¨¦ndose en el debutante y en el goleador m¨¢s joven de la historia del club por detr¨¢s de su compa?ero Gerarld Vanenburg, quien ya hab¨ªa hecho lo suyo un a?o antes.

Aquel partido fue una simple an¨¦cdota, porque cuando empez¨® a contar para el primer equipo fue en la siguiente temporada. No era indiscutible ni mucho menos, pero a ver cu¨¢ntos jugadores de 18 a?os marcan diez goles alternando jornadas con el primer equipo, el filial y hasta el Juvenil. Y en el 84 lleg¨® la explosi¨®n: 28 goles en 26 partidos (se perdi¨® noviembre, diciembre y volvi¨® a jugar un amistoso el 28 de enero por una mononucleosis), Bota de Plata siendo un adolescente y solamente por detr¨¢s de Ian Rush (32). En octubre tambi¨¦n hab¨ªa debutado con la selecci¨®n.

A nivel colectivo el Ajax pinch¨®. Cruyff, quien hab¨ªa salido a malas con la directiva, hab¨ªa firmado por el eterno rival y el Feyenoord les elimin¨® de la KNVB Beker y les gan¨® la Eredivisie. Habi¨¦ndose tomado su venganza, Johan se retir¨® y solo tard¨® un a?o en ser el entrenador del Ajax. Entre medias, una temporada 1984/85 en la que Van Basten y Van ¡¯t Schip, con una estrecha relaci¨®n con Cruyff (a esta pareja se les apod¨® "F. C. Vinkeveen", localidad donde viv¨ªa Johan y a donde iban a verle todas las semanas para charlar de f¨²tbol), terminaron por conseguir que terminaran destituyendo a Aad de Mos tras una derrota en la que ambos fueron suplentes por la lucha de egos que ten¨ªan con el t¨¦cnico. Los jugadores, reunidos por el propio De Mos, decidieron que el entrenador deb¨ªa irse. V¨ªa libre para el Cruyff entrenador.

Ten¨ªa solo 21 a?os, pero ya era una absoluta estrella de la liga que en los dos a?os siguientes domin¨® el campeonato (sin lograr el t¨ªtulo, hay que decir) marcando 37 (Bota de Oro) y 44 goles a las ¨®rdenes de Cruyff, una absoluta barbaridad. Pero cabe detenerse en la temporada 1986/87, la de los m¨¢s de cuarenta goles, pero tambi¨¦n la de su primera lesi¨®n en el f¨²tbol profesional.

En diciembre del 86 la casa de los Van Basten se acord¨® de Strikwerda, aquel pesimista m¨¦dico de Utrecht. Un mes despu¨¦s de anotar su gol m¨¢s famoso con el Ajax, una chilena espectacular contra el Den Bosch, no pudo m¨¢s y pas¨® por el quir¨®fano. ?l pensaba que el problema era el tobillo izquierdo, pero esa misma semana hab¨ªa realizado una entrada totalmente innecesaria jugando contra el Groningen que le llev¨® a pedir el cambio por los dolores en el tobillo derecho. Ll¨¢malo imprudencia o energ¨ªa lo que mueve a la juventud, pero Van Basten se oper¨® del tobillo izquierdo y no del derecho. Tampoco querr¨ªa poner en riesgo su fichaje por el Milan, cuyo contrato hab¨ªa firmado en verano (pr¨¢cticamente lo anunci¨® Silvio Berlusconi en una rueda de prensa previa al Trofeo Joan Gamper) y que se hac¨ªa efectivo doce meses despu¨¦s.

Marco acab¨® la temporada con esta tara. Jugaba siempre con un fuerte vendaje en el tobillo y despu¨¦s de cada encuentro ten¨ªa que meterlo en un cubo con hielo. A finales de febrero, con una situaci¨®n en la liga muy complicada, y vi¨¦ndose con posibilidades en la Recopa, lleg¨® a un pacto con Cruyff para descansar en las jornadas de liga previas a los dos partidos de semifinales ante el Zaragoza y en la final. No marc¨® ante los espa?oles, a quienes barrieron por un global de 6-2, pero s¨ª hizo el 1-0 que les dio la final y el primer t¨ªtulo europeo desde las Copas de Europa de los setenta.

Tras conseguir el objetivo de la temporada, se despidi¨® como mejor sab¨ªa: marc¨® diez goles en seis partidos, incluidos los dos de la pr¨®rroga que le dieron la KNVB Beker, su ¨²ltimo t¨ªtulo ajacied. Su balance termin¨® con dos ligas (tres contando la que gan¨® disputando un solo partido), tres copas, una Recopa y 148 goles en 163 partidos.

De los tiempos de Van Basten en Mil¨¢n habr¨¢ tiempo de hablar m¨¢s adelante, porque lo que fue su primera temporada se puede tachar de un aut¨¦ntico fracaso. No por su rendimiento, porque marc¨® un importante 1-3 ante el N¨¢poles de Maradona a tres jornadas del final que le permiti¨® al Milan su primera Serie A desde antes del Totonero, sino por una lesi¨®n en el maltrecho tobillo derecho.

Ren¨¦ Marti fue el cirujano que le oper¨® en el Ajax y fue el mismo que le intervino esta segunda vez. Ahora s¨ª, su tobillo derecho. "Lo que he encontrado en esa articulaci¨®n solo puede calificarse de carnicer¨ªa", recuerda el propio Van Basten en su autobiograf¨ªa Fr¨¢gil. En las exploraciones vio que, tras un a?o jugando con los ligamentos externos rotos, se hab¨ªan desprendido fragmentos ¨®seos que pod¨ªan caer entre los dos huesos de la articulaci¨®n. Esos fragmentos da?aban los cart¨ªlagos y ya no volver¨ªan a recuperarse del todo. La rehabilitaci¨®n fue larga y dura. No fueron dos meses y medio como la temporada anterior, sino que estuvo cinco meses sin vestirse de corto. A esto mismo ten¨ªa miedo en el Ajax.

No obstante, lleg¨® a tiempo de jugar la Eurocopa de 1988. Sorprendentemente, era el primer torneo de selecciones que jugaba. El seleccionador era Rinus Michels, una absoluta leyenda de los banquillos (¡®Mr. M¨¢rmol¡¯, autor de la Holanda del 74), pero el bloque era el del PSV de Guus Hiddink. Era su primera experiencia en los banquillos, pero el PSV empezaba a notar el dinero de Philips y le tra¨ªan todo lo que encargaba. En el 84 ficharon a Van Breukelen (portero titular en la Eurocopa); en el 85 a Gullit (delantero, si se le puede encasillar como tal); en el 86 a Koeman (defensa) y Vanenburg (extremo derecho); y en el 87 a Van Aerle (lateral derecho) y a Wim Kieft (delantero suplente). A las ¨®rdenes de Hiddink y antes de aquella Eurocopa ganaron tres ligas, una copa y, sobre todo, la Copa de Europa. El once inicial lo completaban uno del Malinas (Erwin Koeman), uno del Anderlecht (Van Tiggelen), tres del Ajax (M¨¹hren, Wouters y Rijkaard) y Van Basten.

En el primer partido, Michels apost¨® por Van¡¯t Schip en banda y Bosman como delantero. No volver¨ªa a repetir el error que le cost¨® la derrota ante la URSS y dio entrada a Erwin Koeman y Van Basten para lo que restaba de torneo. El propio 9, en aquel torneo con el 12, despej¨® todas las dudas de la selecci¨®n con tres goles ante Inglaterra, el de la victoria ante Alemania en semifinales y uno de los mejores goles de la historia en la final.

Se vengaron en el ¨²ltimo partido de quienes les hab¨ªan ganado en el primero, pero en las semifinales de algo m¨¢s importante. Les esperaba Alemania, con el recuerdo de la invasi¨®n nazi ya lejano, pero no tanto el de la final del 74. En Hamburgo, una ciudad a poco m¨¢s de doscientos kil¨®metros de la frontera holandesa, hab¨ªa m¨¢s de diez mil aficionados visitantes. ¡°Hubiera sido mejor haber jugado el partido en Alemania¡±, ironiz¨® Frank Mill tras el partido. Fue un partido muy duro, parejo, pero muy duro. En el minuto dos ya hab¨ªa un alem¨¢n volando por los aires y en el diez fue Van Breukelen quien, aprovechando de la inmunidad de los porteros en el ¨¢rea, le coloc¨® la rodilla a la altura del est¨®mago a Frank Mill. Aunque Klinsmann, que dio un recital en el centro del campo, forz¨® un penalti a Rijkaard, Marco van Basten se ech¨® el equipo a la espalda y consigui¨® darle la vuelta al marcador. Primero forzando un penalti y luego ense?ando al mundo c¨®mo cruzar un disparo. Incluso cay¨¦ndose, en una jugada perfecta. Cuatro pases y un disparo en 18 segundos. As¨ª, los hermanos peque?os de Cruyff, Neeskens o Ruud Krol pudieron recoger los frutos de la generaci¨®n de los setenta. Fueron ellos quienes ganaron en la final, pero no sin antes haber aprendido frente al televisor c¨®mo deb¨ªan hacerlo.

Ten¨ªa una Serie A ya en su palmar¨¦s, pero muy amarga. Sin embargo, la Eurocopa, de la que fue m¨¢ximo goleador con cinco goles, le fue suficiente para ganar el Bal¨®n de Oro. El primero de ellos. Se acercaban los mejores tiempos de rossonero.

Para entender la etapa de Van Basten en el Milan hay que hablar de Arrigo Sacchi. De ¨¦l se encaprich¨® Berlusconi en la temporada 1986-87, cuando se tuvo que enfrentar a su Parma (de Serie B) en la fase de grupos de la Coppa Italia. Berlusconi le advirti¨® tras dejarles segundos del grupo: ¡°Voy a seguirte durante todo el campeonato¡±. No tuvo que esperar mucho, ya que volvieron a cruzarse en segunda ronda y, como en el cuento, cay¨® Goliat. Aquel verano del 87 lleg¨® el joven entrenador (42 a?os), el joven Van Basten (23) y el ya no tan joven Gullit (25). Tambi¨¦n Claudio Borghi (¡°Ser¨¢, sin duda, mejor que Maradona¡±, dir¨ªa Silvio). En el ¨²ltimo a?o del l¨ªmite de dos extranjeros, hab¨ªa dos holandeses y un argentino en la plantilla, al que jam¨¢s le hicieron hueco. Tras la Eurocopa se aument¨® el cupo a tres, pero para entonces ya le hab¨ªan echado el ojo a Rijkaard.

Ya con Van Basten totalmente recuperado, el Milan afrontaba la 1988-89 como grandes favoritos para revalidar el Scudetto. Sin embargo, una mala racha entre noviembre y enero (ganaron un partido de siete) les dej¨® pr¨¢cticamente opciones al t¨ªtulo. Van Basten recib¨ªa el Bal¨®n de Oro y el equipo quedaba apeado de dos de las tres competiciones. Les quedaba la Copa de Europa y llegaron a semifinales no sin sufrir, pasando en penaltis contra el Estrella Roja y con un gol (el ¨²nico que vio la eliminatoria) de Van Basten ante el Werder Bremen. En frente el Real Madrid, el rey de Europa. Un verdadero rival, un punto de inflexi¨®n.

Para muchos aficionados madridistas, el nombre de Marco van Basten est¨¢ asociado a una de las ¨¦pocas m¨¢s oscuras del Real Madrid: la ¨¦poca de la Quinta del Buitre y su imposibilidad de alzar la S¨¦ptima Copa de Europa. Los goles de El Cisne de Utrecht (tres en cuatro partidos) fueron clave para superar (y eliminar de paso) a los blancos en su lucha por reverdecer los laureles de la m¨¢xima competici¨®n continental de clubes. Pero es que Marco era mucho Marco. Era la punta de lanza de un equipo solid¨ªsimo, como una roca. Un muro gran¨ªtico que terminaba en la figura de un espigado diamante holand¨¦s, descubierto por Leo Beenhakker y pulido por Johan Cruyff, que remataba todo lo que se le acercaba estando cerca de la porter¨ªa rival. En eso se asemejaba bastante a otros grandes rematadores de la ¨¦poca (segunda mitad de los 80), como el mexicano Hugo S¨¢nchez, el ingl¨¦s Lineker o el gal¨¦s Ian Rush.

S¨ª, fue el propio Beenhakker, siendo entrenador del Feyenoord, quien le descubri¨® cuando apenas contaba con 12 a?os de edad. Pero choc¨® con la figura paterna. Pap¨¢ Joop, exjugador del DOS Utrecht, siempre quiso tener un hijo futbolista. Stanley, el segundo v¨¢stago de la dinast¨ªa Van Basten (llamado as¨ª al reconocimiento que Joop ten¨ªa sobre Stanley Matthews), prob¨® con todos los deportes menos con el f¨²tbol. As¨ª que ten¨ªa que ser Marco. Y lo fue. No ser¨ªa en Rotterdam, sino en ?msterdam, en las filas del Ajax, donde brill¨® su gran ¨ªdolo Johan Cruyff. ?l mismo se iba fijando en los movimientos de Johan, su gran ¨ªdolo: aprovechaba el espacio y calculaba el tiempo para situarse en el lugar y en el momento oportunos para sacar su m¨¢ximo provecho. Fue el propio Cruyff quien le dio la alternativa en abril de 1982. El Flaco ya se hab¨ªa dado cuenta de lo que el Ajax ten¨ªa en sus filas. Y fue el propio Johan quien se encargar¨ªa de forjar tal diamante. Sus condiciones f¨ªsicas y atl¨¦ticas le hicieron ser un perfecto dominador de todas las facetas del remate: manejaba con maestr¨ªa la anticipaci¨®n, se mostraba inteligente a la hora de tomar decisiones (bien pod¨ªa situarse como delantero centro, bien se incrustaba entre los centrales para estirar a su equipo, e incluso se retrasaba en ocasiones para tener mejor composici¨®n de la jugada que se desarrollaba), ten¨ªa un buen golpeo con ambas piernas y pose¨ªa un notable juego de cabeza (bien para descargar, bien para rematar).

Y todo eso lo sufri¨® el Madrid en Europa¡­ y en su propio Trofeo Bernab¨¦u. Si en 1988 fue el PSV quien le birl¨® la posibilidad de disputar la final, un a?o m¨¢s tarde fue el Mil¨¢n quien le apartar¨ªa de la lucha por la Orejona con un bofet¨®n hist¨®rico: tras empatar en el Bernab¨¦u (con un espl¨¦ndido remate de cabeza de Van Basten), los rossoneri infligieron una derrota ad aeternum por un contundente 5-0 que pas¨® a la historia de la m¨¢xima competici¨®n europea. Una derrota que ya tuvo su punto de partida en el partido que celebraba la D¨¦cima edici¨®n del Trofeo Santiago Bernab¨¦u. Aquella noche (verano de 1988), los de Sacchi goleaban a los blancos (0-3, goles de Donadoni, Mannari y Maldini) dejando bien a las claras quienes iban a gobernar en Europa los siguientes a?os partiendo de dos premisas claras: orden y presi¨®n. El catenaccio iba a pasar a mejor vida. Un sistema que acabar¨ªa dinamitando un espectacular equipo: mientras Sacchi trataba de explicar las bondades de un sistema organizado y presionante (en t¨¦rminos de acotar, controlar y manejar el espacio) en el que todos los jugadores trabajaban sin desmayo, y que buscaba en parte el error del rival, Van Basten entend¨ªa el f¨²tbol de equipo como una apisonadora que buscaba la porter¨ªa rival una y otra vez y donde Marco aparec¨ªa para culminar la jugada (quiz¨¢ fuese la mentalidad y vocaci¨®n ofensivas que imprim¨ªa Cruyff a sus equipos). Orquestas frente a solistas. El duelo de conceptos lo resolvi¨® Berlusconi despidiendo al t¨¦cnico y qued¨¢ndose con el jugador.

La temporada siguiente (1989-90) volver¨ªa a pasar lo mismo: un 2-0 en Mil¨¢n iba a ser un muro cuesta arriba para los blancos (s¨®lo pudieron ganar por la m¨ªnima en el encuentro de vuelta), y que volver¨ªan a ser pasto de los milanistas en otra edici¨®n del Trofeo Bernab¨¦u (perdi¨® ante los de Sacchi 1-3, con un garrafal autogol de Jaro). La bestia negra de los madridistas vest¨ªa de rojo y negro en ese final de la d¨¦cada ochentera.

M¨¢s all¨¢ de las tazas de Mr. Wonderful, cr¨¦erselo es el primer paso. Antes de vapulear al Madrid hab¨ªa fe, no confianza. Una vez habi¨¦ndose exhibido de tal forma, el Steaua, que hab¨ªa ganado la Copa de Europa tres a?os antes y que ahora contaba con un joven Hagi, no asustaba. No fue rival. Dos dobletes de Van Basten y Gullit fueron suficientes para lograr el t¨ªtulo y para que Marco se mereciese su segundo Bal¨®n de Oro (otra vez con un podio rossonero: si en el 88 le acompa?aron Gullit y Rijkaard, en el 89 fueron Rijkaard y Baresi). Diez goles en una Copa de Europa que, a lo m¨¢ximo, constaba de nueve partidos y no de trece como actualmente, bien lo val¨ªa. En aquella edici¨®n tambi¨¦n se le entreg¨® el Super Bal¨®n de Oro a Di St¨¦fano.

La Serie A tambi¨¦n fue un logro importante, pero la Champions es lo m¨¢ximo. Por fin Silvio Berlusconi pod¨ªa sentir que la inversi¨®n que hab¨ªa hecho era la correcta. Se le pod¨ªa ver sobre el c¨¦sped del Camp Nou levantando la Copa de Europa como un jugador m¨¢s, aunque no vest¨ªa de pantal¨®n corto. Volvi¨® a saborear la cima doce meses despu¨¦s, esta vez en Viena. ¡°Despu¨¦s de estas dos Copas de Europa ¨¦l, como se dice en Italia, estaba en el s¨¦ptimo cielo. Era un gran motivador. Sent¨ªa el club mucho m¨¢s all¨¢ de las inversiones que hizo, se sent¨ªa parte de aquel grupo y sent¨ªa las victorias como suyas. No dir¨ªa que era otro jugador sobre el campo, pero siempre lo sent¨ªamos sobre el campo¡±, comenta el exjugador Filippo Galli en El Milan de Berlusconi.

Fueron siete goles menos los que marc¨® Van Basten en esta segunda Copa de Europa consecutiva, pero los tres fueron clave. Se volvieron a ver las caras con el Madrid, esta vez el de Toshack, y el 9 marc¨® un gol y asisti¨® a Rijkaard para cerrar un 2-0 en la ida que defendieron en el Bernab¨¦u. En la siguiente ronda se enfrentaron al Malinas. Con un empate despu¨¦s de 180 minutos, Ancelotti lesionado y Donadoni expulsado, Van Basten marc¨® el 1-0 en el 106¡¯. Y en semifinales con el Bayern no le tembl¨® el pulso para anotar un penalti que, sin ¨¦l, el 1-0 de M¨²nich hubiese supuesto la eliminaci¨®n. En la final marc¨® Rijkaard, pero fue Marco quien, con un pase al primer toque, le dej¨® v¨ªa libre hasta la porter¨ªa de Silvino Louro. 

Pero desde la final con el Benfica empez¨® la cuesta abajo. Primero, el Mundial fue un desastre tras no pasar de octavos (y no ganar ni un solo partido en fase de grupos, cabe decir). Se march¨® a cero. Y en noviembre, ante el Brujas, se quiso tomar la justicia por su mano tras una entrada por detr¨¢s muy fea a Ancelotti y aprovech¨® un bal¨®n dividido para ponerle el codo en la cara a Pascal Plovie. Aquello le cost¨® varios partidos de sanci¨®n y, entre ellos, el del apag¨®n de luces en Marsella (un resumen r¨¢pido es que los aficionados invadieron el campo antes de tiempo, hubo un apag¨®n y, cuando el ¨¢rbitro quiso reanudar el partido, el Mil¨¢n se neg¨® a salir al campo) que supuso la eliminaci¨®n por 3-0 aquella temporada y la expulsi¨®n para la temporada siguiente. A final de temporada, se march¨® Sacchi.

Sacchi y Van Basten no congeniaban. El delantero holand¨¦s ven¨ªa de ser dirigido por Johan Cruyff, su ¨ªdolo desde ni?o, y no consideraba al t¨¦cnico de Fusignano como un entrenador de alto nivel. Casi siempre, Marco se emparejaba con su compatriota Ruud Gullit en las sesiones de entrenamiento, donde sol¨ªan actuar a su ritmo. Un d¨ªa de charla t¨¦cnica, Van Basten explot¨®. ?l, como buen ajacied, ten¨ªa instalada una mentalidad basada en una apuesta ofensiva, y no entend¨ªa que Sacchi le obligase a realizar tareas defensivas siendo ¨¦l la punta de lanza del equipo.

El t¨¦cnico, viendo que pod¨ªa ir a m¨¢s, le propuso un ejercicio para el siguiente entrenamiento: diez jugadores ofensivos se medir¨ªan a Galli (el portero) y a cuatro defensas (Tassotti, Baresi, Costacurta y Maldini). Empezando desde el centro del campo, los atacantes ten¨ªan 15 minutos para intentar marcar un gol a la zaga. Pero con una condici¨®n: si los atacantes perd¨ªan el bal¨®n o perd¨ªan la posesi¨®n empezar¨ªan la siguiente jugada 15 metros m¨¢s adentro de su terreno de juego (entre su ¨¢rea y el punto del centro del campo. El equipo de los atacantes estuvo cerca de dos horas sin poder marcar un solo gol¡­ Para Sacchi fue la demostraci¨®n de que un equipo ordenado ten¨ªa muchas m¨¢s oportunidades de ganar que uno desordenado, lo que ¨¦l denominaba ¡®equipo corto¡¯: poca distancia entre l¨ªneas para ahogar el juego del rival. Feo pero convincente. ?til pero resolutivo. Sencillo pero dominador.

Van Basten reconoc¨ªa en Tuttosport en oto?o del 93 que fue a hablar con Berlusconi para decirle que Sacchi o ¨¦l. "No fue s¨®lo fiesta para m¨ª, todo el equipo estaba contento de que Sacchi se fuese. S¨®lo yo me enfrentaba al t¨¦cnico, pero muchos otros estaban de acuerdo conmigo. Baresi, Tassotti, Gullit y Rijkaard. El ochenta o noventa por ciento eran de mi misma idea. Solo Carlo Ancelotti estaba siempre de parte de Sacchi". Unas declaraciones que sorprendieron entre sus, todav¨ªa, compa?eros.

Con Capello vivi¨® una segunda juventud (realmente a¨²n no hab¨ªa cumplido los 26 a?os). Liberados de Sacchi, Capello parec¨ªa el entrenador m¨¢s moderno del mundo. Se volvi¨® a hinchar a goles (29 en 38 partidos), consiguiendo ser el Capocannoniere y volviendo a ganar la Serie A (invictos) cuatro a?os despu¨¦s. Realmente la primera, ¨²nica y ¨²ltima que disfrut¨® al completo.

En verano llegaron Savicevic y Papin, adem¨¢s de un car¨ªsimo Lentini, y se sum¨® Boban, que andaba la temporada anterior cedido en el Bari. Una superplantilla que deb¨ªa esforzarse para no superar el l¨ªmite de extranjeros en las alineaciones. Marco empez¨® como un tiro: doce goles en trece partidos de liga. En noviembre le marc¨® cuatro al G?teborg (primer jugador de la historia en hacer un p¨®ker en Copa de Europa) y otros tantos al N¨¢poles para celebrar su renovaci¨®n por tres a?os. No fue campe¨®n de Europa ni a nivel de clubes ni de selecciones (absolutamente lamentable: ni un gol en los cuatro partidos y, adem¨¢s, fue el ¨²nico que fall¨® un penalti en las semifinales ante Dinamarca), pero en diciembre se llev¨® el Bal¨®n de Oro. A la gala celebrada en Lisboa lleg¨® tocado, se tuvo que retirar del campo en el descanso frente al Ancona por dolores en el tobillo.

Se le pudieron sacar hasta diez piezas de hueso del tobillo. En palabras de su doctor, Ren¨¦ Mart¨ª: ¡°El tobillo estaba obstruido mec¨¢nicamente¡±. Lo arrastraba desde la cirug¨ªa de 1987. Entrar a quir¨®fano s¨®lo aliviar¨ªa los s¨ªntomas, pero no acabar¨ªa con el problema. No ten¨ªa soluci¨®n.

Otra vez a quir¨®fano y otros cinco meses sin jugar. Todos los jugadores est¨¢n ansiosos por acortar plazos de cualquier lesi¨®n, pero Van Basten ten¨ªa en mente la Eurocopa y la posibilidad de llegar a la final de la primera Champions League de la historia. Forz¨® al m¨¢ximo, tuvo que jugar infiltrado, y sali¨® mal. Desde que volvi¨® jug¨® cuatro partidos y marc¨® un solo gol. No era ¨¦l.

Capello, que respetaba la grandeza, le aline¨® de titular en la final con el Marsella (otra vez las pesadillas con el Marsella). Le aguant¨® 86 minutos incluso. Pero no era capaz de hacerse a ese ritmo de juego, demasiado nivel f¨ªsico para su maltrecho tobillo. Su ¨²ltimo partido profesional. Era su retirada y no se hab¨ªa dado cuenta.

Tuvo que pasar otra vez por el quir¨®fano. El f¨²tbol casi era el menor de los problemas, lo importante era salvar ese tobillo. Volver al deporte de ¨¦lite era una utop¨ªa, tanto como intentar ir al Mundial de Estados Unidos, para el que la selecci¨®n holandesa le ofreci¨® un aplaza que le neg¨® el club que todav¨ªa le pagaba la n¨®mina. El Dr. Martens, nuevo cirujano en su carrera, le extrajo trozos de cart¨ªlago. Aquello fue el 9 de junio de 1993 y el 14 de junio de 1994 pas¨® otra vez por sus manos para que le aplicase unos soportes met¨¢licos que asegurasen la creaci¨®n de nuevo cart¨ªlago, un experimento que no funcion¨® como se esperaba.

El 18 de agosto de 1995, en la quinta edici¨®n el Trofeo Luigi Berlusconi, Marco van Basten se desped¨ªa de lo que hab¨ªa sido su afici¨®n desde hace ocho a?os. Era la primera vez que saltaba al c¨¦sped de San Siro en vaqueros. Una imagen que hizo llorar a Fabio Capello.

¡°Despu¨¦s de tres a?os de dolor, quer¨ªa llevar una vida normal. ?Imagina sentir dolor cada minuto del d¨ªa en alguna parte de tu cuerpo, y eso durante tres a?os! El dolor dominaba mi vida; pasaba de mi tobillo a todo mi cuerpo. Mientras existe la esperanza de poder recuperarse, uno acepta todo tipo de torturas. Pero despu¨¦s de tantos tratamientos y experimentos m¨¦dicos me di cuenta de que me hallaba en un callej¨®n sin salida¡±, dijo un a?o despu¨¦s de su retirada.

En marzo de 1996 decidi¨® hacerse una operaci¨®n para bloquear su tobillo. Le dejar¨ªa cojo, pero tambi¨¦n sin dolor. ¡°Me alegro de haber tomado la decisi¨®n, ya que finalmente estoy libre de dolor y acepto cada vez mejor mi minusval¨ªa. El pasado verano incluso llegu¨¦ a jugar mi primer partidito de f¨²tbol de playa con amigos¡±.