"?El Madrid...? Y qu¨¦ nos importa a nosotros. Somos el Atleti y no conocemos el imposible"
AS publica un cap¨ªtulo del libro 'Hasta siempre, Vicente Calder¨®n'. Es el correspondiente a Gabi,</br><a title="Celebraci¨®n del Atl¨¦tico en directo: fiesta en Neptuno" href="/futbol/2018/05/18/uefa/1526654204_598180.html">Celebraci¨®n del Atl¨¦tico: fiesta en Neptuno</a>


Yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calder¨®n, donde acuden a millares, los que gustan del f¨²tbol de emoci¨®n...
Todav¨ªa no hemos llegado, pero yo ya siento que el himno me late por dentro, como si mi piel quisiera adelantarse a eso por venir en dos horas: la ¨²ltima noche del Calder¨®n en Europa, la pen¨²ltima de su historia. Que esto se termina, que al viejo estadio le quedan el partido de hoy y una tarde de Liga. Hoy y un domingo, s¨®lo eso. Y lo de hoy se llama Champions, se llama vuelta de semifinales. El calendario dice 10 de mayo de 2017 y el cielo anuncia lluvia; hay quien conjuga el verbo ?remontar? en imposible porque nuestro rival es el Real Madrid.
El Madrid que nos gan¨® la final de Champions de Lisboa hace tres a?os. El Madrid y su victoria, dos a?os m¨¢s tarde, en la final de Mil¨¢n. El Madrid y su 3-0 en el Bernab¨¦u hace una semana, en el partido de ida.
El Madrid... Y qu¨¦ nos importa a nosotros. Somos el Atleti y no conocemos la palabra ?imposible?. ?Debemos honrar el escudo?, eso les ped¨ª a los chicos antes, por la ma?ana. Honrarlo, competir, entregarnos. Ennoblecer la camiseta que llevamos. Morir, morir, morir. Nuestro deber hoy es ¨¦se, y ah¨ª nada pinta el rival. Tambi¨¦n se lo dije a los dem¨¢s antes, cuando me reun¨ª con ellos, con todos, en el hotel. Me gusta hacerlo antes de un partido importante. Juntarlos; a veces a unos pocos, a veces a todos. Decirles qu¨¦ siento, qu¨¦ quiero del equipo, transmitir qu¨¦ significa para m¨ª un partido, el momento que tenemos por delante. Me gusta hacer cosas especiales, no puedo evitarlo. Dentro me laten dos corazones: uno de m¨²sculo y sangre, en el pecho, y otro de tela, en el brazo, esa C de capit¨¢n anudada desde hace cinco a?os. A veces palpita m¨¢s r¨¢pida que las s¨ªstoles y las di¨¢stoles.
¡ Porque luchan como hermanos, defendiendo sus colores, en un juego noble y sano, derrochando coraje y coraz¨®n...
El autob¨²s aparc¨® y, ya estamos dentro. El viejo campo nos abraza, nos arrulla, como si tuviera vida. Es posible; hay cosas que, de vividas que est¨¢n, es imposible que no la tengan. ?l cumplir¨ªa cincuenta y un a?os en octubre, y tambi¨¦n late, cimbrea, como la tela de mi brazo. Y quiere ganarle al Madrid su ¨²ltimo derbi, su ¨²ltima noche en Europa, sentir en sus entra?as esa Copa de Europa que le falta. Llego al vestuario y comienza mi ritual: me cambio de los primeros y me voy solo a ese cuarto enorme que, cuando este lugar se construy¨®, era la sala donde el equipo hac¨ªa los calentamientos. Me tumbo en una colchoneta, hago unos abdominales; pienso, pienso, pienso. ?El Madrid, ¨²ltimo derbi, ¨²ltima noche en Europa, honrar el escudo...?
Pierdo la cuenta de los abdominales que llevo.
Vuelvo al grupo a los diez, quince minutos, y me voy a mi taquilla. A un lado tengo a Moy¨¢; al otro, pasillo. Cuando Simeone toma el centro, para la charla, le veo tranquilo. Lo primero que nos dice es que sus palabras ya no sirven de nada, que ya todo est¨¢ hablado. Y con los ojos se?ala el techo y lo que est¨¢ por encima de ¨¦l, esa gente que poco a poco llena el estadio y cuya voz filtra el hormig¨®n.
¡ Atleeeti, Atleeeti, Atl¨¦¨¦¨¦tico de Madrid...
Salimos al t¨²nel. Ah¨ª est¨¢ la foto de G¨¢rate en blanco y negro celebrando un gol justo de frente; es lo primero con lo que nos topamos. Y despu¨¦s hay una de Luis, otra de Adelardo e, incluso, una m¨ªa: estoy subido a Neptuno, cuando ganamos la Liga del gol de God¨ªn en el Camp Nou hace tres a?os. Este sitio es mi lugar favorito del Calder¨®n, el t¨²nel del vestuario al c¨¦sped. El club lo decor¨® as¨ª, con las fotos, hace dos a?os, y siempre que salgo a un partido, camino y voy mir¨¢ndolas; cada paso es una emoci¨®n. Hoy debo asimilarla r¨¢pido, hoy no puedo dejarme arrastrar por ella. No, yo no: llevo la C en el brazo y debe sostenernos, a m¨ª y a los dem¨¢s.
¡ Atleeeti, Atleeeti, Atl¨¦¨¦¨¦tico de Madrid... Atleeeti, Atleeeti, Atl¨¦¨¦¨¦tico de Madrid...
Dios, c¨®mo viene el aire, cargado de estos ?Atleeeti, Atleeeti?. La grada siente igual que nosotros, pienso. Cardiff, la final de esta Champions nos espera si remontamos en los siguientes noventa minutos, los pen¨²ltimos que vivir¨¢ el Vicente Calder¨®n en su historia. Ay, cada tictac que pasa se lo lleva. Busco a mi familia entre la gente antes de caminar por la hierba. Ah¨ª est¨¢n. Me saludan, los saludo. Mi mujer, mis hijos, mis padres. A mi espalda, en el centro del campo, ondea una lona de tela con la forma de un bal¨®n y en los altavoces suena la m¨²sica de la Champions; ser¨¢ la ¨²ltima vez que la escuche este estadio, el Calder¨®n. Miro al frente, a la grada de Preferencia llena, a este cielo que huele a lluvia aunque no llueva. Miro, veo y, de repente, un ?ufff? llena mi cabeza: voy a ser el ¨²ltimo capit¨¢n del Atleti en este estadio, donde he vivido lo mejor de mi vida, donde mi equipo, el m¨¢s grande del mundo, cierra cincuenta a?os de historia en dos partidos, y uno es ¨¦ste¡ ?Ufff, ufff, ufff?.
??rbitro, pita, pita ya. Estos once que vestimos rojiblanco no tenemos miedo?. ?La final de Mil¨¢n? Pasado. ?Lisboa? El dolor m¨¢s grande, m¨¢s cruel, fue perderla cuando ya era nuestra; pero sobrevivimos, sobrevivimos y aqu¨ª estamos de nuevo. Hoy todo mi equipo y yo queremos ser Luis ante el Cagliari. Y remontar un 3-0, ganarle al Madrid esta noche, jugar la final de Cardiff.
Nos repartimos sobre el c¨¦sped; mi lugar es el centro. Yo marco la presi¨®n al equipo y debo recuperar r¨¢pido: cuanto m¨¢s r¨¢pido lo haga, antes ganar¨¢n confianza los dem¨¢s. Mi C del brazo va a la velocidad de mi coraz¨®n. ?Pam, pam, pam, s¨ªstoles, di¨¢stoles...? Se mezclan con las gargantas a capela de la grada.
¡ Jugando, ganando, peleas como el mejor...
Para honrar el escudo todos sabemos qu¨¦ debemos hacer: ?Un gol r¨¢pido, un gol r¨¢pido, un gol r¨¢pido...? ?ste s¨®lo tarda doce minutos. C¨®rner, lo lanza Koke. Yo, como siempre, me coloco para el rechace y mi perspectiva es perfecta: veo saltar a Sa¨²l, cabecear inapelable, estamparse el bal¨®n en la red. Es el 1-0, el gol r¨¢pido, el plan trazado. El ?ufff? en mi cabeza de antes ahora lo lleva el resto del equipo en la boca. Cinco minutos despu¨¦s veo a Torres colarse en el ¨¢rea del Madrid y a Varanne derribarle; es penalti. Corro al ¨¢rbitro, se lo digo, se lo grito. Penalti, pe-nal-ti. Pero ¨¦ste ya lleva el silbato en la boca y lo pita. Esta temporada hemos fallado much¨ªsimos, lo s¨¦ [ocho de trece], pero veo caminar a Griezmann hacia el bal¨®n seguro: lo coge r¨¢pido y lo posa en el punto. Lo tira y lo mete: a Keylor Navas no le basta con adivinar ad¨®nde va. 2-0, 2-0 ya. Miro el reloj, minuto 16. Lo veo y lo siento: lo vamos a hacer, va a pasar.
Remontar, Cardiff.
S¨®lo nos falta un gol para forzar la pr¨®rroga. S¨®lo uno.
El Madrid no est¨¢, lo hemos borrado del campo. Hoy no puede llover, no sobre nosotros. Esta noche es noche rojiblanca. ?Ufff?.
Queremos llegar a la segunda parte as¨ª, as¨ª como estamos, 2-0 y ellos nerviosos. Dormimos la pelota, el partido, mientras el reloj se desliza hacia el minuto 45. Dice 42 cuando yo estoy volviendo al centro y God¨ªn se me cruza: corre al c¨®rner izquierdo del fondo norte, all¨ª donde Stefan [Savic] y Josema [Gim¨¦nez] cercan a Benzema. ?l tiene el bal¨®n, pero los m¨ªos son tres; tres y esa raya blanca casi bajo sus pies que, si la rebasa, es fuera. Veo imposible que pueda salir de ah¨ª, imposible... pero lo hace. Lo hace y centra. Lo hace y Oblak rechaza un disparo, pero nada puede hacer con el segundo, el de Isco. Es el 2-1. Es la losa. Es el cielo que, de pronto, se ha precipitado por completo sobre mis hombros.
¡ Porque siempre la afici¨®n, se estremece con pasi¨®n, cuando quedas entre todos campe¨®n...
Cuando regresamos al c¨¦sped, tras el descanso, respiro y toda mi vida se me pasa por delante, como en un videoclip mudo que me anuda m¨¢s fuerte la C en el brazo.
Legan¨¦s. San Eladio, aquella iglesia al lado de casa. El grupo de amigos de mis padres y sus hijos. Legan¨¦s y una idea: hacer un equipo para que los ni?os jueguen a la pelota organizados, no por ah¨ª, por las calles y entre los coches, sin vigilar. San Eladio se convierte tambi¨¦n en f¨²tbol. Campos de tierra, madrugones, balones que, si llueve, no se levantan del peso, Pedro y Jos¨¦, primeros entrenadores. Legan¨¦s, m¨²sica en casa: es el himno del Atleti (aunque pap¨¢, por meter el codo, diga que es del Bar?a, s¨¦ que es mentira: lo que le hace saltar del sof¨¢ es el rojiblanco en la tele). Legan¨¦s, San Eladio, y de pronto el Amor¨®s, cantera del Atleti, la puerta de entrada. El Amor¨®s y mi padre renunciando a su vida por llevarme a m¨ª al Cerro cada ma?ana a entrenar. El Cerro, el Mundial Sub-20, jugar con Cesc, Iniesta, Juanfran. Debut con el primer equipo en Sevilla, los veinte a?os, una foto y dos compa?eros: Simeone y Germ¨¢n Burgos. La cesi¨®n un a?o al Getafe, la vuelta al Calder¨®n. A?os grises, cosas que no salen, maleta al Norte y un n¨²mero, el 14. Nunca lo pens¨¦ para m¨ª, pero es 2007, es Zaragoza y no es de nadie: lo eleg¨ª y, me eligi¨®. Gabi, 14, para siempre. Zaragoza, cuatro a?os: empezarlos siendo ni?o, descender a Segunda, terminarlos siendo hombre. A?o 2011, tres ofertas: la segunda del Atleti, ya no hab¨ªa que escuchar m¨¢s. Volver con el 14, volver con un reto: triunfar en casa. Antonio L¨®pez, Ra¨²l Garc¨ªa, God¨ªn, Juanfran, Koke, sangre. La C de capit¨¢n. Simeone ahora en el banco, cinco viajes a Neptuno, el 2014 y esa foto de ah¨ª abajo, en el t¨²nel. Legan¨¦s, San Eladio, aquella iglesia al lado de casa... Todo da vueltas. Da vueltas y se mezcla con este estadio, el Vicente Calder¨®n, este estadio y su voz, tan alta.
¡ Y se ve frente al bal¨®n, un equipo de verdad, que esta tarde tambi¨¦n pelear¨¢...
Los cuarenta y cinco minutos de la segunda parte transcurren sin que ocurra nada m¨¢s. Ganamos, pero perdemos. Ganamos, pero nos eliminan. ?Qui¨¦n dice que al Atleti le gusta perder? De eso nada. Quien lo dice no ha o¨ªdo a la C de mi brazo, los ?vamooos, vamooos? de God¨ªn en el vestuario. Quien lo dice no sabe, nunca entender¨¢ que podremos perder, ser eliminados, pero que morimos sobre el campo, que nunca salimos derrotados.
Es entonces cuando una gota de lluvia cae sobre mi brazo; tiene el tama?o de una pelota de golf.
Y le sigue otra, y otra, y otra m¨¢s...
Miro el reloj: minuto 86. Y luego a la grada: cada gota ya es un r¨ªo. ?Ay Dios, se van a calar.? Ellos, los cincuenta mil. Ella, la afici¨®n. Nos elimina el Madrid y, encima, esto, la lluvia torrencial.
Entonces el Calder¨®n le da su ¨²ltima lecci¨®n a Europa. No hay paraguas, pero all¨ª nadie se mueve. Y ellos, los cincuenta mil, ella, la afici¨®n, alza los brazos y a¨²n m¨¢s la voz, como si eso fuera posible.
¡ Atleeeti, Atleeeti, Atl¨¦¨¦¨¦tico de Madrid...
Entonces lo entiendo: esta lluvia no molesta, s¨®lo lo pinta todo m¨¢s bonita la ¨²ltima vez del Calder¨®n en Europa, el pen¨²ltimo partido de su historia. Da igual que el a?o no termine en Cardiff, que hoy hayamos ganado al Madrid pero perdamos. Ellos siguen ah¨ª. Como si el agua no mojara, como si el cielo no se estuviera deshaciendo sobre sus cabezas. Ah¨ª, ah¨ª. Y contagian.
Atleeeti, Atleeeti, Atl¨¦¨¦¨¦tico de Madrid...
?Ufff.? ?ste es por ellos. Los miro y siento que jam¨¢s vivimos algo as¨ª, ni el Calder¨®n ni yo, en cincuenta a?os. Los veo cantar bajo la lluvia como si bailaran y entiendo qu¨¦ es ser del Atleti: el Atleti son ellos, ellos ah¨ª, ellos bajo el torrente, ellos, ellos, ellos. Ellos y nosotros.
Los ojos se me llenan de agua que no viene del cielo.
Atleeeti, Atleeeti, Atl¨¦¨¦¨¦tico de Madrid... Eso escucho cuando vuelvo al t¨²nel y veo, de nuevo, mi foto en Neptuno. ?Volveremos, volveremos, que la Copa de Europa no tenga duda?, le digo. ?Volveremos, volveremos?, le insisto. Volveremos porque s¨®lo conocemos un camino ¡ª?dale, dale, dale, que alguna cae?, que dice el Cholo¡ª, aunque, cuando lo hagamos, este estadio capaz de abrazar tan fuerte ya no est¨¦ en pie para verlo.
Atleeeti, Atleeeti, Atl¨¦¨¦¨¦tico de Madrid... Atleeeti, Atleeeti, Atl¨¦¨¦¨¦tico de Madrid.