Ciclismo | Tour de Francia
Santa Alianza
Samuel y Contador se al¨ªan para dinamitar el Tour. El l¨ªder cedi¨® 27s.
No hemos ganado (todav¨ªa), pero estamos ganando. Y de seguir as¨ª, aunque perdamos, ganaremos. Utilizo descaradamente la primera persona del plural porque en esta pel¨ªcula los buenos (los valientes, los osados, los amigos) coinciden con los nuestros, sanos paisanos, Alberto y Samuel, dos que cabalgan juntos por encima de los colores de los equipos y de las envidias vecinales. Ya lo aviso: tan probable es la victoria como salir acribillados, igual que Redford y Newman en Dos hombres y un destino. Bonita muerte aquella, un segundo de plomo para ingresar en la eternidad.
En esas estamos. Ayer los dos amigos, los nuestros, volvieron a liarla. M¨¢s que valientes los llamaremos arrojados, pues eso hicieron, arrojarse por otro barranco, seco esta vez, aunque plagado de curvas malvadas. Hab¨ªa tramos en los que la carretera no se distingu¨ªa del recibidor de los casas adyacentes y m¨¢s de uno se dio por invitado al t¨¦ de las cinco. Hivert, uno de los escapados, se pas¨® media bajada con el pie derecho fuera del estribo temiendo una ca¨ªda que siempre era por el otro lado. Primero se trag¨® los pinos y despu¨¦s, oliendo a lavanda, se col¨® en el patio salvador de un chalet en la monta?a.
Poco despu¨¦s, Voeckler sigui¨® las huellas de sus frenazos. Ah¨ª, entre el monte y el portal, se dej¨® los 27 segundos que perdi¨® en meta. Su ¨²nico error fue querer seguir la rueda suicida de Samuel y Contador. Nadie lo consigui¨®. Sin tocarse, bajaron de la mano, corrigi¨¦ndose las trazadas, d¨¢ndose ¨¢nimos, cur¨¢ndose el miedo.
Evans se cort¨® y los Schleck se descolgaron, burlados de nuevo. Curioso lo suyo: surgieron como los hermanos Lumi¨¦re y ya recuerdan a los hermanos Dalton. No les preocupa ganar; les obsesiona Contador (Lucky Luke, si lo prefieren), que no ataque, que se marche, que dispare, que exista. Mal asunto. No tendr¨¢n una noche en paz en cinco a?os.
Vamos. Llegados al valle a¨²n quedaban seis kil¨®metros de llano. Ese fue el problema. Terreno suficiente para que la jaur¨ªa se organizase. Siete ciclistas contra dos. Pese a todo, los relevos entre Contador y Samuel resultaron conmovedores, c¨®mplices, de llorar un poco y de re¨ªr otro tanto, vamos, vamos muchachos, podemos, a por ellos.
Pero no pudimos. Butch Cassidy y Sundance Kid fueron atrapados casi sobre la l¨ªnea de meta. En ese instante observamos un gesto que nos volvi¨® a lanzar. Mientras los Schleck y compa?¨ªa atravesaban la pancarta desencajados y ensimismados, Samuel y Contador, tan desencajados como el resto, se estrecharon la mano por el trabajo realizado y por la misi¨®n por cumplir. Ya no hay quien lo dude: los hermanos son ellos.
Al tiempo que su aventura pon¨ªa fin a un nuevo cap¨ªtulo, Boasson Hagen se dispon¨ªa a celebrar en el podio la cuarta victoria de un noruego en la carrera, segunda consecutiva. Si nuestros barcos llegan a buen puerto, ser¨ªa de obligado cumplimiento hermanarse con Noruega y organizar una fiesta con mediasnoches de salm¨®n, porque el Tour tambi¨¦n es suyo.
Y sin tregua para recuperar el aliento, la etapa reina, hoy mismo. Y una ¨²nica certeza. Es posible que nosotros estemos muertos de cansancio, pero ellos est¨¢n muertos de miedo.