Una cat¨¢strofe para la eternidad
Nadie hab¨ªa perdido nunca tantos partidos seguidos en una misma temporada como Detroit Pistons. Para llegar a eso, hay que hacer absolutamente todo mal.
Todos los equipos de la NBA ganan partidos. Hasta los peores que se han ensamblado. Porque hay 82 en la temporada y acaban cayendo un pu?ado por pura probabilidad estad¨ªstica. Porque todas las plantillas, hasta las m¨¢s espantosas, tienen al menos un par de jugadores que pueden entrar en combusti¨®n anotadora; Porque hay victorias de calendario: rivales que llegan a tu pista en back to back y/o cuarto partido en cinco noches, en el cierre de una gira eterna por medio pa¨ªs o con muchas bajas; despistados tras una victoria importante, afectados por un viaje inc¨®modo o espesos por una noche de fraternizaci¨®n que se alarg¨® demasiado. O por pura matem¨¢tica en esta NBA del triple en la que cualquiera (en teor¨ªa) puede tener el d¨ªa y meter 16 o 17 mientras su rival est¨¢ de que no y firma un 4/35.
Por lo que sea: los equipos ganan partidos. Los muy malos, pocos. Charlotte Bobcats amas¨® en la temporada 2011-12 el peor porcentaje de victorias de la historia: 10,6% en a?o acortado por el conflicto laboral que llev¨® al lockout (cierre patronal): 7-59 en 66 partidos. Los Sixers 1972-73 se quedaron en un 11% en temporada completa de 82 (9-73). Y otra versi¨®n de los de Philadelphia, ya durante el cacareado (y en tantas cosas, nefasto) Proceso, se qued¨® en el 12,2% en la 2015-16 (10-72). En la 1992-93, Dallas Mavericks a?adi¨® a once p¨ªrricas victorias (11-71, un 13,4%) la deshonra de amasar la peor diferencia de puntos de siempre: -1.246 en toda la temporada, un -15,1 por partido. Los Pistons 2023-24 no llegan a tanto por ahora (-11,5, mejor por cierto que el -12,3 de San Antonio Spurs) pero se mueven en un 6,7% de victorias que les har¨ªa acabar la temporada con un 5-77 que, obviamente, ser¨ªa el peor dato de siempre. En los ¨²ltimos 55 partidos, por ir m¨¢s all¨¢ para ir definiendo la magnitud del desastre, solo han sumado cuatro victorias (4-51). Un 7,2% en esa proyecci¨®n de menos de seis victorias.
Hoy, 28 de diciembre, se cumplen dos meses desde su ¨²ltima victoria, cuando se pusieron 2-1. Desde entonces, han perdido 27 partidos seguidos (2-28). El tope en una temporada era, hasta ahora, 26: los Cavaliers 2010-11 y los citados Sixers 2013-14. Si se enlazan dos temporadas, la peor marca son los 28 de, s¨ª, los Sixers del Proceso (10 para acabar la temporada 2014-15, 18 para empezar la 2015-16). A los Pistons les queda, en este negro 2023, jugar en Boston, el partido m¨¢s dif¨ªcil del mundo ahora mismo, y recibir en su pista a los Raptors. Si pierden los dos, ser¨¢n tambi¨¦n los ¨²nicos con 29 derrotas seguidas en cualquier versi¨®n. En el a?o natural llevan siete triunfos. Desde San Valent¨ªn, cuatro. Terminaron la temporada pasada con un 2-23 y ahora est¨¢n con ese 2-28 dif¨ªcil de explicar: los equipos, hasta los peores, ganan alg¨²n partido a lo largo de un par de meses. Este es ya tambi¨¦n el tercer peor inicio de siempre: 1-30 de, c¨®mo no, los Sixers en 2016 y 2-29 de los Nets en 2010 (tras empezar 0-18). No hay otros datos peores que el de estos infames Pistons 2023-24.
Un equipo que no deber¨ªa estar as¨ª
Para colmo, y partiendo de la obvia base de que nadie deber¨ªa verse en una situaci¨®n as¨ª, los Pistons realmente no deber¨ªan verse en una situaci¨®n as¨ª: esta temporada se vendi¨® en el media day como la del crecimiento, el verdadero paso 1 en la nueva era. El general manager Troy Weaver habl¨®, literalmente, de ¡°jugar partidos transcendentes, que importen, hasta el final¡±. No m¨¢s derrotas en cadena, no m¨¢s primera base de la reconstrucci¨®n. Los Cavs que perdieron 26 partidos seguidos acababan de ver c¨®mo LeBron James se mudaba a Miami y estaban en plena crisis de identidad; Los Sixers del Proceso, y de esos planteamientos de Sam Hinkie que acabaron siendo m¨¢s mesi¨¢nicos que empresariales, estaban en medio de a?os de tanking industrializado en el que las derrotas eran bienvenidas mientras por el equipo pasaban montones de jugadores, muchos sin nivel NBA. Pero estos Pistons son otra cosa: no quer¨ªan perder ni hacer cuentas para el pr¨®ximo draft.
No, estos Pistons han pescado en los ¨²ltimos tres draft un n¨²mero 1 con perfil de jugador franquicia (Cade Cunningham) y dos n¨²meros 5 (Jaden Ivey y Ausar Thompson). Y m¨¢s (iremos con ello m¨¢s adelante), as¨ª que la cuesti¨®n no era seguir jugando a la loter¨ªa, desde luego no despu¨¦s de quedarse sin Victor Wembanyama a pesar de una temporada de solo 17 victorias, la peor de toda la historia de la franquicia. Este a?o hab¨ªa que construir, de verdad. Pero¡
Las reconstrucciones son un proceso b¨¢sicamente inevitable (en uno u otro formato) por la propia estructura del deporte profesional estadounidense. Muchas veces un asunto sucio, han acabado elevadas a los altares por un nuevo perfil de aficionados de los que no sorprender¨ªa que tuvieran en su habitaci¨®n posters de general managers y no de jugadores. Picks de primera y segunda ronda, mock drafts, Liga de Desarrollo¡ siempre un futuro que vender aunque haya que pasar por encima del anterior sin darle tiempo a ser presente. El Proceso de los Sixers, el ejemplo m¨¢s recurrente, todav¨ªa no ha producido (y ya estamos bien metidos en el post Proceso) una final del Este pese a esos a?os en los que se arrastr¨® por el barro el nombre de una franquicia hist¨®rica y Hinkie se convirti¨® en una especie de engolado h¨¦roe folk para esos aficionados que se han olvidado de que los partidos no se simulan como en el PC F¨²tbol: se juegan. Que hay gente, personas de verdad, que invierten tiempo y dinero en ir a los pabellones y que muchas veces solo quieren que su equipo gane ese partido, el de esa noche.
En todos los sitios, desde luego en una ciudad con tanta historia NBA como Detroit, hay aficionados que no saben el calendario en la pr¨®xima quincena, no miran a cu¨¢ntos partidos est¨¢n del play in y no tienen ni idea de qu¨¦ demonios son las simulaciones de draft del Tankathon. Sencillamente quieren a su equipo, cada uno a su manera y en su medida, y esperan sentarse en su butaca o ponerse delante de la tele y pasar un buen rato. Y ganar. Quieren ir al barbero y hablar de rivalidades, canastas inolvidables, fallos de los que parten el alma, estrellas que se fueron o que vinieron, noches de baloncesto real. Habr¨¢ en Detroit muchos a los que no les importa nada si su equipo tiene o no sus rondas de los pr¨®ximos drafts, que no ponen cara a Troy Weaver. Pero que se pueden pasar horas hablando de Isiah Thomas y Bill Laimbeer, de Chauncey Billups y los Wallace, de Bob Lanier y Davie Bing, hasta de lo que pudo ser y no fue Grant Hill. El coraz¨®n de las aficiones, donde residen adultos que se reservan el derecho a no serlo durante un pu?ado de horas, acaba pisoteado por las reconstrucciones cuando estas son el ¨²nico plan, una religi¨®n para ejecutivos (la cofrad¨ªa del santo despacho). O cuando se hacen profundamente mal y se acaban sucediendo: de reconstrucci¨®n a reconstrucci¨®n sin pasar por la construcci¨®n. Ah¨ª est¨¢ Detroit Pistons.
Tres lustros apilando equivocaciones
Los Pistons han ca¨ªdo al infierno despu¨¦s de demasiados a?os en el purgatorio. Es, que nadie lo olvide, una franquicia hist¨®rica y orgullosa, con tres anillos (solo hay cinco con m¨¢s) y cinco t¨ªtulos de la Conferencia Este (solo por detr¨¢s de Celtis, Bulls y Heat). Si hay que preguntarse d¨®nde se rompi¨® todo, la respuesta m¨¢s obvia es 2008, cuando acab¨® la racha de seis finales del Este seguidas saldadas con un t¨ªtulo (2004) y otro (2005) perdido en el s¨¦ptimo partido. Un tramo de excelencia que los Pistons decidieron desmontar y en eso siguen, quince a?os despu¨¦s. Desde entonces, solo tres visitas a los playoffs saldadas sin victorias (triple 4-0). Ahora enlazan cuatro temporadas sin superar el 30% de triunfos con una mezcla de malas decisiones, errores catastr¨®ficos y mala suerte que ha llevado a esto, a las (aparentemente imposibles) 27 derrotas seguidas.
El propietario de los Pistons, el tercero en la largu¨ªsima historia de una franquicia que ha existido -de diversas formas- desde 1937, es Tom Gores. El sucesor del hist¨®rico Bill Davidson, que compr¨® el equipo en 1974 por seis millones y sigui¨® al frente hasta su muerte en 2009, cuando su viuda negoci¨® una venta que miraba de frente a otra gran familia del deporte de la ciudad: los Ilitch, que controlan los Tigers (MLB) y los Red Wings (NHL). La falta de acuerdo durante 2010 permiti¨® la irrupci¨®n de Gores, que oficializ¨® la compra en 2011 por 325 millones, cantidad que la prensa de Detroit consider¨® ¡°un regalo¡±. Gores (59 a?os) se hab¨ªa hecho de oro en el negocio del capital de inversi¨®n. Su fortuna est¨¢ estimada en m¨¢s de 9.000 millones de d¨®lares y los Pistons valen hoy unos 1.900, en la parte de atr¨¢s de una NBA en plena burbuja de crecimiento (el valor medio de las franquicias ronda los 3.000 millones), y en todo caso un 854% m¨¢s de lo que el propietario, al principio con la ayuda de su conglomerado de empresas, pag¨® hace doce a?os.
Gores naci¨® en Israel pero a los cinco a?os ya estaba viviendo en Michigan. Alumno de Michigan State, su v¨ªnculo con la ciudad de Detroit es profundo. En la comparecencia a la que le obligaron los c¨¢nticos de ¡°sell the team¡± (vende el equipo) que son cada vez m¨¢s multitudinarios y frecuentes, dej¨® claro que el equipo estaba en una situaci¨®n demencial y que habr¨¢ que cambiar cosas, pero tambi¨¦n que se sent¨ªa orgulloso de todo lo que, desde los Pistons, se estaba haciendo por la comunidad. ?l devolvi¨® a la franquicia al downtown de Detroit por primera vez desde 1978 cuando lleg¨® a un acuerdo con los omnipresentes Ilitch para dejar el Palace de Auburn Hills y empezar a jugar, a partir de 2017, en el Little Caesar Arena. Gores no va a vender los Pistons, es obvio aunque no lo hubiera recalcado ante los medios. Pero a estas alturas tendr¨¢ claro que est¨¢ siendo un propietario nefasto en lo deportivo, por mucho que lo haya intentado casi todo... o precisamente por eso: la aproximaci¨®n agresiva al mercado, el intento de competir por la v¨ªa r¨¢pida, ahora tambi¨¦n una paciente esperanza en una teor¨ªa de la evoluci¨®n deportiva que, est¨¢ claro, tampoco est¨¢ funcionando.
Con Gores sali¨® de los despachos Joe Dumars, un mito de los Bad Boys (y uno de los escoltas m¨¢s infravalorados de la historia, por cierto). Y han pasado por ellos Jeff Bower, Ed Stefanski, Stan Van Gundy como ejecutivo y entrenador (una moda pasajera de la que ahora reniegan las franquicias) y Troy Weaver, que lleg¨® en 2021 desde Oklahoma City Thunder: madera de reconstructor. En el banquillo, a Van Gundy le dio el relevo un vigente Entrenador del A?o, Dwane Casey; Y a este, que lleg¨® en 2018 y se fue en 2023, un Entrenador del A?o anterior (2022), Monty Williams. Como ten¨ªa garantizados 21 millones de Phoenix Suns si no entrenaba durante tres a?os, cost¨® convencerle. Para hacerlo, Gores redifini¨® el concepto de oferta irrechazable: seis a?os y 78,5 millones de d¨®lares con la posibilidad de llegar a ocho y 100, seg¨²n incentivos y variables. Una media de unos 13 que suponen el sueldo m¨¢s alto de un entrenador NBA. Gregg Popovich cobra 11,5, Steve Kerr 9,5 y Erik Spoelstra, unos 8,5. M¨¢s que cualquiera de la MLB y la NHL y solo por detr¨¢s de los grandes gur¨²s de la NFL: Bill Belichick (20), Sean Payton (18), Pete Carroll (15) y Sean McVay (14).
Adem¨¢s, ejerce de gran consejero por encima del trabajo diario en las oficinas Arn Tellem, en su d¨ªa el agente deportivo m¨¢s influyente de Estados Unidos y, por ejemplo, el que guio la llegada de Kobe Bryant a la NBA y su redirecci¨®n de Charlotte Hornets a Los Angeles Lakers. As¨ª que Gores lo ha intentado. Ha invertido, ha cambiado, ¨²ltimamente incluso ha esperado¡ pero nada ha funcionado. Ante la prensa habl¨® de cambios de una forma lo suficientemente vaga. Pero se pudo interpretar que Tellem seguir¨¢, que el sill¨®n de Weaver est¨¢ m¨¢s caliente que el banquillo de Williams (aunque solo sea por el contrato de este); que se mover¨¢n en el mercado en busca de veteranos que ayuden a reconducir la situaci¨®n y a pastorear un vestuario demasiado joven para absorber tanto bofet¨®n y que, precisamente por esto mismo, el objetivo no ser¨¢ acumular m¨¢s rondas de draft ni promesas por formar. Y s¨ª, insisti¨® en que no vende.
Todo lo que ha sucedido desde ese 2008 en el que los Pistons decidieron que ya no pod¨ªan exprimir m¨¢s al campe¨®n de 2004 ha sido una sucesi¨®n de reconstrucciones sin ¨¦xito. Algunas sin sentido, otras sin suerte. Ni Dumars, ni Van Gundy ni ahora Weaver. Los pecados son habituales, alertas rojas para los devotos de estos procesos que muy rara vez son milagrosamente r¨¢pidos: picks de draft fallidos, contratos demasiado gruesos a destiempo, esperanzas infundadas a partir de brotes verdes que en realidad no esconden mucho m¨¢s¡ En aquel 2008 que sirve como eje entre un pasado glorioso y un presente penoso, los Pistons traspasaron a Chauncey Billups. En 2006 se hab¨ªa ido Ben Wallace y en 2009 se marcharon Allen Iverson, el extra?o retorno por Billups, y Rasheed Wallace. El primer intento de cambio puso la franquicia en manos de Rodney Stuckey, Ben Gordon y Charlie Villanueva: entre 2009 y 2015, cuando ya hab¨ªa llegado Van Gundy, los Pistons no pasaron nunca de 32 victorias y tuvieron cinco entrenadores distintos.
El equipo que intent¨® liderar Blake Griffin
El siguiente proyecto, el que supuso la ruina de la que los Pistons no se han recuperado todav¨ªa, fue el que apost¨® por Reggie Jackson (incluida una extensi¨®n de 80 millones por cinco a?os), Andre Drummond (130x5) y la llegada de Blake Griffin cuando los Clippers quisieron quit¨¢rselo de encima solo meses despu¨¦s de darle una extensi¨®n de 173x5. Por el camino, hab¨ªan apostado por secundarios como Marcus Morris y Tobias Harris. Por Griffin dieron a Harris, Avery Bradley, Boban Marjanovic y una primera ronda que acab¨® llevando (con Miles Bridges como moneda de cambio) a Shai Gilgeous-Alexander a L.A. Ninguna herida se queda sin su pu?adito de sal.
Los Pistons sobrevaloraron a Jackson, o tal vez las lesiones hicieron que el prime del base como aspirante a estrella se quedara en centelleo fugaz. Creyeron que Drummond era un pilar sobre el que construir el futuro cuando el p¨ªvot no encajaba en ese (car¨ªsimo) perfil, y apostaron por un Griffin de 28 a?os y con una salud ya delicada. Se ataron de pies y manos en lo econ¨®mico, se quedaron sin bazas con las que operar¡ y solo lograron, en esos a?os, sus dos ¨²ltimas barridas (4-0 en contra) en playoffs. La segunda requiri¨® una temporada monstruosa de Griffin, que puso sus rodillas al l¨ªmite y jug¨® al mejor nivel de su vida... para que su equipo acabara con un modesto 41-41 y eliminado en una serie contra los Bucks en la que ¨¦l ya estaba muy mermado. Se perdi¨® dos partidos, de hecho. Y nunca volvi¨® a ser el mismo: en la siguiente temporada (2019-20) solo jug¨® 18 partidos antes de pasar por el quir¨®fano. Y los Pistons cayeron ya al abismo: 20-46 en la temporada de la pandemia.
Esa mala identificaci¨®n a la hora de invertir, de manejar los grandes contratos sobre los que tiene que orbitar todo lo dem¨¢s, fue un lastre decisivo al que se sum¨® en 2016 aquel demente frenes¨ª gastador de los equipos, cuando los nuevos contratos televisivos hicieron que muchos ejecutivos perdieran la cabeza. Con el salary cap disparado de 70 a 94 millones en un a?o, los Pistons pusieron su loco grano de arena con los contratos de Jon Leuer (42 millones por cuatro a?os), Langston Galloway (21x3) y Marjanovic (21x3). Cuando hubo que dar marcha atr¨¢s no tuvieron reflejos, o habilidad, o simplemente ya estaban en un pozo desde el que apenas pod¨ªan manejarse. Y ese es otro de los pecados que echan para atr¨¢s los relojes y paralizan a las franquicias. Reggie Jackson sali¨® v¨ªa buyout, igual que un Blake Griffin que perdon¨® 13 millones de los 53 que le quedaban por cobrar. Andre Drummond fue traspasado, cuando su contrato era una losa y su valor en el mercado m¨ªnimo, a los Cavaliers por John Henson, Brandon Knight y una segunda ronda. Y nada m¨¢s.
Tobias Harris hab¨ªa salido en el traspaso por Blake Griffin. Para colmo, durante esos a?os y los siguientes, los Pistons tampoco tuvieron visi¨®n o paciencia con jugadores que han sido campeones, algunos como estrellas (Khris Middleton, lo eligieron con un pick 39) y otros como secundarios de lujo: Kentavious Caldwell-Pope (pick 8) y Bruce Brown (42). Hasta Spencer Dinwiddie (38) arranc¨® su carrera en Detroit pero fue traspasado... a cambio de Cameron Bairstow. Jerami Grant, fichado en 2020 a golpe de talonario (60x3) se march¨® a Portland Trail Blazers por muy poca cosa, simple arquitectura financiera.
Demasiadas oportunidades perdidas en el draft
Todos fueron elecciones de draft que, con una perspectiva que a veces es ventajista, han acabado pareciendo acertadas. Todos se fueron por la puerta de atr¨¢s, incluido un Caldwell-Pope que forma parte de la larga lista de elecciones en lottery picks (top 14 del draft) con las que la franquicia ha patinado en los ¨²ltimos a?os. El resultado es muy poco premio para tanta miseria, muy poco beneficio extra¨ªdo de tantas derrotas: Austin Daye (justo fuera de la loter¨ªa, pick 15), Greg Monroe (7), Brandon Knight (8), Drummond (9), KCP (8), Stanley Johnson (7)... Cuando lleg¨® Troy Weaver, oper¨® con agresividad para tener tres picks de primera ronda y dejar su sello en el draft 2020: Killian Hayes (7), Isaiah Stewart (16) y Sadiq Bey (19).
Otra pifia en otro te¨®rico reinicio. Hayes sigue sin romper y ya casi nadie le espera, y Bey acab¨® y¨¦ndose a los Hawks porque los Pistons no sab¨ªan que hacer con su renovaci¨®n. No es un drama, pero s¨ª una demostraci¨®n de desgobierno porque al equipo le faltan aleros y tiro. Y le sobran p¨ªvots: en esa operaci¨®n lleg¨® James Wiseman, un n¨²mero 2 del draft que sali¨® rebotado de los Warriors y que su uni¨® en Detroit a Marvin Bagley, un n¨²mero 2 del draft que sali¨® rebotado de Sacramento. Adquirir talento defectuoso y trabajar con ¨¦l es otra pr¨¢ctica habitual de las reconstrucciones. Cuando funciona, da mucho lustre. Pero lo normal es que no lo haga.
En 2022 los Pistons subieron al pick 13 para llevarse a Jalen Duren. As¨ª que han acabado con excedente de p¨ªvots (Steward, Duren, Wiseman, Bagley¡) y con una falta dram¨¢tica de jugadores para las alas porque sus principales elecciones han sido guards: Hayes, Cade Cunningham (n¨²mero 1 en 2021), Jaden Ivey (5 en 2022), Ausar Thompson (5 en 2023). Este ¨²ltimo puede jugar (y lo hace) de alero, pero su desastrosa punter¨ªa exterior genera unos problemas de espacios que a duras penas compensa (no todav¨ªa) con su excelente actividad en otras ¨¢reas (defensa, pase, juego en transici¨®n¡).
Apenas hay veteranos porque se apost¨® en verano por cuidar la flexibilidad econ¨®mica y dar espacio a los j¨®venes. Bojan Bogdanovic ha estado lesionado, y seguramente su mayor servicio habr¨ªa sido dar un buen retorno en un traspaso a un equipo de aspiraciones altas. Monte Morris tambi¨¦n se ha parado en seco por los problemas f¨ªsicos y Joe Harris y Alec Burks son una sombra de lo que fueron antes de (tambi¨¦n) sus respectivas lesiones. Los Pistons no tienen ni manos expertas ni una rotaci¨®n decente si se a?ade que jugadores como Bagley, Wiseman y Hayes dan una de cal por cada siete u ocho de arena.
Monty Williams, por su parte, ha hecho cualquier cosa menos estar a la altura del sueldo m¨¢s alto de todos los entrenadores de la NBA. En lo emocional, a juzgar por la actitud del equipo demasiadas noches, y en lo t¨¢ctico. Ha tardado mucho en reconocer qu¨¦ quintetos pueden funcionar y cu¨¢les son abismales, se ha empe?ado en unidades que entorpec¨ªan los movimientos de Cunningham, ha jugado al gato y al rat¨®n con la titularidad de Ivey¡ y solo en los ¨²ltimos partidos, entre rachas horribles de p¨¦rdidas y tiros fallados, ha empezado a encontrar algo cuando ha juntado en pista a Cunningham, Ivey, Bogdanovic, Stewart y Duren.
El galimat¨ªas condujo a un precipicio (por ahora) sin fondo. All¨ª, en la nada, ning¨²n jugador ha hecho por merecer una amnist¨ªa. O no ha sabido o no ha podido. Ninguna excusa se sostiene cuando se han apilado 27 derrotas seguidas. Ni siquiera en el caso de Cade Cunningham, obivamente el gran talento del equipo y un chico que, adem¨¢s y con 22 a?os, ha ejercido de portavoz en estos tiempos tan duros (¡±esto te va deshaciendo d¨ªa a d¨ªa¡±). Pero ni ¨¦l puede salvarse de semejante desastre, un veredicto muy obvio para una plantilla con elecciones tan altas de draft, con tanto potencial te¨®rico y al menos un par de aspirantes a estrella. Nada de eso se ve en la pista.
Esa p¨¦sima din¨¢mica que ha ido devorando todo hace que sea imposible evaluar nada, saber qui¨¦n es qui¨¦n. Eso es lo peor que quedar¨¢, y ha sido as¨ª desde que Cunningham se lesion¨® tras jugar solo doce partidos en su segunda temporada, la pasada. Cualquier intento de construcci¨®n colectiva acab¨® ah¨ª. Es tan obvio que los jugadores son m¨¢s culpables que v¨ªctimas de la situaci¨®n como que que ahora mismo es imposible ver nada que no sean defectos, problemas, limitaciones. A todos, incluido Cade, se les ha rebajado el techo. Y es muy probable que tambi¨¦n todos (seguramente menos Cade) est¨¦n en el mercado si llega la oferta adecuada. Es el precio del desastre, las consecuencias de perder m¨¢s de lo que nadie ha perdido nunca.
De esto, si todo sigue as¨ª, no quedar¨¢ nada. Lo que venga, aunque seguramente con algunos supervivientes de este Titanic de AliExpress, ser¨¢ otra historia, otro proyecto, un nuevo amanecer. Los orgullosos Pistons son ahora un hazmerreir, un saco de golpes contra el que, para colmo, nadie quiere perder para no salir en una foto que ya ser¨¢ hist¨®rica. Su temporada negra no es un solo un colapso extraordinario. Es una cosecha infame, en formato funeral vikingo, en la que confluyen tres lustros de errores continuados. de hacer todo, absolutamente todo, rematadamente mal.
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