Karl: ¡°Si buscas a quien se parece Doncic, piensa en Barry¡±
George Karl, el exentrenador que pas¨® por el Madrid, plantea una comparaci¨®n poco habitual de la forma de dominar los partidos de Luka Doncic.


Desde que Luka Doncic est¨¢ en la NBA se han hecho muchas comparaciones sobre su juego, se le ha puesto a la altura, por n¨²meros y por estilo, de muchos de los m¨¢s grandes de la historia de la NBA. En cuanto a lo segundo, el esloveno sigue siendo un misterio para muchos analistas por su forma de operar, y m¨¢s en el estilo de juego de 2022. A su ritmo, mucho m¨¢s r¨¢pido de cabeza que de piernas, sin combustiones f¨ªsicas ni penetraciones supers¨®nicas. Doncic domina los partidos y manipula las defensas de una manera ¨²nica, una que incluye aprovechar su altura y su volumen, cuesti¨®n de debate tambi¨¦n muchas veces, para imponerse a defensores exteriores m¨¢s livianos. La clave, sin embargo, es su capacidad para leer las jugadas, su visi¨®n como pasador y su ilimitado rango como anotador.
En cuanto a estad¨ªsticas, poco hay que decir: Doncic, con 24 a?os, ha sido all-star por cuarta vez en su quinta temporada en la NBA, todas consecutivas. Lo mismo ocurre con el Mejor Quinteto, en el que ya se siente como en casa. Y es un aspirante ya perenne al MVP que esta temporada ha promediado 32,4 puntos, 8,6 rebotes y 8,6 asistencias. En su carrera NBA, est¨¢ en 27,4, 8,6 y 8. En ritmo, por la ruta que ha tomado, de acabar entre los m¨¢s grandes. Pero hay una comparaci¨®n que no ha sido muy habitual hasta ahora y la ha puesto sobre la mesa George Karl. El extrenador, que pas¨® por el Real Madrid, asegura que cuando ve jugar a Doncic le viene a la cabeza Rick Barry: ¡°Si buscas la mejor comparaci¨®n para Doncic, es Rick Barry. Uno de los mejores y m¨¢s completos anotadores de la historia, capaz de controlar el ritmo de los partidos, un gran ¡®playmaker¡¯ y un defensor infravalorado¡±.
If you¡¯re looking for a good Luka comp, it¡¯s Rick Barry - one of the best all around scorers in history, able to control the flow of the game, great playmaker, underrated defender!
— George Karl (@CoachKarl22) January 25, 2023
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Rick Barry, una superestrella insoportable
?Qu¨¦ hay que hacer para ser recordado como un villano extravagante, un tipo francamente insoportable, un compa?ero indeseable y, esencialmente, tal vez el jugador m¨¢s odiado de la historia de la NBA? No es una sola cosa, claro. Ni una salida de tiesto en concreto, ni un determinado partido ni un muy, muy mal d¨ªa en la oficina. Hay que ponerse a ello de verdad. Para empezar, por ejemplo, no est¨¢ mal tener un libro autobiogr¨¢fico (¡°Confessions Of A Basketball Gipsy¡±, las confesiones de un gitano del baloncesto) en el que cuentas cosas como que una vez pegaste a una monja o que tu propia madre, glups, te defini¨® como ¡°avaricioso¡±.
?Ayuda tambi¨¦n, en un entorno como el de la actual NBA, ser vocal y reconocidamente conservador? Claro, y m¨¢s si has tenido apariciones como partidario de Donald Trump. M¨ªtines en campa?a primero, acusaciones a los enemigos despu¨¦s, cuando el desgaste presidencial hac¨ªa mella (como para no, en este caso). Y ayuda que eso entronque con fantasmas en el armario como una salida sumar¨ªsima de CBS, donde hac¨ªa carrera como comentarista, despu¨¦s de un comentario sobre Bill Russell, por entonces su compa?ero de retransmisiones, muy poco sensible en materia racial. Fue durante las Finales de 1981 y Rick Barry, el villano extravagante y narcisista, acab¨® saliendo de plano a pesar de que Russell opt¨® por no echar m¨¢s le?a al fuego y acept¨® que Barry, el avaricioso que hab¨ªa pegado a una monja, no sab¨ªa muy bien lo que dec¨ªa.
Desde luego su perfil pol¨ªtico no marida bien con su ascendencia deportiva: deber¨ªa ser un ¨ªdolo de los Warriors y de la Bah¨ªa de San Francisco, pero esa es tierra muy poco inclinada a lo conservador. Claro que Barry ten¨ªa el don de enfadar a todo el espectro sociopol¨ªtico estadounidense. En la ABA con Oakland Oaks, todav¨ªa en la Bah¨ªa despu¨¦s de saltar desde los Warriors/San Francisco/la NBA, le toc¨® una de esas tormentas de traslados que las franquicias de la otra liga, un invento imposible que defini¨® un momento contracultural del deporte profesional estadounidense, acabaron naturalizando porque a la fuerza ahorcan. Primero, los Oaks pasaron a ser Washington Caps cuando la franquicia cambi¨® de propiedad y asumi¨® que no compensaba ser el hermano pobre del mercado, por muy grande que sea este. Con menos de 3.000 personas de media en las gradas del ic¨®nico Coliseum y dos millones de d¨®lares apilados en p¨¦rdidas en dos a?os, la fuga a la capital en 1970 ten¨ªa su l¨®gica pero no le gust¨® a Barry: ¡°Si quisiera ir a Washington me presentar¨ªa como candidato a la presidencia¡±.
Pero es que despu¨¦s de solo un a?o la franquicia se march¨® a Norfolk, un toque m¨¢s pr¨®ximo a otra Am¨¦rica, y se convirti¨® en Virginia Squires. Barry, que tampoco pensaba perder ni un minuto en ese nuevo destino, se puso manos a la obra y trat¨® de ofender de una sola vez a todo el mundo al sur de la l¨ªnea Mason-Dixon, durante mucho tiempo un eje cultural fronterizo en la psique estadounidense. De perdidos, al r¨ªo pero hasta el fondo. Entrevista con Sports Illustrated: ¡°Mi hijo Scooter tiene que ir a la guarder¨ªa este a?o. Odio las complicaciones que eso va a suponer en Virginia, no quiero que vaya a una escuela de la que salga hablando con acento sure?o. Vendr¨¢ de clase y me dir¨¢ ¡®hi y¡¯all daaad¡¯. Y no quiero eso¡±.
Objetivo conseguido: en septiembre de 1970, sin debutar en su nueva localizaci¨®n, fue traspasado a New York Nets, cerca de su New Jersey natal, a cambio de un pick de draft y 200.000 d¨®lares. Lo m¨¢s triste es la cara B: el due?o de los Squires, Earl Foreman, tir¨® m¨¢s de oportunismo que de verdadero orgullo malherido en un momento en el que la franquicia, como casi todas en la ABA, se desangraba econ¨®micamente.
No hab¨ªa ¡°buenos tiempos con Rick¡±
Sus compa?eros tambi¨¦n despreciaron, muy mayoritariamente, a un jugador chup¨®n, narcisista e incapaz de entender que no todos pod¨ªan ser tan buenos como ¨¦l. Robert Parish dijo que ten¨ªa ¡°una mala actitud¡± y Mike Dunleavy que carec¨ªa de ¡°sentido de la diplomacia¡±: ¡°Si le enviaran a Naciones Unidas, acabar¨ªa provocando el inicio de la Tercera Guerra Mundial¡±. Ken Macker, ejecutivo de los Warriors confirm¨® que todo el mundo le ¡°detestaba¡±, en su propio equipo y en los dem¨¢s: ¡°Nunca ver¨¢s a un grupo de veteranos charlando sobre aquellos buenos viejos tiempos con Rick¡±.
Pero quiz¨¢ nada explica mejor qu¨¦ pensaban sus compa?eros de ¨¦l que esto que le cont¨® Billy Paultz (tres lustros de carrera entre la ABA y la NBA) al periodista Dave Hollander: ¡°En 1980 est¨¢bamos en Houston y nos entrenaba Del Harris. Est¨¢bamos intentando cerrar algunos problemas que hab¨ªa en el vestuario, as¨ª que vino un psic¨®logo. Nos pidi¨® que cerr¨¢ramos los ojos, visualiz¨¢ramos todos nuestros problemas y despu¨¦s imagin¨¢ramos que los cog¨ªamos, los met¨ªamos en una bolsa y la tir¨¢bamos por un puente. Entonces ten¨ªamos que imaginar que ve¨ªamos como la bolsa ca¨ªa al agua y se hund¨ªa hasta desaparecer. En ese momento, el psic¨®logo cont¨® hasta tres y ten¨ªamos que abrir los ojos con la certeza de que nuestros problemas habr¨ªa desaparecido. Cuando escuch¨¦ el ¡®tres¡¯ abr¨ª los ojos y dije ¡®eh, Rick, no lo pillo. Si ten¨ªan que desaparecer mis problemas, ?c¨®mo es que t¨² sigues aqu¨ª?¡¯¡±.
Paultz, en realidad y pese al sarcasmo, apreciaba m¨¢s que la mayor¨ªa a un compa?ero con el que hab¨ªa jugado en la ABA antes del reencuentro en Houston Rockets, en el ¨²ltimo a?o de la carrera de un Barry que se retir¨® como uno de los mejores aleros de la historia. Por mucho que, en su caso, el reconocimiento fluyera con menos naturalidad que con otros. Est¨¢, eso s¨ª, en el Hall of Fame y en la lista de los 75 mejores jugadores elaborada de forma oficial por una NBA (tambi¨¦n estuvo en la de los 50) a la que puso en pie de guerra para reivindicar unos derechos laborales que estaban a a?os luz (eran los a?os sesenta) de lo que ahora entendemos como b¨¢sico, l¨®gico, en el deporte profesional. Hubo, y eso a?ade una veta muy interesante al an¨¢lisis de su legado, una ofensiva contra ¨¦l por parte de un establishment al que se enfrent¨® con su insensata y exasperante personalidad. La Liga y los propietarios de las franquicias a?adieron mucha le?a a un fuego que Rick Barry se encargaba, de eso tampoco hay duda, de mantener permanentemente avivado.
Cuando los jugadores no pod¨ªan elegir destino
Para entender esto hay que cambiar el chip y ponerse en un marco mental que ni atisbaba la prehistoria de esta era actual del jugador empoderado y las estrellas por encima de las franquicias, un tiempo en el que los jugadores no pod¨ªan, literalmente, elegir destino. Cuando la agencia libre era un artefacto sin ensamblar en el deporte profesional estadounidense. Esa lucha acab¨® con Tom Chambers, un excelente ala-p¨ªvot blanco que fue cuatro veces all-star, pero hab¨ªa comenzado dos d¨¦cadas antes y hab¨ªa tenido dos grandes h¨¦roes, uno especialmente maldito: Rick Barry, que lleg¨® a San Francisco Warriors, como n¨²mero 2 del draft de 1965, cuando todav¨ªa exist¨ªa la reserve clause, una cl¨¢usula por la cual los equipos conservaban los derechos de los jugadores una vez finiquitados los contratos. La ¨²nica opci¨®n era negociar uno nuevo o jugar por decreto una temporada m¨¢s para el mismo equipo.
Barry fue el primer deportista profesional que, en 1967, plant¨® cara a esa reserve clause para tratar de saltar de la NBA a la reci¨¦n creada ABA, la desquiciada liga alternativa que oper¨® hasta 1976, a?o en el que cuatro de sus franquicias se integraron en la NBA. Cuando lo hizo, se le consider¨® poco menos que un pesetero porque por entonces, sencillamente, no se consideraba que un deportista profesional tuviera derecho, bastante bien viv¨ªa ya, a aspirar a mejoras a trav¨¦s del cambio de equipo. Y lo curioso es que ni siquiera era esa su motivaci¨®n: la oferta de Oakland Oaks (ABA), cuyo entrenador Bruce Hale era su suegro, era en lo b¨¢sico id¨¦ntica (75.000 d¨®lares) a la de los vecinos Warriors. Su deseo era cambiar de aires, buscar nuevas oportunidades. Pero su obligaci¨®n, por esa reserve clause a la que por fin alguien se iba a enfrentar, pasaba por firmar un nuevo contrato con los Warriors o quedarse una temporada completa sin jugar (1967-68). As¨ª lo hizo y, aunque no gan¨® por la v¨ªa legal, abri¨® la puerta al cambio de jugadores entre ligas, de por s¨ª una bendici¨®n para un colectivo de repente con m¨¢s opciones y, por lo tanto, con salarios m¨¢s altos: la media pas¨® de 18.000 d¨®lares al a?o en 1967 a 110.000 en 1975, cuando la NBA ya operaba en busca de la integraci¨®n de las dos competiciones.
La ABA gan¨® legitimidad con este trance. Los jugadores pod¨ªan optar por otra liga y pod¨ªan aspirar a controlar su destino deportivo y su futuro econ¨®mico. El terreno se hab¨ªa abonado para la llegada de otro personaje fundamental en la historia del baloncesto: Oscar Robertson, el Gran O. Uno de los mejores bases de siempre, el compa?ero de Lew Alcindor (despu¨¦s Kareem Abdul-Jabbar) en el anillo de los Bucks en 1971, MVP en 1964, doce veces all-star¡ y un presidente del sindicato de jugadores (NBPA) valiente y comprometido. Robertson inici¨® la batalla contra la fusi¨®n NBA-ABA y en aras de la libertad de mercado. Eran otros tiempos: jug¨® catorce a?os y asegur¨® despu¨¦s que su sueldo total en ese tiempo no lleg¨® al mill¨®n de euros. El litigio se alarg¨® hasta 1976, a?o de la fusi¨®n y de un acuerdo que sentaba los principios para la desaparici¨®n de la reserve clause y el primer embri¨®n de la agencia libre. Esa nueva norma llev¨® el nombre de Oscar Robertson Rule.
Un point forward adelantado a su tiempo
As¨ª que Barry, que ya ten¨ªa bastante con lo que ten¨ªa, fue se?alado tambi¨¦n por lo que se consider¨® un ataque al sistema. Aireadas en la prensa sus salidas de tonos, esparcidas las cr¨ªticas (algunas muy justas) desde la cima de la pir¨¢mide. Seguramente eso, a?adido a sus propios y abundantes m¨¦ritos, termin¨® de marcar el legado, la historia oral, de un jugador que en realidad fue extraordinario. Un prodigio que lanzaba los tiros libres al estilo cuchara¡ y apenas fallaba. Su porcentaje fue el mejor de la historia de la ABA (87,9%) y en la NBA solo se han superado, desde sus a?os como jugador (1965-80) Stephen Curry, Steve Nash y Mark Price, tres bases por encima del 90%.
Barry no fue nunca un base, pero s¨ª acab¨® siendo (de hecho se dio a s¨ª mismo esa consideraci¨®n) uno de los primeros point forwards de la historia, un adelantado a su tiempo que era capaz de crear juego desde el poste, de aprovechar su tremendo f¨ªsico (un 2,01 fuerte y r¨¢pido) para generar superioridades por toda la pista. El legendario Bill Sharman, su primer entrenador en la NBA, dijo que era ¡°indefendible¡±, el mejor alero en su tiempo: mejor que los Pettit, Arizin, Schayes¡ mejor incluso que Elgin Baylor. Barry ten¨ªa una suspensi¨®n dulce que por entonces solo mejoraba Jerry West; era un tirador antes de la aparici¨®n de la l¨ªnea de tres, un jugador que superaba por velocidad a los defensores altos y arrasaba por fuerza a los peque?os. Capaz de jugar de casi todo -escolta/alero/ala-p¨ªvot- y de ser el ¨²nico m¨¢ximo anotador de una temporada en el tr¨ªo NCAA (37,4 puntos de media en su ¨²ltimo a?o en los Hurricanes de Miami), ABA (34 en la temporada 1968-69 con los Oaks) y NBA (35,6 en los Warriors 1966-67).
Nadie anot¨® a m¨¢s ritmo que ¨¦l en la ABA (30,4 puntos de media). Por delante del legendario Julius Erving (28,6) y de cualquier comparaci¨®n con una NBA en la que solo Michael Jordan (30,1) y Wilt Chamberlain (30,07) superan los 30. Ah¨ª, en la liga mayor, Barry promedi¨® 23,2 puntos, 6,5 rebotes y 5,1 asistencias. Y fue un jugador especial pese a sus problemas recurrentes de rodilla tras una rotura de ligamentos en diciembre de 1968, con los Oaks. La temporada anterior a la de esa grave lesi¨®n se la hab¨ªa pasado en blanco por el pulso legal con los Warriors. As¨ª que se qued¨® en solo 35 partidos en dos a?os de te¨®rica plenitud, entre los 23 y los 25.
Pero, contando con todo eso, este es el curr¨ªculum de Richard Francis Dennis Barry III: campe¨®n de la ABA (1969) y de la NBA (1975) con MVP de las Finales. Ocho veces all-star de la NBA y cuatro de la ABA, nueve veces en los Primeros Quintetos (cinco NBA, cuatro ABA) y unas medias totales, entre las dos ligas profesionales, de 24,8 puntos, 6,7 rebotes y 4,9 asistencias. Nacido en New Jersey con sangre irlandesa, francesa, brit¨¢nica y lituana, acab¨® siendo, milagro, un buen pasador y un jugador de equipo aunque en 1974 Sports Illustrated dijo de ¨¦l que si ve¨ªa a un compa?ero prefer¨ªa ¡°donarle sangre que pasarle la bola¡±.
Era un talento generacional. Cuando lleg¨® a San Francisco Warriors, enfadado porque no hab¨ªa sido drafteado por los Knicks, el equipo pas¨® de 17 a 35 victorias y ¨¦l fue un evidente Novato del A?o (25,7 puntos, 10,6 rebotes). En su segunda temporada fue MVP del All-Star y los Warriors jugaron las Finales. Con ¨¦l y el tremendo p¨ªvot Nate Thurmond, rascaron dos partidos (casi una haza?a) a los Sixers de Wilt Chamberlain, Hal Greer, Billy Cunningham¡ El inacabable Chamberlain hablaba fascinado de los triples marcajes que su equipo ten¨ªa que emplear para minimizar a ese tremendo Barry que despu¨¦s tuvo problemas de cuentas econ¨®micas con los Warriors y mont¨® todo el l¨ªo de una ABA que, m¨¢s all¨¢ de los 75.000 d¨®lares a la vista, le habl¨® de 500.000 totales en tres a?os (con pagos prorrogados, especialidad de una Liga obligada a manejarse con picard¨ªa). Y de un 15% de la propiedad de los Oaks, un 5% de las venta de entradas a partir de los 600.000 d¨®lares de recaudaci¨®n¡
Las cosas en la ABA no fueron como esperaba: l¨ªos, lesiones, gradas casi vac¨ªas y, al menos, ese anillo de 1969 tras el que asegur¨® que ¡°no ve¨ªa esperanza¡± para el resto de equipos. En junio de 1972, un juzgado le prohibi¨® jugar en ning¨²n sitio que no fuera el equipo que ya era Golden State Warriors, trasladado de San Francisco a Oakland. En octubre se consum¨® el regreso a la franquicia con el que fue campe¨®n de la NBA en 1975. Era un Barry que, obligado por las lesiones de rodilla, jugaba ya m¨¢s lejos del aro y se apoyaba m¨¢s en sus suspensiones y su visi¨®n de juego. En una perfecta historia de Cenicienta, los Warriors ganaron a Sonics y Bulls en el Oeste y barrieron (4-0) a los Bullets de Elvin Hayes y Wes Unseld en la Final. Barry, MVP, promedi¨® 30,6 puntos, 5,7 rebotes, 6,2 asistencias y 2,9 robos.
Pero su legado en la Bah¨ªa no qued¨® a salvo ni con ese anillo, el ¨²ltimo de la franquicia antes de la era de Stephen Curry. En su defensa del t¨ªtulo, los Warriors ganaron 59 partidos (59-23) y llegaron a playoffs como favorit¨ªsimos. Pero cayeron en siete partidos en la final del Oeste, contra Phoenix Suns. En la primera parte, Barry se enganch¨® en una trifulca con Ricky Sobers. En la segunda casi no tir¨® a canasta. ?l dijo que trataba de integrar a su equipo en ataque, las malas lenguas que el vestuario se parti¨® cuando la estrella vio la repetici¨®n de la pelea en el descanso y comprob¨® que ninguno de sus compa?eros hab¨ªa movido un dedo para acudir en su ayuda. Un s¨¦ptimo partido marc¨® uno de sus momentos m¨¢s bajos del mismo modo que otro hab¨ªa fijado uno de los m¨¢s altos: Hasta que Curry le meti¨® 50 a los Kings en el partido decisivo de la primera ronda del Oeste de esta temporada, solo ¨¦l hab¨ªa llegado a esa cifra en un s¨¦ptimo de playoffs en NBA o ABA. Fue en la temporada 1969-70, con Washington Caps, en Denver y contra los Rockets: 52... y derrota de su equipo.
Sus buenos momentos siempre parec¨ªan tener un lado amargo, a sus picos segu¨ªan valles en los que muchas veces se sepultaba ¨¦l mismo. Porque, claro, volvamos al principio. ?Qu¨¦ hay que hacer para ser recordado como un villano extravagante, un tipo francamente insoportable, un compa?ero indeseable y, esencialmente, tal vez el jugador m¨¢s odiado de la historia de la NBA? Pues eso: no es una sola cosa.