Oakland lleva a?os tratando de cambiar su reputaci¨®n . De las listas de peligrosidad a las de turismo emergente, del desempleo y las drogas a las nuevas oportunidades. De g¨¦nesis de la cultura de bandas a la ciudad que ya no absorbe lo que no quiere San Francisco, sino que construye su futuro a partir de lo que ya no cabe en San Francisco. A algo menos de media hora de trayecto y m¨¢s all¨¢ del descomunal Puente de la Bah¨ªa, el de la camiseta de los Warriors, Oakland pelea en dos direcciones: la reinvenci¨®n y la reivindicaci¨®n de su idiosincrasia con respecto al gigantesco y cinematogr¨¢fico vecino . La tiene, vaya que s¨ª. Para lo bueno y para lo malo. Oakland no es San Francisco y los Warriors son, todav¨ªa, el equipo de Oakland . Chris Fry-Lopez, vicepresidente de la asociaci¨®n Save Oakland Sports (salvemos el deporte de Oakland) habla de ello con conciencia y orgullo , y se interesa por la irrompible ra¨ªz que une a los equipos europeos a sus ciudades. Le explico que es otro sistema, ciertamente con ventajas, pero tambi¨¦n con muchas desventajas (sostenibilidad econ¨®mica, equilibrio competitivo) con respecto al sistema de franquicias del deporte profesional estadounidense. Un marco que va camino de asolar Oakland en un pu?ado de a?os . Los Athletics de la MLB barruntan el traslado a San Jos¨¦, sin salir de la Bah¨ªa. Como los Warriors, que salvo giro ya poco probable volver¨¢n a San Francisco , donde jugaron reci¨¦n llegados de Philadelphia entre 1962 y 1971. Y los Raiders, durante a?os la joya de la corona y uno de los equipos m¨¢s reconocibles de la NFL (el que m¨¢s merchandising vende fuera de EE UU) dan pasos hacia Las Vegas. Chris recuerda sus primeros a?os de abonado de los Warriors y recuerda que los Raiders han sido el ¨²nico equipo que ha regresado a su ciudad de origen. No fue la simple vuelta de un nombre, como cuando los Bobcats volvieron a ser los Hornets, sino un regreso en toda regla tras pasar doce a?os (1982-94) en Los ?ngeles. Eso propici¨® las obras del Coliseum, hogar compartido de Raiders y Athletics, y que se alza junto al Oracle Arena, m¨¢s all¨¢ de la ciudad y a las puertas del Este de la Bah¨ªa. Siluetas tit¨¢nicas rodeadas por un mar de aparcamientos y atrapadas entre lo que fue futurista y lo que ya es at¨¢vico, como un altar a la esencia del deporte, al menos a su esp¨ªritu. No es un lugar bonito, no son instalaciones de las que presumir. Pero tienen un alma innegable, correosa . Esas instalaciones son fortificaciones que resistieron a los peores a?os para esa zona en la que comenz¨® a jugar, y a combatir estereotipos raciales, Bill Russell, que creci¨® cerca de donde se alza el Oracle porque su familia su mud¨® buscando las oportunidades de trabajo que all¨ª ofrec¨ªa la industria armament¨ªstica en plena Segunda Guerra Mundial . Tambi¨¦n casi all¨ª mismo naci¨® Damian Lillard, que siempre cita a Oakland como la raz¨®n porque la jam¨¢s siente miedo jugando. Despu¨¦s lleg¨® la era de los estadios, un tiempo en el que los propietarios de los equipos basaron sus proyectos en nuevas instalaciones con unas posibilidades econ¨®micas mejoradas exponencialmente: desde palcos VIP y tribunas especiales a todo un entorno de restaurantes, hoteles y opciones de ocio. En Oakland ni el Coliseum ni el Oracle son de los due?os de las franquicias, un problema may¨²sculo y un paso cambiado con respecto a muchas otras ciudades, donde esos grandes empresarios solo han tenido que agitar el fantasma del traslado para que desde lo p¨²blico se les apoyara: nuevos pabellones, nuevas infraestructuras, m¨¢s dinero. Empresarialmente, impecable. Para los equipos y las ciudades, muchas veces tambi¨¦n. Pero otras no, y ese conflicto de intereses ense?a el lado m¨¢s crudo de una forma por lo dem¨¢s exitosa de gesti¨®n de la empresa deportiva: cuando la calculadora y el coraz¨®n van por distintos caminos. Eso ha sucedido en Oakland, y eso es lo que en Save Oakland Sports lamentan mientras se mueven sin demasiado margen y entre gigantes: en un tiempo de disfrutar al m¨¢ximo de los Warriors, asoma la sombra del traslado (m¨¢s que una sombra ya). Incluso ahora, todav¨ªa en el Oracle, muchos aficionados de la vieja guardia no viven en directo la recompensa a muchos a?os demasiado discretos, reemplazados por otros reci¨¦n llegados que, simplemente, s¨ª pueden amoldarse al ritmo tremendo en el que todo (entradas, merchandising, restauraci¨®n) va resultando cada vez m¨¢s y m¨¢s caro en los partidos de los Warriors, ahora mismo una de las grandes minas de oro del deporte mundial. Y un equipo, adem¨¢s, cada vez m¨¢s vinculado a Silicon Valley a trav¨¦s del propietario Joe Lacob y su grupo de inversi¨®n Mandalay Entertainment, que compr¨® los Warriors en 2010 por 450 millones de d¨®lares. El jugador favorito de Silicon Valley, tambi¨¦n tiene su sentido, es Stephen Curry, la idea sobre la que gira un equipo maravilloso que, por ejemplo, va a hacer ganar a la franquicia m¨¢s de 75 millones (puede que el dato final llegue a las tres cifras) solo en estos playoffs y a trav¨¦s de la explotaci¨®n de los partidos en el Oracle. Parte de ese dinero ir¨¢, claro, destinado a sacar a los Warriors de su viejo hogar: Oakland . Porque los Warriors se ir¨¢n a San Francisco¡ salvo que la burocracia lo impida. Con una mezcla de voluntarismo y sinceridad pesimista, Chris Fry-Lopez reconoce que esa es la gran baza para evitar el traslado: que los tr¨¢mites se enreden, los asuntos legales se compliquen y, por alguna raz¨®n, durante ese tiempo suceda algo que haga cambiar a Lacob y a su gente de idea . No parece probable y Adam Silver, en nombre de la NBA, dio su bendici¨®n antes del inicio de las Finales al traslado a San Francisco y a la construcci¨®n de un nuevo pabell¨®n. Este ser¨¢ para m¨¢s de 18.000 espectadores y estar¨¢ situado pr¨¢cticamente sobre el mar, en la lustrosa zona de Mission Bay . Ya se le ha definido como ¡°el Madison Square Garden del Oeste ¡±, el transporte urbano conectar¨¢ con el downtown y tendr¨¢ todo lo necesario para ser un pabell¨®n de nueva generaci¨®n y m¨¢ximo lujo¡ al estilo San Francisco. Una vez m¨¢s, empresarialmente es dif¨ªcil de criticar. Y para la NBA, se?ala Chris con acierto, ni siquiera hay que valorar los posibles traumas de un traslado: a efectos nacionales (no digamos internacionales), San Francisco y Oakland son el mismo mercado . El gigante JP Morgan Chase financiar¨¢ en parte la construcci¨®n y dar¨¢ el nuevo nombre (Chase Center) que sustituir¨¢ a Oracle , cuyo propietario curiosamente entr¨® en la puja por los Warriors que gan¨® Lacob. Ya se ha sugerido que el equipo podr¨ªa volver a llamarse San Francisco Warriors y que como mucho podr¨ªan formularse homenajes a los a?os de Oakland a trav¨¦s de las equipaciones. As¨ª que, desde luego, todo est¨¢ en marcha¡ pero no va tan r¨¢pido como parec¨ªa. La mudanza, que pretend¨ªa hacer coincidir la era Curry con la llegada al glamour de una de las ciudades m¨¢s impresionantes del planeta, se ha retrasado hasta 2019 . Los tr¨¢mites son monumentales y en el barrio de Mission tambi¨¦n hay movimiento ciudadano pidiendo respuestas: si todos los criterios medioambientales est¨¢n correctamente satisfechos y c¨®mo se resolver¨¢n los problemas del ruido y el tr¨¢fico para la zona. El parking planificado en las primeras maquetas ten¨ªa espacio para 200 coches. Si el aforo es de 18.000 personas, es obvio que habr¨¢ un super¨¢vit de veh¨ªculos que podr¨ªa afectar especialmente a un hospital infantil cercano: ?qu¨¦ pasar¨ªa si una ambulancia se queda atrapada entre el tr¨¢fico de un partido en plena emergencia? Una denuncia al respecto ayud¨® a retrasar todo el proceso . Y eso, las pr¨®rrogas, son por ahora la mejor noticia para quienes todav¨ªa no se han dado por vencidos en Oakland. Lacob y los Warriors, mientras, siguen pagando un mill¨®n y medio de d¨®lares al a?o para disponer del Oracle, que tambi¨¦n se utiliza para conciertos y otras actividades. A esa cantidad tiene que sumar otra que la cuadriplica para ir cubriendo la deuda de un pabell¨®n remodelado completamente en 1995 y que supone otro frente entre franquicia y ciudad: si los Warriors se van, el ente que gestiona la que todav¨ªa es su casa piensa reclamarles 60 millones de d¨®lares de los que la franquicia no quiere ni o¨ªr hablar, ya que adem¨¢s el convenio actual que une a Warriors y Oracle expira en 2017: otra raz¨®n por la que se pretend¨ªa que el salto a San Francisco fuera mucho m¨¢s r¨¢pido de lo que finalmente (parece) acabar¨¢ siendo. El movimiento de Lacob y quienes gestionan la franquicia es comprensible desde su punto de vista, pero desde luego tambi¨¦n lo es la rabia de unos aficionados que viven el mejor momento de la historia de su equipo, de hecho uno de los mejores momentos de la historia de cualquier equipo, con una sombra que repiquetea constante: San Francisco Warriors, Chase Center, 2019. Para la NBA ser¨ªa un cambio perfectamente normal, para Oakland supondr¨ªa algo m¨¢s que el fin de una era : un sentimiento de orfandad y un agujero econ¨®mico cuando la ciudad asomaba por fin la cabeza y hab¨ªa unido su nombre al de uno de los jugadores de baloncesto m¨¢s espectaculares de todos los tiempos, Stephen Curry. Ser¨¢ porque, al fin y al cabo, al Este de la Bah¨ªa las cosas nunca son f¨¢ciles. Siempre ha sido as¨ª .