Con LeBron James a la cabeza, los jugadores no solo han demostrado que quieren que se escuche su voz sino tambi谷n que ahora saben que pueden hacer que sea as赤.
En 1961, hace casi seis d谷cadas, Bill Russell (ahora 86 a?os) protagoniz車 el 迆nico boicot como tal (la terminolog赤a suele ser confusa en estos asuntos: tambi谷n hay huelgas, aplazamientos, suspensiones#) de un partido NBA. De un amistoso, de hecho. Cuando la rivalidad entre Boston Celtics y St Louis Hawks era lo m芍s parecido a un hito en aquella precaria competici車n (en 1962 llegaron las primeras Finales Celtics-Lakers), ambas franquicias fueron a jugar a Lexington, en Kentucky. Zona muy dura para los afroamericanos, rincones del mapa de Estados Unidos casi inh車spitos tambi谷n para unos deportistas negros que, hasta Russell, ni siquiera ten赤an permitido ser grandes estrellas. Por entonces, la NBA trataba de recaudar a golpe de factor identitario. Por eso exist赤a el pick territorial en el draft, para no alejar a sensaciones de College de los alrededores de las que hab赤an sido sus universidades, y por eso se jugaban amistosos como este. Cliff Hagan (Hawks) y Frank Ramsey (Celtics) eran atracciones perfectas para lucirse en Lexington: nacidos y criados all赤, lanzados a la fama (regional) en la universidad de Kentuky#
# y blancos. Los Wildcats no tuvieron jugadores afroamericanos hasta 1969. La NBA rompi車 la barrera racial en 1950 gracias a los Celtics que gobernaba Walter Brown y entrenaba Red Auerbach. Los verdes, en aquella Boston tambi谷n con muchos fantasmas raciales en el armario, eligieron en 1950 al Chuck Cooper, el primer afroamericano drafteado en al NBA. Tambi谷n fueron en 1964 el primer equipo que arranc車 un partido con un quinteto totalmente negro. Y los primeros en tener un entrenador (el propio Bill Russell, que ejerc赤a de t谷cnico y jugador) afroamericano. Su rival, los Hawks, fueron el 迆ltimo equipo en ganar un anillo con un equipo totalmente blanco (1958).
En Lexington, en 1961, dos jugadores negros de los Celtics (Sam Jones y Tom Sanders) no fueron atendidos en la cafeter赤a del hotel en el que se alojaban. Bill Russell mont車 en colera, KC Jones se uni車 a 谷l y los cuatro, junto al rookie Al Butler, decidieron no jugar y regresar a Boston. Se sumaron los dos integrantes negros de los Hawks, el boicot se complet車# y el partido se jug車. Bob Cousy, el primer gran playmaker del baloncesto profesional, ha lamentado despu谷s p迆blicamente no haber dado un paso al frente por sus compa?eros. Red Auerbach se empe?車 en jugar y solo Walter Brown se descompuso cuando conoci車 despu谷s los hechos. Cleo Hill, uno de aquellos dos jugadores de raza negra de los Hawks, fue despreciado y apartado por sus compa?eros y su equipo y languideci車 en un mundo que Bill Russell defini車 as赤: ※Creo que empiezan a tolerar a los negros como divertimento, mientras les entretengamos, pero siguen sin tolerarnos como personas§.
Si la situaci車n de Cleo Hill te ha recordado, aunque sea un poco solo a Colin Kaepernick, y si el discurso de Bill Russell te ha sonado a algo que se ha repetido en los 迆ltimos d赤as en la burbuja de Walt Disney World, es porque la esencia de las cosas puede no haber cambiado tanto. Por muy deprimente que suene. Bill Russell estuvo all赤, en Lexington en 1961. March車 junto a Luther King, escuch車 en directo el ※I have a dream§, jug車 un d赤a despu谷s de su asesinato y fue uno de los que llev車 en su hombro el ataud de Jackie Robinson, el primer afroamericano en las Ligas Mayores de b谷isbol. Y, por eso, un s赤mbolo de la superaci車n de unas barreras que solo son invisibles si no tienes inter谷s en mirar, y que como m芍ximo han mutado en l赤neas rojas y techos de cristal. ?Mejor que hace sesenta a?os? Faltar赤a m芍s. ?Suficiente? Si te lo parece, eres parte del problema.
Bill Russell, sesenta a?os despu谷s
Bill Russell naci車 en Louisiana, otra zona dura donde sus recuerdos de ni?o son las voces de polic赤as burl芍ndose de su madre por ponerse ※vestidos de blanca§. Creci車 en Oakland, otra zona dur赤sima de la que escap車 gracias al deporte y a pesar de que por entonces solo pod赤a ser el acompa?ante de la estrella blanca: cuando promediaba 20 puntos y 20 rebotes como junior en la Universidad de San Francisco no fue elegido Mejor Jugador del A?o... en el Norte de California. El premio fue para un blanco. Despu谷s de su primera temporada en la NBA (casi 15 puntos y 20 rebotes de media) el Rookie del A?o fue su compa?ero Tom Heinsohn. Mientras ganaba anillos con los Celtics escuchaba insultos por las calles de Boston y ve赤a como su casa era asaltada y vandalizada con heces y pintadas racistas. No se entendi車 con el p迆blico, no se entendi車 con la prensa y ni siquiera acudi車 a la retirada de su n迆mero 6 en el Garden ni a la ceremonia de entrada en el Hall of Fame. Pasaron a?os hasta que enterr車 el hacha de guerra con Boston (ciudad a la que llam車 ※un circo de pulgas del racismo§), se reconcili車 con los Celtics y se convirti車 en uno de los rostros de la NBA, donde solo 谷l ha ganado once anillos de campe車n como jugador. En 2011, Barack Obama le impuso la Medalal de la Libertad. En 2013 se levant車 una estatua en su honor en el Ayuntamiento de Boston.
?Por qu谷 todo esto? Porque Bill Russell sabe. Ha visto, ha vivido. Y es una de las personalidades m芍s trascendentales de la historia del deporte estadounidense. Quienes ningunean la voz de los jugadores NBA porque (un t車pico sobre otro) dibujan j車venes caprichosos, ignorantes y multimillonarios, evitar escuchar la voz de Bill Russell. O la de Doc Rivers, 58 a?os e hijo de un polic赤a de Chicago: ※Seguimos amando a nuestro pa赤s y nuestro pa赤s sigue sin amarnos a nosotros§. O la de Sam Mitchell, con pasado militar: ※No puede ser que solo seamos estadounidenses cuando hay que ir a luchar en las guerras§. O la de Robert Horry, que llor車 en televisi車n contando c車mo es la vida de un padre afroamericano que tiene que explicar a sus hijos por qu谷 mueren muchos como ellos abatidos por la polic赤a. Por qu谷 tienen que comportarse de una determinada manera en p迆blico, por qu谷 tiene que exigirse un est芍ndar de comportamiento mucho m芍s alto que el de los blancos y por qu谷 sus padres tienen miedo cada vez que salen de casa.
Adultos con mucha vida a las espaldas, muchas veces con l芍grimas en los ojos, hablan de una realidad extenuante, de una existencia condicionada, de unos problemas que no deber赤an tener solo por ser de raza negra. Dicen que est芍n cansados. Y solo piden una maldita cosa: que escuchemos. Pero incluso as赤, y m芍s en esta era de las redes sociales y la toxicidad entre trincheras, una parte de la sociedad se niega a hacerlo. Por eso JR Smith escribi車 en Instagram tras suspenderse el Lakers-Blazers ※si no nos escuch芍is no nos vais a ver§. Por eso Tobias Harris titul車 su art赤culo en The Player*s Tribune ※nos o赤s pero no est芍is escuchando§. Por eso Kyle Korver, alero blanco que lleva en la NBA desde 2003, escribi車 esto, en otro maravilloso art赤culo en The Player*s Tribune, sobre precisamente eso, escuchar: ※Por mucho que apoye a mis compa?eros negros, yo tengo el aspecto del otro t赤o. Por mucha pasi車n y compromiso que ponga en ser su aliado, estoy en esto desde el punto de vista del privilegiado que est芍 porque quiere. Cuando me vaya bien, pueda salirme. Cada d赤a tengo esa opci車n, un privilegio que se me dio por el color de mi piel. (#) Ahora no tengo respuestas para todo pero tengo que seguir profundizando en la historia del racismo en Am谷rica. Tengo que escuchar. Lo dir谷 otra vez porque es as赤 de importante: tengo que escuchar§.
Escuchar. Los jugadores de la NBA retomaron la competici車n, algunos a rega?adientes, porque la Liga iba a crear (lo ha hecho) un entorno intocable para el virus de la COVID-19 pero tambi谷n porque, finalmente, la burbuja de Florida iba a ser un altavoz para una lucha social que hab赤a roto definitivamente tras el asesinato de George Floyd, el 25 de mayo. Pero m芍s de un mes de aislamiento y soledad despu谷s, los jugadores vieron los disparos a bocajarro que recibi車 Jacob Blake en Kenosha (Wisconsin). Y vieron, mientras rumiaban el shock, otro shock, c車mo un joven de 17 a?os blanco y con afinidad a teor赤as y grupos supremacistas, mat車 con un arma de asalto a dos manifestantes y se fue silbando, mientras la polic赤a le gritaba (a 谷l y a otros como 谷l) ※agradecemos lo que hac谷is§. Finalemnte, el otro vir迆s si penetr車 en la burbuja. El hast赤o, la n芍usea, la derrota: me sorprende hasta qu谷 punto mucha gente cree que no necesita escuchar a quienes viven en esa realidad cada d赤a. A quienes, aunque ahora tengan dinero, crecieron as赤, siguen teniendo problemas por ello y siguen aterrados cuando sus hijos salen de casa. No comprendo por qu谷 hay una agenda obsesionada con quitar legitimidad a unas voces que hasta ahora han sido pac赤ficas y ejemplares. Y que se han mojado. No han hablado desde la barrera, no han frivolizado, desde luego no han sido irresponsables. No hay ning迆n motivo para que, en 2020, se repita el mantra de que ※no hay que mezclar pol赤tica y deporte§. Ni siquiera cuando se cree que hablar de vidas humanas es pol赤tica. O aquel de ※ded赤cate a meter canastas§. Esa mascarada ha ca赤do porque, finalmente, exigir a un deportista que no se meta en pol赤tica es un acto, b芍sicamente, pol赤tico. Desde Fox, el brazo mainstream del supremacismo, se le dijo a LeBron James que ※se callara y driblara§. M芍s de medio siglo despu谷s de, recuerdo, la reflexi車n de Bill Russell: ※Nos toleran como divertimento, pero no como seres humanos§.
No basta con atenci車n sin acci車n
Finalmente, las semanas en la burbuja han demostrado que los logos de Black Lives Matter en la pista, los mensajes en las camisetas y las campa?as publicitarias no son suficiente. Que se convierten en parte de paisaje antes de promover cambios reales: acciones. Y ah赤 reside el coraz車n de la rebeli車n de los jugadores. No es suficiente, hacer campa?a (plausible) sin molestar al status quo no lleva a ninguna parte. No a donde, en 2020, han decidido que quieren ir los actores protagonistas de la NBA. Estos d赤as se ha repetido mucho, tambi谷n, una famosa frase de Malcolm X: ※El hombre blanco tratar芍 de contentarnos con victorias simb車licas que no impliquen equidad econ車mica y justicia real§. ?Que si la acci車n funciona? Minutos despu谷s de no jugar contra los Magic, los jugadores de los Bucks (el equipo del estado en el que fue tiroteado Blake) ya ten赤an al tel谷fono al fiscal general de Wisconsin. Es un buen ejemplo. Despu谷s de romper la baraja en la primera reuni車n de los jugadores, LeBron James y Kawhi Leonard (como rostros visibles) hicieron que las franquicias escucharan. Y que se comprometieran. Hay que decir que las vidas negras importan, y hay que invertir en justicia social e igualdad. Pero hay que hacer m芍s.
Y, desde luego, no parece momento este para acusar a los jugadores de no acompa?ar con acciones sus palabras. Algunos siguen ceb芍ndose con LeBron James y con la NBA por no responder bien a la crisis de pretemporada con China. Y es tan cierto que ah赤 todos se pillaron los dedos con un socio preferencial que es un saco de millones como que eso no borra ni deslegitima el resto de acciones y que hay pa赤ses, reg赤menes y gobiernos, con los que es dif赤cil hacer negocios y salir con la camisa limpia. En Pek赤n tambi谷n hubo unos Juegos en 2008, por ejemplo. ?En qu谷 pa赤ses se celebran pruebas del del motor, mundiales de todos los deportes, competiciones de f迆tbol importadas? El mismo sistema que algunos defienden con u?as y dientes crea extra?os compa?eros de cama.
LeBron, cuyo silencio entonces puso su cabeza en ciertas bandejas de plata, ha invertido 41 millones de d車lares en la construcci車n de un colegio p迆blico para ni?os con necesidades especiales en su Akron natal. Acaba de crear una organizaci車n que est芍 poniendo medios, dinero e ideas para fomentar y facilitar el voto entre las comunidades afroamericanas. Y se podr赤a seguir con su labor social durante un par de p芍rrafos m芍s, como m赤nimo. Demonios, ni siquiera tiene esta vez el m芍s m赤nimo sentido el argumento de que los jugadores (hip車critas) se pliegan cuando se les toca el bolsillo. No cuando el factor econ車mico ha estado sobre el tapete desde el principio en un debate poli谷drico y maduro. Nadie ha usado esl車ganes a la ligera, nadie ha dejado a un lado el peligro de herir de muerte a una liga que genera unos 8.000 millones de d車lares al a?o (o generaba, antes de la pandemia) y en el que el salario medio de los jugadores supera los siete millones. Nadie ha ocultado que en la conversaci車n influye mucho la sostenibilidad econ車mica y el mantenimiento de trenes de vida, familias e hijos. Supongo que como en cualquier entorno laboral del mundo, en realidad.
Los jugadores quieren que los propietarios se impliquen, que no se limiten a manifestarse en las redes sociales (insisto: nada es insignificante en todo caso) y que ejerzan la posici車n de privilegio que les dan su poder adquisitivo y sus contactos, normalmente en la alt赤sima pol赤tica. La NBA es la Liga progresista por excelencia. Y ha pasado, tras unos a?os de gal芍ctica bonanza econ車mica, a tener los propietarios m芍s ricos del deporte profesional estadounidense: 3.300 millones de d車lares de promedio (lo dispara Steve Ballmer, el due?o de los Clippers y la und谷cima persona m芍s rica del mundo). Y los que acumulan (un motor relativamente joven) menos tiempos en el cargo (12,4 a?os).
De los 400 millones de fortuna de Robert Sarver, el propietario de Phoenix Suns, a los casi 60.000 de Ballmer, se extiende un mundo de posibilidades, tel谷fonos en agendas, reuniones en las altas cimas de los engranajes sociales y econ車micos# ah赤 apuntan los jugadores. Ah赤 y a una Liga mastod車ntica y sus socios: Disney, Nike, Turner# Con LeBron a la cabeza, se ha pasado a exigir compromisos reales, planes de acci車n rubricados por escrito, puestos de nueva creaci車n en las franquicias# hace no mucho, no hay que olvidarlo, Zion Willamson (20 a?os, contrato rookie) se ocup車 de un mes de sueldo de los trabajadores de los Pelicans afectados por la pandemia cuando todav赤a no hab赤an movido un dedo los propietarios, con una fortuna de m芍s de 3.000 millones. La c迆pula de los Sixers tuvo que correr a igualar (nada m芍s) la donaci車n a los trabajadores de Joel Embiid, cuyo bote no llega al 1% del capital de estos. Las franquicias han comprometido 300 millones en 10 a?os a las causas sociales. Un (otro) buen gesto, pero la cuenta para no echar las campanas al vuelo es f芍cil: un mill車n al a?o por equipo. Los jugadores, con el imperio LeBron a la cabeza, quieren m芍s.
Una crisis en plena era del jugador
Y han ejercido su poder para dejarlo claro. Es el signo de estos tiempos en la NBA, los del jugador empoderado que no tiene miedo a los 車rdagos. Que es, de hecho, el que los plantea. Culto, conocedor de sus derechos y su potencial y capaz de descifrar un juego en el que antes se perd赤an los deportistas de forma irremisible: los propietarios de las franquicias, y al final es el pilar m芍s obvio de un asunto complejo, no quieren perder dinero. No quieren matar a sus gallinas de los huevos de oro. Rugen de entrada, intentan amedrentar# pero son en realidad fr芍giles, especialmente en estos tiempos. Los jugadores quieren justicia para que haya paz y quieren acci車n para que la atenci車n sea suficiente. Y saben que tienen derecho a reclamar. Y tambi谷n que, muy probablemente, acaben teniendo la sart谷n por el mango. O, al menos, que pueden pelear por hacerse con ese mango.
La burbuja de Disney era el escenario perfecto para que los jugadores escenificaran una fuerza de la que hace tiempo que son plenamente conscientes: una sede que concentra todo el universo NBA, los principales actores compartiendo hoteles y sometidos a las mismas fronteras geogr芍ficas. Un foco obvio, como el de la rebeli車n que legitim車 el sindicato de jugadores (NBPA) en 1964. Por entonces, la Liga estaba a un a?o de tener su primer contrato televisivo a nivel nacional. Lo iba a firmar con ABC, que quer赤a televisar en directo aquel All Star Game, que pasaba as赤 a convertirse en la puesta de largo medi芍tica de una competici車n que hasta entonces no hab赤a despegado. Y que llevaba una d谷cada toreando a esa NBPA que no consegu赤a que nadie, ni comisionado ni equipos, se sentar芍 a hablar con sus representantes.
All赤, en el Boston Garden (nada menos), se plantaron las primeras s迆per estrellas de la NBA: otra vez Bill Russell, Oscar Robertson, Jerry West, Wilt Chamberlain y un Tom Heinsohn que ejerc赤a del presidente del sindicato. Bajo amenaza de no jugar el partido de las estrellas, y de dejar marchar un tren que puede que no volviera jam芍s (uno televisado), los jugadores exigieron legitimidad y reconocimiento oficial para el sindicato y un lote de medidas que inclu赤a el primer plan de pensiones para ellos o la obligaci車n de que cada equipo contratara a un preparador f赤sico. Despu谷s de muchos nervios, la m芍quina cruji車 y la Liga y sus franquicias cedieron. Y tuvieron que reconocer a la NBPA y los derechos de sus empleados, los jugadores. Fue el primer sindicato del deporte profesional estadounidense (la MLB lo cre車 en 1968 y la NFL en 1968). Pero su legitimidad exigi車 pelea y amenaza de boicot: acci車n. Otra vez, la m迆sica no suena muy pasada de moda.
La diferencia entre esta 谷poca y las anteriores, un proceso de lenta evoluci車n estructural, es que es m芍s obvio que nunca, no hay trampa ni cart車n, que las estructuras super millonarias que son hoy en d赤a las franquicias acaban dependiendo de las decisiones de jugadores generalmente muy j車venes (tal vez no haya una edad mejor que otra para , por ejemplo, si se dejan pasar o no contratos con 80 millones de d車lares extra garantizados) y cuyas aspiraciones y motivaciones son cada vez m芍s particulares y dif赤ciles de predecir. Kevin Durant se fue a los Warriors que acababan de dejar a sus Thunder fuera de las Finales en una seria dram芍tica (de 1-3 a 4-3) y se fue despu谷s a los Nets sin importarle el traslado a San Francisco, con lluvia de millones, o las posibilidades inmejorables de ganar m芍s anillos. LeBron James primero volvi車 a una Cleveland en la que hab赤a sido el gran sat芍n tras su fuga a Miami y despu谷s, ganado un t赤tulo y cubierto un ciclo, eligi車 marcharse, con 33 a?os y cada vez menos opciones de ampliar los tres anillos de su curr赤culum (aunque en eso est芍), a unos Lakers mal posicionados (cuando 谷l lleg車) en el corto plazo deportivo.
Kyrie Irving pidi車 irse en 2017 de los Cavaliers porque ya no quer赤a jugar a la sombra de LeBron James y el pasado verano se fue a los Nets, precisamente con Kevin Durant, porque ya no quer赤a jugar a la sombra de las diecisiete banderas de campe車n que adornan el Garden, donde la continuidad de Al Horford parec赤a garantizada hasta que se filtr車 la irrupci車n de un "pretendiente misterioso" que acab車 siendo Philadelphia 76ers, otro meritorio en las nuevas jerarqu赤as del Este y, m芍s all芍, el gran rival hist車rico de los Celtics en su Costa, antes de girar la vista hacia Los ?ngeles. Esos mismos Sixers se quedaron sin un Jimmy Butler que hab赤a forzado un a?o antes su salida de los Timberwolves tras acabar no precisamente bien en los Bulls y que el pasado verano, despu谷s de tener contra las cuerdas al futuro campe車n en un s谷ptimo partido de semifinales de Conferencia, opt車 por irse a Miami Heat, donde se le ofrec赤a menos dinero y peores aspiraciones deportivas, al menos en el corto plazo y por mucho que no haya sido finalmente as赤.
Kawhi Leonard pas車 de ser el primer gran jugador que acaba de la peor manera posible con los Spurs de RC Buford y Gregg Popovich, la franquicia pluscuamperfecta, a ser el primero que se iba del equipo campe車n tras haberse proclamado MVP de las Finales. Su sue?o era jugar en su California natal y sus cuentas pasaban por hacerlo en la mejor situaci車n competitiva posible, objetivo que consigui車 enredando durante d赤as a Lakers y Raptors para amasar capacidad de presi車n mientras tanteaba a otras estrellas: Durant, Harden, Butler... hasta que recibi車 el s赤 de Paul George, otro angelino que en 2017 pidi車 salir de los Pacers para jugar en los Lakers pero acab車 traspasado a los Thunder, donde se le supon赤a a pr谷stamo durante un a?o pero donde renov車 finalmente por cuatro. En Oklahoma City la fiesta fue tal que aquel 7 de julio de 2018 fue nombrado d赤a oficial de Paul George. Sin saber, claro, que menos de un a?o despu谷s el alero iba a orquestar una ultra agresiva petici車n de traspaso que oblig車 a los Clippers a meterse en un intercambio de r谷cord (dieron a Danilo Gallinari, Shai Gilgeous-Alexander y cinco primeras rondas m芍s el derecho a intercambiar otras dos). Kawhi y Paul George llegaron a su destino so?ado pero los dos podr芍n ser agentes libres otra vez en 2021, ya que Kawhi firm車 por solo tres a?os (103 millones) y en 2+1. As赤 que los Clippers pueden verse sometidos a una presi車n m芍xima ya en el futuro casi inmediato, si esta temporada no acaba bien para sus intereses. En OKC, mientras, el golpe de Paul George oblig車 a adelantar a toda prisa, y no seg迆n los planes iniciales de la franquicia, el final de la era Russell Westbrook.
Franquicias con el ce?o fruncido
Todo eso, pieza tras pieza de un domin車 inaudito, sucedi車 en un pu?ado de d赤as del pasado julio. Una sucesi車n de giros de guion que cambi車 por completo el mapa de la NBA y, por ejemplo, dej車 muy tocados a unos mercados peque?os que hab赤an celebrado durante el a?o anterior la continuidad de Paul George en OKC y el t赤tulo de Toronto Raptors tras su firme apuesta por tener, al menos un a?o (as赤 fue) a Kawhi Leonard. Pero todo cambio en unas semanas entre el culebr車n venezolano y la superproducci車n hollywoodiense que, sobre todo, llevaron a la primera l赤nea de debate la consumaci車n del nuevo sentido de libertad de los jugadores. Estos ahora hacen lo que les viene en gana y destilan un aroma a poder que pasar芍 examen precisamente cuando se negocie el nuevo convenio colectivo y se pongan frente a unas franquicias que perciben que est芍n cada vez m芍s a la cola, a verlas venir y sin manera de influir en los jugadores de la manera en que lo han hecho tradicionalmente. El trabajo del general manager sigue siendo esencial, pero su rol en los primeros d赤as de la agencia est芍 cambiando de forma dr芍stica.
Sam Presti, el ni?o prodigio (ahora 43 a?os) que es general manager de los Thunder desde que eran Seattle Supersonics, ha sido en los 迆ltimos a?os uno de los estandartes de la resistencia del mercado peque?o, una de las figuras que demostraban que en los despachos se generan ventajas competitivas casi tan grandes (o al menos tan necesarias) como las que marcan los mejores jugadores en la cancha. Presti, que en 2001 (?con 25 a?os!) ya se apunt車 el tanto de recomendar a los Spurs que draftearan a un base franc谷s llamado Tony Parker, fue tajante cuando neg車, apenas horas despu谷s de que hablara el alero, la versi車n de Paul George, que vendi車 una salida de los Thunder pactada y consensuada por ambas partes. Despu谷s, con un tono en el que seguramente hab赤a m芍s cansancio que derrotismo, public車 un art赤culo en la prensa de Oklahoma en el que reconoci車 que hasta su chistera se puede acabar quedando sin conejos: "tal y como est芍 dise?ada ahora la Liga, los mercados peque?os operamos con obvias desventajas. no hay ya motivos para fingir que eso es de otra manera".
Desde lo alto de la pir芍mide se multiplican los mensajes que invitan a repensar un sistema marcado ahora, y esta vez son los propietarios los que toman buena nota, por el advenimiento de esta nueva era de poder absoluto de los jugadores. Que adem芍s, en tiempo de redes sociales y comunicaciones directas y pr芍cticamente ininterrumpidas, pueden ocupar un lugar nuevo y preferente en el relato. Mucho m芍s cerca del aficionado, mucho m芍s directos en el mensaje, mucho m芍s capaces de no parecer los malos de la pel赤cula, un problema tradicional en unos conflictos laborales en los que sus salarios, estilos de vida y a veces incluso raza (bienvenidos a Am谷rica, otra vez) cambiaban el paso de unos aficionados que no sol赤an percibirlos en una lucha de trabajadores contra patrones, donde la simpat赤a suele inclinarse hacia los primeros, y que adem芍s ve赤an a esos j車venes, a los que consideraban millonarios caprichosos, como principales responsables de los lockout que mandaban al limbo semanas y semanas de competici車n.
El due?o multimillonario, con el que sorprendentemente el aficionado al deporte tiene muchas veces m芍s paciencia y empat赤a, lo tiene mucho m芍s dif赤cil ahora. No solo porque los jugadores tienen una fuerza nunca vista como marcas personales y est芍n pr芍cticamente metidos, pantallas mediante, en casa de un nuevo tipo de aficionados. Tambi谷n porque les resultan mucho menos efectivas las v赤as de comunicaci車n tradicionales. En 1998, Mike Wise public車 en el New York Times un art赤culo atronador durante el lockout que dej車 la Regular Season en 50 partidos por equipo (464 menos en total), sin All Star Weekend y con fecha de inicio en el 5 de febrero. Un golpe monumental para una Liga que bastante ten赤a con sostenerse en lo que era, para colmo, el a?o I sin Michael Jordan, que se hab赤a ido por segunda (y esta vez definitiva) vez de Chicago Bulls. El base Kenny Anderson le cont車 a Wise el efecto del cierre patronal en sus finanzas, y detall車 sus cuentas y gastos con todo detalle. Una candidez que, ni siquiera era el objetivo del periodista, puso a los jugadores en la picota, sentenciados por una opini車n p迆blica pasmada.
Era una NBA con los jugadores unidos de aquella manera y un sindicato manejado off the record por David Falk, el s迆per agente de Michael Jordan pero tambi谷n de los dos l赤deres de la asociaci車n de jugadores, Patrick Ewing y Alonzo Mourning. Anderson hab赤a firmado en 1996 un contrato de siete a?os y 49 millones, unos muy saludables siete al a?o con la media de la liga todav赤a en 2,6. El lockout le costaba, cont車 el con pelos y se?ales, 76.000 d車lares por cada partido que no se jugaba durante el cierre patronal. Anderson aseguraba, sin pensar en qu谷 imagen transmitir赤a eso, que tal vez tendr赤a que vender uno de los ocho coches de lujo que ten赤an puesto a su nombre o el de su mujer y que les quitaban 75.000 d車lares cada a?o entre seguros y mantenimiento.
La exestrella del legendario baloncesto de instituto neoyorquino, con 29 a?os, ten赤a garantizados a priori esa temporada 5,8 millones, que se quedaban despu谷s de impuestos en unos 3 ("como si fuera socio del estado"). Ten赤a dos hijas con su actual pareja y otras dos con otras dos mujeres a las que pagaba 14.400 d車lares totales al mes, a los que hab赤a que sumar 3.000 en hipotecas e impuestos inmobiliarios. M芍s, y ya en cantidades anuales: 232.000 para su agente (el 4% del 迆ltimo contrato firmado), 175.000 en abogados y gastos legales y un total indeterminado en pr谷stamos (regalos a fondo perdido, en realidad) para amigos y familiares, que se llevaban cheques de entre 3.000 y 5.000 d車lares. Wise escribi車 despu谷s sobre las labores que hac赤a Kenny Anderson en su antigua comunidad y los problemas reales de un buen chico real. Pero ya casi nadie quer赤a escuchar porque, muy convenientemente para el establishment, Kenny Anderson estaba boicoteando la NBA para chantajear a las franquicias y aumentar esa colecci車n de ocho coches de lujo.
Hoy, sucede en todos los 芍mbitos, los mensajes est芍n atomizados y las redes sociales ejercen, a veces para bien y much赤simas otras para mal, una suerte de nuevo boca a boca que escapa al control de cualquier estrategia comunicativa tradicional. Y la lectura y manejo de esa nueva realidad es uno de los grandes legados, al menos entre bastidores, que va a dejar LeBron James a sus compa?eros de profesi車n. Del mismo modo que los Warriors, su n谷mesis durante un lustro, han sido mucho m芍s que uno de los mejores equipos de la historia y est芍n ayudando a redefinir el concepto de franquicia, LeBron ha dado a los jugadores un nuevo poder mucho m芍s real, p迆blico y material. Uno definido por esa absoluta libertad de expresi車n y acci車n.
En 2010, LeBron anunci車 en "The Decision", un especial televisivo en ESPN de infausto recuerdo (pero seguido en directo por nueve millones de personas), que cerraba ciclo en los Cavaliers de su Ohio natal para irse a los Heat de la glamurosa Miami. Fue un error, mal parido y peor ejecutado incluso en t谷rminos de producci車n, pero fue la primera muesca de un jugador que estaba cambiando la forma de relacionarse con todo lo que lo rodeaba. En sus cuatro a?os en Miami, que defini車 como el periplo universitario fuera de casa que no hab赤a tenido ya que salt車 a la NBA desde el instituto, madur車 como jugador pero tambi谷n como persona. Como empresario y como gestor. Sin aquel patinazo que le convirti車 en uno de los deportistas m芍s odiados de Am谷rica no hubiera sido posible, as赤 son las cosas, la exquisita carta redactada con Lee Jenkins para Sports Illustrated (el periodista ahora trabaja en los Clippers) en la que anunci車 en 2014 su vuelta a casa. O un proceso de salida hacia los Lakers, en 2018, que acab車 con un escueto comunicado de su agencia, dirigida siempre por su eterna mano derecha, Rich Paul.
En ocho a?os, y esa fuerza se ha vuelto a sentir ahora en la burbuja de Florida, uno de los mejores jugadores de la historia hab赤a cambiado tres veces de equipo, hab赤a ganado tres anillos y perdido cinco Finales; Hab赤a manejado los tiempos y los discursos, impuesto su marca y sus se?as comunicativas y manejado sus contratos con astucia y ego赤smo pero sin caretas, con el objetivo de maximizar sus ganancias seg迆n se mov赤a el salary cap pero tambi谷n de ejercer un control de facto casi total en sus equipos, que acabaron desquiciados en carreras extenuantes por tenerle siempre contento y bien rodeado. Les pas車 a los Heat pese al embrujo de Pat Riley y les pas車 desde luego a los Cavaliers, que en la temporada 2017-18 jugaron las Finales sin saber muy bien c車mo, con un equipo cogido con alfileres y sin tener ni idea de si ten赤an que planificar en el corto plazo, con un riesgo tremendo si LeBron finalmente se iba, o para el medio y largo, con el problema de comprometer el presente y tal vez con ello empujar definitivamente a su estrella a la puerta de salida. Un galimat赤as.
LeBron hab赤a hecho todo eso sin da?ar una imagen p迆blica totalmente reconstruida y ya esencialmente inquebrantable, con las redes sociales como ventana de los dem芍s a su mundo, y no al contrario, y las ataduras que hab赤an limitado la toma de decisiones de los jugadores, especialmente de las grandes estrellas, reventadas y hechas un ovillo. El advenimiento definitivo de la era del jugador, uno que adem芍s ha decidido usar ese m迆sculo para promover el cambio social. Y para exigirlo donde su mensaje no cala con tanta facilidad# o se intenta que no empape m芍s all芍 de la superficie.
Cuando los jugadores no ten赤an derecho a elegir
Conviene recordar, volviendo por 迆ltima vez a la historia de la NBA, que incluso con sus defectos y vicios (ya obvios) el proceso de empoderamiento del jugador ha sido una victoria de su fuerza trabajadora y, como tal, algo digno de celebraci車n. A partir de ah赤, forma parte de la banda sonora del mundillo NBA en los 迆ltimos a?os: "Antes los jugadores eran fieles a su equipo durante toda o casi toda su carrera", "antes las estrellas no quer赤an jugar juntas sino enfrentarse". En la pista y, para los demasiado nost芍lgicos, parece que tambi谷n en justas medievales a vida o muerte. Las estrellas actuales tienen nuevas motivaciones y nuevos intereses, interact迆an desde cr赤os en los circuitos AAU o despu谷s en las versiones NBA del Team USA que compite desde 1992 en Juegos Ol赤mpicos y Mundiales. Y todo est芍 llegando a un extremo que puede acabar resultando excesivo, finalmente contraproducente. Veremos. Pero por ahora est芍n ejerciendo unos derechos de los que ahora son plenamente conscientes y que antes, sencillamente, no ten赤an. Los aficionados que critican algunos movimientos (muchas veces en funci車n de las camisetas que haya en el ajo) son los mismos que consumen con frenes赤 cada culebr車n y explosionan con cada rumor. Y los que olvidan que muchas estrellas de anta?o habr赤an matado por, simplemente, tener la libertad de movimientos que tienen las actuales. Que, como m赤nimo, es la que tienen que tener en su contexto y como trabajadores que finalmente son.
La agencia libre es un artefacto relativamente nuevo en la NBA. De hecho, ni siquiera exist赤a en un formato similar al actual hasta 1988. As赤 que los jugadores no ten赤an libertad para elegir destino ni siquiera cuando terminaban contrato. Esa lucha acab車 con Tom Chambers, un excelente ala-p赤vot blanco que fue cuatro veces all star, pero hab赤a comenzado d谷cadas antes a lomos de gigantes inolvidables. Bob Cousy puso en marcha la NBPA en 1954, cuando en la Liga no hab赤a seguros m谷dicos, planes de pensiones ni salarios m赤nimos (el medio estaba en 8.000 d車lares por temporada). Rick Barry, el excepcional alero que tiraba los tiros libres en estilo cuchara y que fue campe車n con los Warriors y ocho veces all star, lleg車 a la Bah赤a en 1965, cuando todav赤a funcionaba en todo el deporte profesional estadounidense la reserve clause, una cl芍usula por la cual los equipos conservaban los derechos de los jugadores una vez finiquitados los contratos.
La 迆nica opci車n era negociar uno nuevo o jugar por decreto una temporada m芍s para el mismo equipo si este no quer赤a dejarle marchar o traspasarle. Los jugadores no ten赤an en esencia armas para negociar m芍s all芍 de la presi車n que pod赤an ejercer neg芍ndose a jugar. Barry fue el primer deportista profesional que, en 1967, plant車 cara a la reserve clause para tratar de saltar de la NBA a la reci谷n creada ABA, la liga alternativa que oper車 hasta 1976. Cuando lo hizo, se le tach車 poco menos que de pesetero porque por entonces, sencillamente, no se consideraba que un deportista profesional tuviera derecho, bastante bien viv赤a ya, a aspirar a mejoras a trav谷s del cambio de equipo. El hecho, otra vez el relato, era que la oferta (75.000 d車lares) de los Oakland Oaks, cuyo entrenador Bruce Hale era su su suegro, se mov赤a en cantidades id谷nticas a la de los Warriors, que todav赤a jugaban en San Francisco.
Barry ret車 a los Warriors, se pas車 la temporada 1967-68 sin jugar y, aunque no gan車 por la v赤a legal, abri車 la puerta al cambio de jugadores entre ligas, de por s赤 una bendici車n para un colectivo de repente con m芍s opciones y, por lo tanto, con salarios m芍s altos: la media pas車 de 18.000 d車lares al a?o en 1967 a 110.000 en 1975, cuando la NBA, que antes hund赤a su fuerza en lo que de facto era un monopolio, ya operaba en busca de la integraci車n de las dos competiciones. La ABA gan車 legitimidad con este trance. Los jugadores pod赤an optar por otra liga y pod赤an aspirar a controlar su destino deportivo y su futuro econ車mico. El terreno se hab赤a abonado para la llegada de otro personaje fundamental en la historia del baloncesto dentro y fuera de las pistas: Oscar Robertson. Big O fue un base extraordinario, campe車n en 1971 con los Bucks de Lew Alcindor (despu谷s Kareem Abdul-Jabbar), MVP en 1964 y doce veces all star. Y antes, en los duros a?os cincuenta, leyenda de Indian芍polis con el instituto Crispus Attucks, el centro segregado, para chicos negros, cuya historia sirvi車 de base para la recordada pel赤cula Hoosiers: el primer equipo de un instituto para negros que gan車 un campeonato estatal y pase車 por su ciudad como vencedor, aunque por una ruta limitada a algunos barrios. No fuera a ser que#
Robertson, el primero de raza negra con un cargo semejante en el deporte estadounidense, fue un presidente del sindicato de jugadores valiente y comprometido. ?l inici車 la batalla contra la fusi車n NBA-ABA y en aras de la libertad de mercado. Eran otros tiempos: jug車 catorce a?os y asegur車 despu谷s que su sueldo total en ese tiempo no lleg車 al mill車n de euros. En 1970 Robertson plante車 una denuncia que le enfrentaba, en realidad muy solo, a los equipos. Por entonces veintid車s (14 de la NBA y 8 de la ABA). El litigio se alarg車 hasta 1976, a?o de la fusi車n y de un acuerdo que de base sentaba los principios para la desaparici車n de la reserve clause y el primer embri車n de la agencia libre, el mercado en el que los jugadores sin contrato eligen destino. Esa nueva norma llev車 el nombre de Oscar Robertson Rule. La senda estaba abierta, pero segu赤a existiendo la obligaci車n de que el nuevo equipo compensara al antiguo para que se pudiera completar un cambio de camiseta.
En esencia y durante m芍s de una d谷cada, la agencia libre plena segu赤a siendo poco m芍s que un sue?o. El traspaso era todav赤a la forma m芍s l車gica para que un jugador dejara el equipo que le hab赤a drafteado. Eso o la consabida compensaci車n que muchas veces inclu赤a jugadores o rondas de draft. El cambio definitivo lleg車 en el verano de 1988 con Tom Chambers, que en su s谷ptima temporada en la NBA, la quinta en Seattle Supersonics, hab赤a promediado 20,4 puntos y 6 rebotes por partido y que en 1987, la temporada anterior, hab赤a sido MVP del All Star, el primero de los que cuatro que jug車. Pese a su excelente momento, en Seattle empezaron a replantear su rotaci車n interior y Chambers sinti車 que ser赤a traspasado tarde o temprano, as赤 que decidi車 que prefer赤a que no eligieran otros cu芍l ser赤a su siguiente destino. Para ello recibi車 el apoyo del l赤der de la Uni車n de Jugadores, Larry Fleisher, en ruta hacia una revisi車n del convenio colectivo que por fin pas車 a establecer que un jugador podr赤a ser agente libre sin ninguna restricci車n una vez terminado un contrato si, todav赤a hab赤a flecos, llevaba al menos siete temporadas y dos contratos firmados en la NBA. Chambers encajaba en ese perfil y acab車 firmando con Phoenix Suns, que le cortej車 con reuniones y dinero sobre la mesa, un escenario que ahora es rutina diaria cuando llega el mes de julio. Firm車 por nueve nueve millones en cinco a?os, m芍s del doble que su 迆ltimo contrato en Seattle.
Una NBA de agencia libre perpetua
A partir de ah赤 cambi車 todo y, entonces s赤, comenz車 el proceso que, gota a gota, desemboc車 en las leyes actuales del mercado NBA. Con perspectiva, hay tres d谷cadas entre el caso Chambers y las decisiones de LeBron, la conectividad y confraternizaci車n de los jugadores y los giros copernicanos que hacen felices a unas aficiones, deprimen a otras y sacan de quicio a la mayor赤a de los ejecutivos. Conviene, en todo caso, no olvidar que hay una parte coyuntural tambi谷n en este asunto: el mercado de 2019 lo ten赤a todo para ser una bomba de relojer赤a y el de 2021 apunta al mismo escenario (tal vez con Giannis Antetokounmpo, LeBron James, Paul George, Kawhi Leonard, Jrue Holiday, Bradley Beal, CJ McCollum, Blake Griffin, Rudy Gobert...), mientras que en este de 2020 apenas habr芍 grandes estrellas en la pista de baile. Pero el simple hecho de que se plantee el debate a partir de esa premisa confirma que ahora el eje de poder est芍 girado hacia los jugadores, con unas franquicias m芍s pasivas y unos aficionados anonadados. Un posible riesgo ser赤a llegar a un punto en el que hasta los propios jugadores se planteen si todo ha cambiado demasiado en muy poco tiempo.
Incluso ahora que proliferan los seguidores de jugadores m芍s que de equipos, la identificaci車n jugador-club sigue siendo un valor esencial para la mayor赤a de los aficionados. Fidelidad llama a fidelidad. Y, desde luego y en este clima de agencia libre perenne, las franquicias acabar芍n amenazando con dejar de firmar contratos tan largos, tan voluminosos y con tantas garant赤as si los jugadores hacen con ellos lo que quieren incluso cuanto tienen todav赤a a?os de vigencia y sin ni siquiera esperar ya al 迆ltimo, tradicionalmente inestable.
Hay m芍s sectores de poder cuyos intereses chocan con algunas nuevas derivas de las temporadas: a diferencia del sobrexictado clima de webs de noticias y redes sociales, las viejas televisiones siguen necesitando partidos con enjundia, estrellas que ni descansan porque s赤 ni se dosifican demasiado y sin un lote peligroso de equipos abandonados al tanking desde un punto demasiado temprano del curso. Tambi谷n preferir赤an, puestos a pedir, que haya un buen grupo de equipos de mucho nivel pero que los garbanzos se los jueguen al final los equipos m芍s hist車ricos y medi芍ticos. Es el mercado. Pero por encima de todos esos intereses, ahora mismo claramente por encima, se ha alzado la figura del jugador. Y quien no quisiera entenderlo a trav谷s de las se?ales que enviaban ese mercado y el reparto econ車mico en la Liga, lo habr芍 visto ahora con claridad, como casi siempre con LeBron al frente y esta vez por una causa justa. La m芍s justa de todas, en realidad: la justicia social, la igualdad, la guerra abierta contra el racismo sist谷mico.