Ni con el mejor Zion ni con el 'play-in': los Pelicans, una ruina
Los Pelicans no levantan cabeza. Ni la confirmaci¨®n de Zion Williamson como estrella les ha valido para alcanzar el d¨¦cimo puesto que cierra el play-in. El futuro, lleno de dudas.

No hay manera. Los Pelicans no consiguen enderezar el proyecto ni con todas las facilidades del mundo. Ni en la temporada en la que se ha producido el ascenso al estrellato de Zion Williamson ni en la que, con quedar, ya no octavo, sino d¨¦cimo, ten¨ªas opciones de playoffs, han conseguido dar un paso adelante. De momento, el a?o II post Anthony Davis ha sido igual que el primero, pero con un sonrojo mayor, sin la excusa de la lesi¨®n de Zion ni tampoco de la prontitud del proyecto. Stan Van Gundy no ha logrado lo que tampoco pudo Alvin Gentry y el equipo se ha quedado con dos palmos de narices, lejos de la fase final e incluso de ese play-in para el que ten¨ªan que superar a equipos, a priori, menos talentosos, como Grizzlies o Spurs. Todos han quedado por delante de la franquicia de Nueva Orleans, que tiene ante s¨ª un verano de reflexi¨®n en el que tendr¨¢n que hacer lo posible para amarrar las bases de un salto que tiene que producirse de forma inmediata para no verse opacado por decisiones dr¨¢sticas que pongan patas arriba lo que parec¨ªa, hace un par de cursos, uno de las plantillas con mayor recorrido de la NBA.
Para los Pelicans se acaba una temporada que nunca empez¨®. El esperanzador inicio (4-2) se hizo sin juego y precedi¨® a la primera mala racha del curso, pero no la ¨²ltima. El equipo de Stan Van Gundy perdi¨® sus siguientes cinco encuentros de forma consecutiva y ocho de nueve; desde entonces, ha remado siempre contra corriente, con momentos esperanzadores muy breves y desmanes en forma de mal juego y poco convencimiento bastante grandes. Los momentos de buen juego han sido fugaces y la falta de compenetraci¨®n de la plantilla, una obviedad que no se ha resuelto ni con la salida de veteranos venidos a menos como JJ Redick, que en el mercado invernal puso rumbo a los Mavericks. El que no sali¨® en ese momento fue Lonzo Ball, que ni en el mejor momento de su carrera (14,6+4,8+5,7 y un 37,8% en triples) ha conseguido ser la soluci¨®n. Eso s¨ª, su buena estad¨ªstica le permitir¨¢ ser codiciado en el mercado (renunciar¨¢ a una player option de m¨¢s de 14 millones de d¨®lares buscando un contrato mayor) y poner rumbo a tierras m¨¢s tranquilas, lejos del ruido que siempre ha habido entorno a su persona (LaVar no le ha hecho ning¨²n bien) y con su hermano LaMelo acaparando ahora los focos. Ser¨¢ uno de los que salga.
El adi¨®s de Lonzo (que se producir¨¢ salvo sorpresa) permitir¨¢ a Van Gundy darle m¨¢s poder a Zion, al que ya utiliza para subir el bal¨®n en muchas ocasiones. Eso, y el buen hacer del base desde el exterior, ha desatascado el ataque en ocasiones, pero con Brandon Ingram la cosa pinta cada vez peor: el alero calca las estad¨ªsticas del a?o pasado (23,8 puntos por partido), pero ha dado continuidad a la ola de mal juego que desarroll¨® en la parte final del ¨²ltimo curso y que hizo olvidar al All Star en el que se convirti¨® ese mismo a?o. Ingram necesita m¨¢s bal¨®n y crearse sus propios lanzamientos, y le cuesta adaptarse a Zion y esperar en el exterior mientras su compa?ero, que solo intenta 0,6 triples por noche, monopoliza la zona con su voluminoso cuerpo. La compenetraci¨®n entre ambos es casi obligada si tenemos en cuenta que a Ingram le dieron un contrato (que ha empezado a cobrar este a?o) de 158 millones de d¨®lares en cinco a?os y que Zion estar¨¢, atado a la franquicia, al menos hasta la 2022-23 (opci¨®n de equipo, la siguiente ser¨¢ de jugador). La posibilidad de que uno de los dos salga se antoja, de momento, lejana. Pero si las cosas dejan de funcionar, David Griffin y su segundo, Trajan Langdon, deber¨¢n buscar soluciones.
Un mal presente y un futuro incierto
No acaba ah¨ª la cosa: los Pelicans est¨¢n 31-40 con tan solo un partido por delante. Es el mismo r¨¦cord que los Kings, con los que comparten penurias, y por detr¨¢s solo tienen a Timberwolves, Thunder y Rockets, tres equipos que compiten por conseguir la mejor ronda del draft (algunos, con poco disimulo) y no un puesto en playoffs. Las semifinales de Conferencia de 2018 son ya un recuerdo lejano y desde entonces, la franquicia ha encadenado un r¨¦cord negativo tras otro: el primero, en medio del sainete Anthony Davis, que hizo gala de la era de los jugadores empoderados para forzar su salida, que consigui¨® en verano. Las dos siguientes, con la esperanza vana de que Zion cambiar¨ªa el destino de un mercado peque?o. La estrella (ya la podemos definir como tal) ha promediado 27 puntos por partido y es, al fin (tampoco la espera ha sido muy larga, pero la paciencia siempre es breve), el gran jugador que promet¨ªa ser. Se lleva los halagos con reticiencias de Shaquille O'Neal, ha sumado 20 partidos por encima de los 20 puntos y el 70% en tiros de campo, y hasta abril promediaba 19,7 puntos en la pintura, algo que nadie consegu¨ªa desde la 2001-02. ?Qui¨¦n? Shaq. Desde luego, el All Star de este a?o ha sido merecido y, si su f¨ªsico le respeta, ser¨¢ el primero de muchos. Pero los Pelicans no han conseguido rentabilizar su talento y convertirlo en victorias, el fin ¨²ltimo de cualquier equipo.
M¨¢s. Con Zion desatado y las quejas de la franquicia sobre la poca protecci¨®n que los ¨¢rbitros tienen sobre su estrella, los Pelicans han sido una ruina. Porque s¨ª, tienen a cinco jugadores por encima de la decena; y s¨ª, alg¨²n descubrimiento prometedor como Nickeil Alexander-Walker o Kira Lewis. Pero su juego interior es un desastre (Steve Adams no ha funcionado, Jaxson Hayes no ha sido lo que promet¨ªa y el mal hacer de ambos ha dado minutos a un Willy Hernang¨®mez que ha cuajado una temporada bastante aceptable), tienen un gran poder anotador (el cuarto mejor del Oeste) que contrasta con las desavenencias defensivas constantes (la quinta peor defensa de su Conferencia, la s¨¦ptima de la NBA) y no tienen sentido ni direcci¨®n. Es verdad que son terceros en rebotes (marca Van Gundy) y d¨¦cimos en asistencias, pero tienen el quinto peor porcentaje de triples de la Liga (en plena era del triple) y el segundo m¨¢s malo en tiros libres (solo los Thunder son peores). Y el net rating es negativo. Otra vez.
En definitiva, poco o nada que rascar para un equipo que no ha conseguido jugar ni los playoffs, ni el play-in. No le ha valido la ola de buenos comentarios que Ingram arrastraba, los secundarios o la mejor¨ªa de Lonzo. Tampoco el nivel de Zion. Ni, por supuesto, la llegada de un Stan Van Gundy cuyo trabajo este a?o est¨¢ peligrosamente cerca del que hizo en Detroit y a a?os luz del que elev¨® a los cielos su reputaci¨®n en los Magic. Los Pelicans tienen el proyecto en un momento clave y deber¨¢n dar el paso definitivo el a?o que viene si no quieren encontrarse con problemas, que Zion empiece a impacientarse y acabe forzando el traspaso en una imagen que ya hemos visto en el pasado (cercano) en otras franquicias. De momento, el joven jugador (cumple 21 a?os el 6 de julio) est¨¢ muy por encima que sus compa?eros y que la camiseta que viste, una que representa a un equipo sumergido en una crisis deportiva y estructural enorme. Los Pelicans deben aprovechar ya el nivel de su estrella para salir del pozo y olvidar una temporada de la que pueden rascar pocas cosas positivas. Deben hacerlo, principalmente, porque la excusa de mercado peque?o se queda muy corta con alguien as¨ª en la plantilla. Y porque el tiempo es infinito. Pero la paciencia, nunca. Y en la NBA, menos todav¨ªa.