H¨²ngaro
En un f¨²tbol que se desmorona y una vida de la que cada vez entiendo menos, animar¨¦ a los que vieron derrumbarse el mundo hace cien a?os.

En casi todos los torneos acabo odiando a Espa?a, al f¨²tbol y al mundo entero por alguna eliminaci¨®n desgraciada. Por eso, siempre me he procurado una salida de emergencia emocional. Un equipo por el que re¨ªr y sufrir de cart¨®n piedra. Once chavales que me dejen como a una folcl¨®rica en mitad del trance. Y despu¨¦s cuando suene el acorde de la ¨²ltima canci¨®n, limpiarme el r¨ªmel con la cara encogida, sonre¨ªr al p¨²blico y seguir adelante como si tal cosa. Con el coraz¨®n ileso. As¨ª escog¨ª a los checos del 96. Nunca olvidar¨¦ a Los Chichos, como les bautiz¨® mi amigo ?lvaro, con la precisi¨®n que da el conocimiento de la cultura popular, por su juego salvaje y desacomplejado.
El problema es que a mis cuarenta a?os necesito varios d¨ªas para hacer lo que antes despachaba en uno. Tanto que llevamos cinco jornadas de Eurocopa y a¨²n no tengo claro a qui¨¦n alquilar mi coraz¨®n cuando eliminen a Espa?a. Reconozco que al principio fui d¨¦bil y pens¨¦ arrojarme en los brazos de Francia. Los franceses colonizan las conversaciones. Son el monstruo de final de fase. Excitan por igual a los panenkitas que a los cu?ados de los panenkitas. Arrancan hoy entre certezas. Griezmann, Mbapp¨¦ y Benzema son la kilom¨¦trica piscina de una mansi¨®n envidiable. La que todos quieren ocupar. Deschamps es el comercial inmobiliario m¨¢s afortunado de la historia. Resulta evidente que deb¨ªa buscar otro equipo del que enamorarme¡
En pleno titubeo baraj¨¦ incluso lo de refugiarme en la seguridad alemana. Cero sustos. La jubilaci¨®n en alguna playa mallorquina hecho f¨²tbol. Pero m¨¢s tarde record¨¦ una cita de Stefan Zweig y encontr¨¦ la soluci¨®n. "Querer jugar contra uno mismo representa una paradoja tan grande como querer saltar sobre la propia sombra" ?Los h¨²ngaros", me dije. Miro el calendario y descubro que debutan hoy contra Portugal. De nuevo a la carga, saltando sobre su sombra, la vieja y evocadora Hungr¨ªa. Los perdedores m¨¢s elegantes de la historia. En un f¨²tbol que se desmorona y una vida de la que cada vez entiendo menos, animar¨¦ a los que vieron derrumbarse el mundo hace cien a?os. Lo tengo decidido. Frente al televisor, vestido con el ch¨¢ndal de Kiraly, reir¨¦ y llorar¨¦ junto a los que quieren ser lo que fueron en otra vida.