Las 6 mejores ciudades para pasear: hay una espa?ola
Caminar es una de las mejores maneras de descubrir los encantos m¨¢s ocultos cuando se visita una ciudad y The Guardian selecciona las mejores en Europa para hacerlo.

Berl¨ªn: historia y modernidad
Berl¨ªn puede considerarse perfectamente como una de las capitales europeas m¨¢s poli¨¦dricas. Con su omnipresente Muro, s¨ªmbolo de la Guerra Fr¨ªa y de la divisi¨®n de Alemania, en el recuerdo, la ciudad ha evolucionado hacia un lugar lleno de contrastes en el que la historia est¨¢ muy presente. El bulevar Karl-Marx-Allee, las tiendas deslumbrantes a lo largo de Kurf¨¹rstendamm, el barrio de Hansa (Hansaviertel), el parque urbano de Tiergarten; Alexanderplatz, que a¨²n rezuma algo del antiguo Oriente; y Prenzlauer Berg, donde hay agradables cafeter¨ªas y lugares para almorzar, son algunos de los lugares imprescindibles para el transe¨²nte.

Trieste: la perla desconocida del Adri¨¢tico
A la sombra de otras grandes ciudades como Roma, Mil¨¢n o Florencia, Trieste se revela como opci¨®n quiz¨¢ no tan evidente para disfrutar, pero igualmente hipn¨®tica en el que destacan caf¨¦s hist¨®ricos, como el Caff¨¨ degli Specchi o imponentes museos como el Joyce, dedicado al escritor, o el Museo Revoltella. El elegante barrio Borgo Teresiano o la Villa Opicina, desde la que disfrutar del golfo de Trieste, son lugares para perderse, o el camino de grava de la Strada Napoleonica hacia Prosecco donde se encuentra el Castello di Miramare, la casa de verano del Archiduque Ferdinand Maximilian y su esposa, Charlotte, al pie del acantilado.

Marsella: un crisol de culturas
La antigua ciudad francesa lo tiene todo: el Vieux-Port frente al mar, las calles estrechas y sinuosas del barrio de Le Panier, la vista panor¨¢mica desde la Basilique Notre-Dame de la Garde y el barrio de la Rue de la R¨¦publique, con su Circunferencia Haussmannien y grandes edificios de mediados del siglo XIX. Puede que los turistas encuentren la ciudad algo desordenada y ca¨®tica, pero hay belleza incluso en su efervescencia. Sin olvidar que sus mercados son muestra de la convivencia de culturas a orillas del Mediterr¨¢neo.

Lisboa: bajo el influjo del fado
Las ciudades que se extienden sobre colinas empinadas pueden convertirse en una dura prueba para quienes gustan de los paseos, pero las calles lisboetas de Alfama, Bairro Alto y Chiado bien merecen un esfuerzo. M¨¢s, si se tiene en cuenta la reconfortante gastronom¨ªa de la capital portuguesa que puede degustarse en el restaurante m¨¢s insospechado. El bacalhau ¨¤ br¨¢s (bacalao salado con huevo y patatas), las sardinas a la plancha o la cataplana (estofado de pescado blanco y marisco) son algunas de las especialidades m¨¢s recomendables. Como imprescindible es tambi¨¦n disfrutar del encanto de aquellos bares y caf¨¦s que se llenan con las melanc¨®licas notas del fado en vivo despu¨¦s del anochecer.

Copenhague: una c¨¢lida experiencia en el norte
La capital de Dinamarca es un reconocido para¨ªso para los ciclistas, pero es igualmente amable para quienes gustan del tr¨¢nsito a pie. El distrito de N?rrebro, lleno de tiendas y galer¨ªas de ropa, murales y establecimientos de cerveza artesanal, puede ser un buen punto de partida. Pero es imprescindible visitar tambi¨¦n el cementerio Assistens o el ¨¢rea portuaria. Para comer algo o tomar una copa, elije entre el Paludan Bogcaf¨¦ y el opulento Library Bar del hotel Plaza, conocido por sus sillas Chesterfield, conciertos de jazz y excelentes c¨®cteles.

Sevilla: Semana Santa y mucho m¨¢s
El n¨²cleo hist¨®rico de Sevilla es bastante compacto, pero si visitas Triana, a trav¨¦s del Guadalquivir, y la Isla de la Cartuja, las distancias se hacen m¨¢s evidentes. A los ojos del for¨¢neo, la Feria de Abril y la Semana Santa pueden ser los motivos m¨¢s recurrentes de visita, pero el Real Alc¨¢zar, un complejo de palacios, fortificaciones, patios, piscinas reflectantes y hermosos jardines y olivares dispuestos en una cuidada cuadr¨ªcula, es una delicia. Imperdonable no visitar la Plaza de Espa?a, la Giralda o la Torre Del Oro. Adem¨¢s, sus barrios, llenos de arte y embrujo, ofrecen innumerables rincones para disfrutar de la gastronom¨ªa y del flamenco. Como dice la canci¨®n, Sevilla tiene un color especial.