Tenis | Abierto de Australia
La gloria de Nadal, el llanto de Federer
El primer t¨ªtulo de un espa?ol en el Open de Australia fue otro duelo ¨¦pico. Rafa ya es el ¨²nico que puede ganar el Grand Slam en 2009.
La gloria de Rafael Nadal, el n¨²mero uno del mundo, es el llanto de Roger Federer, quiz¨¢ el jugador m¨¢s completo t¨¦cnicamente de todos los tiempos. En la mano de Federer, la raqueta es un pincel. Roger posee el arte del golpe, o el arte en el golpe. Pero no le sirve ante el guerrero Rafa, que domina el arte de ganar. O, para ser justos, el Arte de la Guerra: un samur¨¢i determinado, un sioux implacable. Y el llanto de Federer firma el cambio de guardia en la cima del tenis mundial.
"Dios, esto me est¨¢ matando", fueron las ¨²ltimas palabras de Federer, ya con el platito de subcampe¨®n, antes de echarse a llorar a moco tendido en el Rod Laver Arena, ante el mismo mito Rod Laver, ante todo el planeta. Otro momento inolvidable en esta rivalidad que asombra al tenis y al deporte mundial. En shock emocional, Federer, miraba a su verdugo. Y Nadal, tan campante, primer campe¨®n espa?ol en Australia, pon¨ªa cara preocupada, como de no cre¨¦rselo. Quiz¨¢, m¨¢s al borde del desconsuelo que durante toda la batalla de atrici¨®n con que castig¨® a Federer, que desencaden¨® las l¨¢grimas de Federer. "Te lo has merecido, man, te lo has merecido, t¨ªo", segu¨ªa gimoteando Federer en direcci¨®n a Rafa.
Aquella tristeza mortal e infinita de Federer en su crep¨²sculo en Wimbledon, julio de 2008, explot¨® en estas l¨¢grimas de Melbourne. Como s¨ªmbolo, este momento de rendici¨®n no tiene precio: el cad¨¢ver de Kuribayashi, el general japon¨¦s que defend¨ªa Iwo Jima en 1945, nunca fue encontrado. En la Isla del Azufre, Kuribayashi se hizo matar como un samur¨¢i: al frente de su ¨²ltimo pelot¨®n, y al grito de banzai en el asalto final, desesperado, contra la infanter¨ªa americana. Nadal hubiera hecho eso. Federer llora. Nadal no cree en las l¨¢grimas, cree en el triunfo. Una obsesi¨®n corroe al n¨²mero uno: victoria o muerte. Para Rafael Nadal Parera, perder siempre es morir un poco...
Sima y cima.
Federer se arranc¨® en l¨¢grimas cuando pas¨® por su mente una cifra maldita: el n¨²mero 14. Los 14 Grand Slams, el r¨¦cord de Pete Sampras, el r¨¦cord que parece esfum¨¢rsele en brazos de esa pesadilla bronceada, sombra del diablo de Manacor, que, desde 2005 va arrebatando un jir¨®n de gloria tras otro de la capa dorada del Kaiser suizo. Sima y cima, esa gloria ya es gloria de Nadal y llanto de Federer: el ex emperador del tenis, el grand¨ªsimo artista, ciudadano del mundo, jet set en Dubai y modelo en Vogue... ya va casi desnudo.
Pieza a pieza, su manto va vistiendo al gran guerrero de Manacor, como la casaca azul del General George Armstrong Custer, Cabellera Amarilla, fue a poder de Gal, el jefe sioux que orden¨® la carga final sobre el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa, cercado en The Little Bighorn. Otro trofeo de guerra: s¨®lo Nadal puede ganar ya el Grand Slam en 2009. Si revalida en Roland Garros y Wimbledon, s¨®lo le faltar¨¢ tomar Nueva York.
Ajuste.
Cuando lo necesita, Nadal usa un arma envenenada que pocos radares detectan: la capacidad de ajustarse seg¨²n la lectura de cada situaci¨®n. La fant¨¢stica semifinal de Verdasco hab¨ªa exigido a Rafa hasta l¨ªmites supremos. Y, durante las 48 horas de descanso, Nadal plane¨® c¨®mo administrar gota a gota las dosis de veneno f¨ªsico y mental que deb¨ªan rematar a Federer. Nadie tiene que decirle c¨®mo: este chico no necesita asesores. Y menos, ante Federer, v¨ªctima predilecta.
Desde el break inicial al servicio de Federer, en el juego de apertura, Rafa combati¨® s¨®lidamente para sellar el irregular primer set y zanjar nervios. El escenario ya iba marcado. Desde ah¨ª, Federer, a remolque, necesitaba un alarde de ciencia-ficci¨®n: ganar a Nadal tres sets sobre cuatro.
As¨ª, Nadal mantuvo la velocidad de crucero en el segundo set, que gan¨® Federer, exprimi¨¦ndose el cerebro y el juego. Roger bajaba y mezclaba el rev¨¦s, fintaba direcciones, usaba la imperial derecha para salir de los terrenos del rev¨¦s, que Nadal le bombardea masivamente. Nadal reconoce como nadie los puntos y momentos importantes: en ellos act¨²a al 100%. Pero nunca baja del 85%, y eso requiere del enemigo un esfuerzo y un estr¨¦s supremos. Problema: las hormonas del estr¨¦s son elementos bastante ex¨®ticos en el relajado y lujoso mundo de Roger Federer. Que, por a?adidura, sigue sin entrenador formal.
Fiereza.
Federer hizo el esfuerzo en el segundo set: 6-3, empate a uno. Pero Nadal reconoc¨ªa la tercera manga como decisiva (Federer, tambi¨¦n)... y ah¨ª se decidi¨® el partido. La barroca artiller¨ªa del artista suizo, acosado en el corral del rev¨¦s, y con s¨®lo 52% de primeros servicios, no bast¨® para concretar una sola de las seis bolas de break sobre los dos servicios finales de Nadal en el set. En el microcosmos del partido, el tercer set fue el coraz¨®n del combate. Ah¨ª, en la persona de Nadal viajaba una manada de sioux enfurecidos. En 6-5, Nadal no concret¨® un punto de set, bajo servicio de Federer. Pero en la muerte s¨²bita, Rafa sentenci¨® con fiereza. Y Roger maldec¨ªa las bolas de break, tan desaparecidas como los refuerzos de la Caballer¨ªa.
El mensaje matador de Nadal a Roger se deslizaba inequ¨ªvoco, una vez m¨¢s, otra final m¨¢s: "Lo que te vale contra Del Potro, contra Roddick o contra Djokovic, aqu¨ª no sirve; este es otro deporte, querido genio". Y, ?qu¨¦ puede hacer Federer, a estas alturas?
Cuarto set: el n¨²mero uno costea. Federer lo gana... y vacia todas las reservas de golpes y emoci¨®n. El quinto fue una masacre. Con 2-1, Nadal pas¨® a la carga y fractur¨® el servicio de Federer, como si desjarretara al caballo de Custer con el tomahawk desnudo: 3-1. En el 4-1, Federer desmont¨® en busca de la rendici¨®n honorable. Lo que tuvo fue un shock de l¨¢grimas ante un enemigo que s¨®lo se alimenta de victoria. Tras la rendici¨®n de Roger, quedaban su llanto y la gloria de Nadal: A Terrible Glory, una gloria terrible, la gloria del n¨²mero uno.