Vivir, sufrir, tal vez so?ar
Bello como un gol en el minuto 90, sangran los graffiti de los estadios italianos. ?C¨®mo es entonces un descenso en el minuto 93? Sin acabar de procesarlo a¨²n, sigo abatido, sin levantar cabeza, con la verg¨¹enza ¨ªntima del desgraciado que no puede compartir su pena con los adultos que le rodean, ajenos a mi locura, y que no quiere amargar m¨¢s a los peque?os de la casa, benditos ilusos, seguros de un ascenso r¨¢pido. Desde el partido que los pericos ya conocemos como Mestallazo, el desconsuelo me alej¨® de todo lo que tuviese que ver con el f¨²tbol. Recog¨ª a mis ni?os del entrenamiento a una distancia prudencial del campo, sin atreverme a oler el verde. No fui capaz de ver el triunfo del Sevilla en Europa, con pesadillas por la UEFA de 2007. Aduje una cita ineludible para no jugar mi pachanga favorita y fui a correr en asfalto como penitencia. Como en los amores rotos, todo me devolv¨ªa a la crueldad de un descenso en el descuento. Pero con la Ley de Toshack tatuada en el alma, conforme avanzaba la semana, fui acerc¨¢ndome a mis once miedos como si fueran los mismos hijos de puta de los que es imposible librarse. Si no puedes con ellos, vuelve a alinearlos. Juega con la Cervantina, capit¨¢n, ponte a ver ese Espanyol-Almer¨ªa de una vez.
No tenemos detr¨¢s una ciudad, una regi¨®n o una comunidad (ni la naci¨®n de nuestro rival), ni peri¨®dico, tele auton¨®mica o cadenas de radio. Ni siquiera, perdido nuestro para¨ªso de Sarri¨¤, tenemos un barrio propio desde el que defendernos y hacer el ruido medi¨¢tico necesario ante la injusticia. El Espanyol somos los veintitantos mil que vamos al campo (15.000 los odiosos lunes), 30.000 socios y sus familias, unos chalados que resistimos en un h¨¢bitat hostil porque no cumplimos con los requisitos de pureza futbol¨ªstica y social exigidos, que preferir¨ªa que desapareci¨¦semos, que nos sustituyese cualquier otro club. Por eso, ma?ana veremos, hoy solo podemos resistir. El d¨ªa que escribo estas l¨ªneas es el inicio de una nueva vida, que en realidad es la misma de siempre. Sufrir, sufrir y sufrir, y volver a sufrir con lo que m¨¢s nos gusta.