Sue?os forjados
Dicen que el Madrid tiene cerca a Tchouam¨¦ni. Me har¨ªa una ilusi¨®n tremenda su fichaje porque todav¨ªa no tengo ni la m¨¢s remota idea de c¨®mo juega. Creo que solo he visto un partido suyo, con la selecci¨®n francesa adem¨¢s, donde los roles siempre son algo distintos. Pero es la clase de fichaje que me recuerda a otra ¨¦poca, una en la que le¨ªas en el peri¨®dico el inter¨¦s por un jugador de una liga extranjera y, durante unos d¨ªas, pod¨ªas imaginar lo que fuera de ese jugador sin haberle visto jam¨¢s. Pod¨ªa ser todo lo que t¨² quisieras que fuera. Incluso f¨ªsicamente. Era un lienzo en blanco en el que proyectar todas tus ilusiones, necesidades y anhelos como aficionado. Te convert¨ªas de la noche a la ma?ana en el portador de un cheque en blanco de ilusiones referenciado a un divisa desconocida y casi que ni quer¨ªas verle debutar para no saber a cu¨¢nto estaba realmente el cambio de esa moneda. Ibas leyendo historias sobre ¨¦l, declaraciones de antiguos compa?eros y entrenadores, incluso de amigos de la infancia (yo iba hasta el fondo del asunto), y poco a poco te creabas en tu cabeza un retrato-robot de ese jugador que no necesariamente se correspond¨ªa luego con la realidad. A veces para bien, a veces para mal (jam¨¢s superar¨¦ lo m¨ªo con Prosinecki). Lo m¨¢s curioso es que, lejos de rebajar mis expectativas a medida que voy creciendo estas van aumentando. Hay quienes fantasean con los euromillones, yo me ilusiono con centrocampistas llegadores vestidos de blanco.
En el que s¨ª me he fijado, tal vez demasiado, es en Antonio R¨¹diger. Tuve la oportunidad de hablar con ¨¦l en M¨²nich, cuando todav¨ªa jugaba en la Roma, antes de que se hiciera mainstream. Antonio R¨¹diger es uno de esos nombres de tan apabullante sonoridad que, una vez escuchados, ya no se olvidan con facilidad. Tampoco su mirada. Recuerdo que el compa?ero de una revista extranjera le hizo una pregunta que ¨¦l debi¨® considerar inapropiada y solo dir¨¦ que vi el fuego bailando en sus pupilas. Ojal¨¢ mantenga ese poder intimidatorio en el Bernab¨¦u. O no. Me preocupa un exceso de fogosidad, pero qui¨¦n puede poner diques a ese mar de emociones que es Antonio R¨¹diger.
Son d¨ªas bonitos estos en los que todos jugamos a ser el director deportivo de nuestro equipo. D¨ªas de volver a la casilla de salida, a un eterno verano. De leer sobre fiascos, operaciones rel¨¢mpago y jugadores ilusionantes. De fichajes fabricados, como el Halc¨®n Malt¨¦s, con el material con el que se forjan los sue?os.