Esperanza
Se acaba la Liga. Y como todo aficionado que ha seguido a su equipo en casa y que le ha acompa?ado, en ocasiones, cuando jugaba fuera, he visto de todo. Son peque?os gestos, insignificantes, si se quiere. Un chico y su pareja, cada cual ataviado con la camiseta de los dos contendientes que disputan el partido, acuden al estadio cogidos de la mano. La grada despide con una ovaci¨®n a un joven canterano cuando es sustituido porque, a pesar de sus fallos, lo ha dado todo. En otro partido, tras ciertos c¨¢nticos poco decorosos de una parte de la afici¨®n, el club, y aun la asociaci¨®n de pe?as, emiten un comunicado al d¨ªa siguiente pidiendo perd¨®n a la hinchada rival. Mi hija se empe?a en que esperemos al final del encuentro la salida de los jugadores: como siempre, Borja Iglesias se para en su veh¨ªculo para atender a los aficionados y Maya vuelve feliz a casa con su gorra firmada, el selfi de rigor y el recuerdo de las palabras amables y la sonrisa del Panda.
El aficionado cuenta el tiempo por temporadas, no por a?os naturales. Rememora que tal o cual evento sucedi¨® al principio de la temporada en que el Bar?a le endos¨® una manita al Madrid o en que Bale super¨® a Bartra en una carrera memorable para que los merengues se hicieran con la Copa del Rey.
Acaba la temporada en que asistimos estupefactos a la en¨¦sima demostraci¨®n de c¨®mo un pa¨ªs puede invadir a un vecino, masacrarle y justificar la matanza alegando que se siente amenazado. Nuestros pol¨ªticos siguen a la gresca: si pactas con aquel eres un fascista; si con el otro, quieres romper Espa?a. Cualquier motivo es bueno para armar ruido: la vuelta del rey em¨¦rito, la aprobaci¨®n de la norma que permite una baja por una menstruaci¨®n dolorosa o la ley del "solo s¨ª es s¨ª". Ni siquiera en el Gobierno se ponen de acuerdo. Mientras prosigue la trifulca, a¨²n no sabemos qui¨¦n contrat¨® Pegasus y si estamos libres de que nos esp¨ªen cada conversaci¨®n en nuestros m¨®viles.
La temporada toca a su fin. Como todo ciudadano, experimento el d¨ªa a d¨ªa con cierto cabreo, y la rabia de que tantas cosas no funcionen. Y, sin embargo, mientras siga viendo en los estadios ciertos comportamientos, volver¨¦ a casa, abrazar¨¦ a mis hijos y me dormir¨¦ pensando que, a pesar de todo, hay esperanza para el ser humano.