San Pedri no fue suficiente en la Catedral
¡°Qu¨¦ bonita es la Copa¡±. Eso dijo Flaquer cuando en Carrusel cantaba los ¨²ltimos momentos de una nueva decepci¨®n azulgrana. ¡°Ruge de nuevo San Mam¨¦s¡±, dijo enseguida el extraordinario speaker que sigue la leyenda de los buenos comentaristas que ha tenido la historia del equipo. Luego vendr¨ªa el gol del empate provisional, marcado por el talism¨¢n de Tegueste. ¡°San Pedri¡±, lo bautiz¨® Flaqui. En casa le hab¨ªamos perdonado a los disc¨ªpulos de Xavi, abrumado en la banda como si estuviera a punto de zozobrar en esa zona impropio de alguien que aun se siente futbolista.
Con esperanza se dispuso el barcelonista a aceptar lo que deparara el destino de la pr¨®rroga, pero la suerte estaba echada a favor del anfitri¨®n. La Catedral rug¨ªa, en efecto, y tuvo su recompensa ese grito con un penaltI inapelable. La suerte (la mala suerte, en definitiva) estaba echada. Desde el principio el Bar?a se deshizo de s¨ª mismo, jug¨® como si ya hubiera jugado, gener¨® s¨®lo una posibilidad de gol, que marc¨® el reci¨¦n llegado Ferran, y mientras el sudor se convirti¨® en l¨¢grimas tuvo la ilusi¨®n vana de remontar una justa derrota.
El Athletic jug¨® a ser el que gana as¨ª, con entusiasmo y alegr¨ªa, alentado por esa pareja alada que se apellida Williams. Como si tuviera plomo en las alas, el Bar?a pugn¨® por deshacerse de una derrota que amaneci¨® como un mal presagio. Frente al rugido del estadio de San Mam¨¦s s¨®lo pudo oponer otra alegr¨ªa, la de Pedri, que pugnaba por ser mejor que la suerte. Y luego lleg¨® la palabra fat¨ªdica: fin.