Beber o llorar
Acaba el a?o, celebramos fiestas, hacemos balance y el seguidor cul¨¦, naturalmente inseguro, decide si se toma la copa que tiene en la mano o aboga por la contenci¨®n y el ahorro. Al fin y al cabo, este a?o se fue lo m¨¢s preciado. Se lamenta, asume que perder es el camino m¨¢s extra?o e ingrato para volver a ganar. Se sabe enga?ado, primero por Bartomeu y ahora por Laporta, que est¨¢ distrayendo al personal moviendo los platillos con su carisma de prestidigitador mientras da ¨®rdenes para que se limpie el trastero del circo.
El soci quer¨ªa seguir amando a Messi mientras declinaba perdonar sus desconexiones, que cobrara un potos¨ª, mientras siguiera haciendo lo que solo ¨¦l sabe hacer: inventar goles, recordar la juventud, la bonanza y la belleza, encarnar la leyenda imbatible del rey de reyes criado en casa. Pero la realidad siempre atropella, coloca a Jordan en los Wizards, pasado de peso, ya mortal, de la misma manera que ha mandado a Messi a la casa m¨¢s odiada. Si al menos hubiera tenido la grandeza de ir a Newells o incluso al Real Madrid¡
Es dif¨ªcil pasar p¨¢gina si se sigue recordando la herencia malgastada, la felicidad perdida. Sin embargo, hoy asoma el aroma que trae la juventud, cabezas no contaminadas por el pasado, puesto que no lo tienen. Huelen a nuevas las ideas ya conocidas del entrenador, integrista irreductible del juego de posici¨®n. Se fichan jugadores que siguen viendo al Bar?a como algo seductor, apetecible, elegidos por su perfil, no por su nombre. El viejo club recuerda su potencia, su capacidad simb¨®lica, su relato no ligado exclusivamente al triunfo, aunque este se persiga, claro. Y el cul¨¦ brinda, bebe la copa, varias m¨¢s, si no es hoy, cu¨¢ndo ser¨¢, empapa su nostalgia, s¨ª, pero tambi¨¦n derrocha resoluci¨®n: se promete no ver una sola imagen de Messi con el PSG, animar¨¢ al rival en Champions. Se da cuenta de que nunca podr¨¢ decidir qui¨¦n es mejor, si Pedri o Gavi; si Ansu o el noruego que, quiz¨¢ sea solo un truco circense m¨¢s, asoma a lo lejos.