Un instante de expectaci車n
Hace unos d赤as se hizo viral un v赤deo en el que Kathleen Fitzpatrick, una joven profesora de primaria en Washington, encestaba una canasta desde la otra punta del patio de la escuela ante la mirada atenta de decenas de ni?os, que celebraban el acierto de la docente en una maravillosa explosi車n de alegr赤a. La explicaci車n era que Miss Fitz, como le llaman sus alumnos, les hab赤a prometido que, si encestaba, les invitar赤a a todos a chocolate caliente.
Hay un momento de la secuencia que me encanta. Mientras la profesora prepara el lanzamiento botando el bal車n y mirada en el tablero, los peque?os la animan con c芍nticos que, cuando la pelota surca el aire, se mantienen. Sin embargo, cuando el bal車n se acerca a la canasta, hay un instante, apenas medio segundo, en el que todos callan en pura expectaci車n. Es un momento de esperanza, un impasse en el que la l車gica parece quedar en suspenso y los ni?os creen que de verdad puede acontecer lo imposible; un silencio que intensifica el posterior estallido de felicidad.
Evoqu谷 ese momento anteayer cuando vi el Newcastle-Manchester United junto a mis hijos, cada vez que la pelota llegaba a los pies de Allan Saint-Maximin. ?Qu谷 jugador! El bal車n parece en sus pies una bola met芍lica de petacos, vertiginosa e imprevisible. La expectaci車n que enciende la grada de St James'Park cuando comienza a hacer gambetas imposibles es proporcional al p芍nico que genera en sus rivales.
Hay jugadores que, aunque jueguen en domingo, practican un f迆tbol de lunes a viernes en horario de oficina. Otros, como el franc谷s, convierten en festivos incluso los lunes. Me encantan estos 迆ltimos. Cuando entran en juego, la grada los jalea como los ni?os a la profesora en Washington; cuando se acercan al 芍rea, el estadio contiene la respiraci車n tambi谷n como aquellos. En ese silencio anida la esperanza de que se produzca lo impensable, que acontezca el milagro. Alguien dijo que la rutina es otra forma de morir. Estos jugadores ca車ticos y maravillosos nos hacen sentirnos vivos, porque revierten la aburrida l車gica de las cosas. Sus goles son nuestro chocolate caliente.