"Un equipo de barrio malo"
Ninguna ocasi車n seria de gol tuvo anoche el Bar?a que sigue siendo de Ronald Koeman. Lamentable partido, sin inteligencia ni convencimiento, un mal verso escrito por un equipo a la deriva, marcado por la mala suerte desde antes de salir a la cancha, como si hubiera sido mirado por una mala sombra.
De barrio. Don Luis Su芍rez lo dijo en Carrusel. Este Bar?a pareci車 el equipo de un barrio, pero de un barrio malo. No exagera el maestro. En los barrios hay, sin embargo, equipos malos y buenos, o al menos se espera de los malos que alguna vez sean buenos, capaces de deslumbrar a los ojeadores perezosos que ven jugar a los muchachos con la esperanza de que alguna vez dejen el barrio para jugar en las grandes ligas. Si el conjunto azulgrana hubiera sido ayer un equipo de barrio (※de barrio malo§, como suger赤a don Luis) los ojeadores sin oficio se hubieran ido del campo con alg迆n atisbo de Ansu Fati, pero hubieran vuelto a los bares sin amor que hay a esas horas de la tarde en lugares as赤 sin ning迆n nombre propio (o sin ning迆n apodo) que llevarse a la tertulia.
Ansu Fati. Era la promesa de la partida; guardado en celofanes, recibi車 una tarascada, se empe?車, como el antiguo Diez, en sacar una falta que le sali車 a las nubes, y quiso pasar a los otros o disparar con la ingenuidad o el amor de un ni?o que se resiste a ver llorar a sus mayores por un mal resultado. No estuvo a la altura de sus propias expectativas, pues hace una semana dej車 dicho donde le quisieran escuchar que este equipo en el que se est芍 haciendo estaba listo, ya, para acometer todas las competiciones posibles. Luego vino el Benfica, y ahora ha venido el Atl谷tico, y el Bar?a de Ansu Fati y de los dem芍s se ha quedado de nuevo sin que la vida emita otra sonrisa que la de la frustraci車n y el fastidio.
La llamada. Koeman es el que se queda, y mientras tramita esos papeles de la renovaci車n virtual que le ha prestado Joan Laporta fue visto anoche en una situaci車n simb車lica y delirante. Junto al hijo de Johann Cruyff, el ilustre arquitecto de este edificio del que ya s車lo quedan desconchones, estuvo desga?itado toda la noche, gritando por tel谷fono todo aquello que nosotros, los aficionados, tambi谷n hubi谷ramos gritado desde casa. A Koeman se le vio gritar, pero seguramente sus 車rdenes fueron deso赤das por el campo azulgrana, empe?ado en una inoperancia que ya parece v赤ctima de alg迆n fatal contagio.
La ri?a. Para que los s赤mbolos del desconcierto fueran completos, los mayores del grupo, Piqu谷 y Busquets, se enzarzaron en una pelea por algo de lo que ambos parec赤an culpables, la elaboraci車n atl谷tica del primer gol. Esa escena se parece a la de Koeman, y sobre todo se parece a una met芍fora que ya debe tachar el Bar?a: atr芍s no se pelea, se juega, y lo fatal de esa zona es que ni los que se pelearon ni sus segundos tuvieron el acierto suficiente para mantener la fiesta en relativa paz. 2-0 es la guerra, no la paz.