Pagar por circular ?M¨¢s?
La movilidad personal ya se encuentra fuertemente gravada por numerosos impuestos a la automoci¨®n.
Mi desafecci¨®n con la pol¨ªtica es total, independientemente de su ideolog¨ªa. Lamento mucho admitir esta decepci¨®n generalizada, que tan poco aporta a un sistema democr¨¢tico. Intento conciliarme con un modelo social en el que siempre he cre¨ªdo, pero las decisiones arbitrarias, injustificadas y rid¨ªculas que se nos plantean casi a diario me lo impide.
La m¨¢s reciente tiene que ver con la pol¨¦mica decisi¨®n del Gobierno de trabajar en f¨®rmulas impositivas para el uso en principio de autopistas y autov¨ªas, aunque sin descartar que m¨¢s adelante pueda extenderse a cualquier tipo de carretera. Me parece un aut¨¦ntico disparate, por mucho que se nos intenten convencer con el argumento de que se trata de la tendencia en los pa¨ªses de nuestro entorno. Mal de muchos¡
La realidad es que la movilidad personal, entendida como la utilizaci¨®n de un veh¨ªculo privado para realizar un desplazamiento, es objetivo recurrente cuando toca incrementar la presi¨®n fiscal. Es por ello que el autom¨®vil, generalizando, ya soporta cargas impositivas elevadas por distintos conceptos: desde el IVA en la compra al impuesto de matriculaci¨®n, pasando por el de circulaci¨®n municipal, las enormes tasas sobre los combustibles, los impuestos correspondientes a componentes y reparaciones, los de los seguros¡
Todo ello sin olvidar que, en teor¨ªa, cada usuario de un veh¨ªculo aporta en su franja impositiva los tributos que le correspondan. Un dinero destinado al mantenimiento del estado del bienestar, en el que sin duda se incluye el derecho a la movilidad y una red vial a la altura de un pa¨ªs del primer mundo. Ya pagamos, y mucho, por conducir y utilizar las carreteras, no encuentro justificaci¨®n alguna a incrementar estas cargas en base a un determinado uso. Mejor dicho, s¨ª existe una explicaci¨®n: la p¨¦sima gesti¨®n de esos recursos, los ingresos que se esfuman innecesariamente o se malgastan al carecer de una pol¨ªtica de infraestructuras inteligente.
Una sociedad solidaria
El debate sobre la cuesti¨®n est¨¢ servido y promete ser crudo. El abuso de esta medida me resulta inaceptable, especialmente escuchando argumentos como el esgrimido por Pere Navarro, al frente de la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico: ¡°La abuelita que cobra su pensi¨®n y no tiene coche no debe pagar de la conservaci¨®n y mantenimiento de las carreteras¡±. Esto ya s¨ª que me pareci¨® el colmo, un ataque frontal a una fiscalidad basada en la solidaridad y el reparto equitativo de los ingresos para cubrir las necesidades esenciales de los ciudadanos.
El argumento del se?or Navarro apunta claramente a que cada uno pague impuestos por lo que disfrute. El disparate es de tal magnitud que me cost¨® creer que hubiera salido de la boca de una persona de su responsabilidad pol¨ªtica. Yo cumplo satisfecho con mis obligaciones ante Hacienda con el pleno convencimiento de que es b¨¢sico para que nuestra sociedad, desde nuestros hijos a nuestros mayores, pueda seguir disfrutando de una vida cada d¨ªa un poco mejor, pese a la incompetencia pol¨ªtica.
De ese compromiso nace mi indignaci¨®n con ese uso demag¨®gico de la figura de la abuelita. Porque si lo que propone el director general de tr¨¢fico tuviera sentido, muchos espa?oles no tendr¨ªan que pagar por la educaci¨®n (no tienen hijos), la sanidad (disponen de servicios privados), la televisi¨®n p¨²blica (ni siquiera la ven) o las pensiones (contratan planes privados de jubilaci¨®n). ?En que se diferencian las carreteras de todo lo dem¨¢s? ?No son acaso un servicio de primera necesidad, indispensable para el crecimiento de la econom¨ªa y la movilidad? ?No se trata de un bien com¨²n del que todo nos beneficiamos de un modo u otro?
La clave del asunto es que penalizar la movilidad siempre ha sido f¨¢cil, c¨®modo y efectivo. Muy pocos pueden renunciar a ella, as¨ª que no queda otra que pasar por el aro. Y el gran desaf¨ªo no es cu¨¢nto se recaude, sino c¨®mo se invierta. La incompetencia al hacerlo representa un saco sin fondo, se pueden meter en las arcas p¨²blicas miles de millones de euros con sangrantes medidas fiscales que de poco servir¨¢n si se siguen despilfarrando.