Se vienen cositas
Cualquier gesto de Hazard que nos haga creer que sigue siendo un futbolista en activo se celebra con indisimulado entusiasmo. Con la misma esperanza del que ve signos de mejor¨ªa en un paciente tras meses en coma. "Se le ve con chispita". "Ha pesta?eado". "Ha dejado detalles". "Creo que ha movido esa mano". Como si no estuvi¨¦ramos hablando del que hasta ayer era uno de los jugadores m¨¢s decisivos y distintos del mundo. Vivimos siempre con ¨¦l al borde del sof¨¢, esperando que ocurra algo especial, en ese estado de "se vienen cositas". Porque Hazard es ese coche que puede salvarnos justo cuando nos va a alcanzar el malo de la pel¨ªcula con la motosierra, pero que no logramos arrancar por mucho que metamos la llave. Y encima el que nos persigue aqu¨ª es Kant¨¦, que va en velocidad crucero.
El belga lleva ya dos temporadas en el Madrid y todav¨ªa estamos esperando que llegue. Vemos destellos fugaces, conatos de arrancadas que nos remontan a tiempos pret¨¦ritos y hablamos de su ¨¦poca en el Chelsea con la a?oranza de esos italianos en norteam¨¦rica que se refer¨ªan al "Viejo Pa¨ªs" entre nostalgias y espressos. Nos aferramos a esa ef¨ªmera sociedad con Benzema que apenas pudimos ver en dos partidos. Hazard es un romanoff: sabemos que perteneci¨® a la aristocracia europea, pero ahora anda perdido por las calles de otra ciudad como un pr¨ªncipe destronado, buscando su lugar en el mundo. Sospechamos que guarda escondidas las joyas de un antiguo imperio, pero nadie tiene claro si ¨¦l recuerda d¨®nde.
Pero el 7 ha vuelto justo a tiempo. Y una hora de Hazard en semifinales contra su exequipo podr¨ªa ser mucho. O nada. Es un aut¨¦ntico dilema el que se le presenta a Zidane esta semana ya que tendr¨¢ que ponderar asuntos que escapan del estado de forma actual y que rozan hasta lo emocional. No puede limitarse a contemplar la foto est¨¢tica del momento, sin valorar lo que podr¨ªa significar para un jugador como Hazard tener la oportunidad de reivindicarse en un escenario as¨ª, en el estadio donde se coron¨®. Y al mismo tiempo tampoco puede enamorarse de una idea, de una promesa, de unos recuerdos, e ignorar la realidad. No, no ser¨¢ nada f¨¢cil. Se vienen cositas.