Orgulloso de perder as¨ª
Hay maneras de perder y la de anoche es la mejor: luchando hasta el final, como si el partido durara siempre y el ¨²ltimo suspiro fuera una pr¨®rroga de esperanza. El Madrid atraves¨® la barrera del sonido de su calidad en el primer tiempo y el Bar?a aceler¨® en la segunda parte como si no conformara con la gloria ajena. Al final la lluvia fue desviando el partido como le daba la gana, hasta que el resultado final parec¨ªa movible, expuesto al azar, como esta Liga.
La navaja. El Madrid tiene una navaja en la delantera, y funciona en los pies de Benzema. Est¨¢ en el sitio oportuno cuando le toca, y no se le ve, como a los invisibles de las novelas negras, siempre dispuesta su daga y una sonrisa para celebrar. Su gol debe explicarse en las escuelas, pues se trata de una extraordinaria exhibici¨®n de alegr¨ªa de jugar, de divertirse y de ser eficaz. Es la ¨²ltima esperanza de su equipo, y siempre ocupa ese lugar preeminente que deja a los contrarios noqueados. Fue un partido que requer¨ªa la energ¨ªa que un futbolista as¨ª tiene en los pies para determinar el rumbo de la navegaci¨®n.
KO. El Bar?a sali¨® tan noqueado de ese lance que tuvo que venir Kroos a avisar de que algo estaba en juego. Este es un gol que tambi¨¦n funcionar¨ªa como aviso en las escuelas: cuando est¨¢s noqueado mejor te das una ducha de realidad, y esa fue la naturaleza del segundo gol madridista: un chorro de agua helada sobre la espalda aun seca de los azulgrana. A partir de entonces, tras unos segundos de resignaci¨®n, el Bar?a se puso en manos de Messi, que lider¨® las jugadas m¨¢s peligrosas, y de Pedri, que ayud¨® a que el Bar?a recuperara la identidad que distingue sus mejores a?os.
Talism¨¢n. El Talism¨¢n de Tegueste tiene en la piel del alma, tan interiorizada como la llamada de una madre, el modo de ser que nos hizo barcelonistas, y hablar de ¨¦l es pronunciar a la vez los nombres de algunos h¨¦roes del pasado, incluido Leo Messi. El Madrid, impulsado por el empuje que protagoniza la otra navaja del ataque, Vinicius, no perdi¨® de vista a Ter Stegen, que se las vio y dese¨® para convertir el lado m¨¢s d¨¦bil de los azulgrana en un baluarte donde antes hab¨ªa habido un coladero. Las navajas siguieron insistiendo, pero pasaron a ser (tambi¨¦n) del Bar?a. La recuperaci¨®n del equipo de Koeman fue una se?al de identidad recuperada, y conviene decirlo para que no desti?a esta etapa bajo el peso de una derrota.
L¨¢grimas en la lluvia. El diluvio no se quiso perder el partido, como un invitado que lleg¨® con el viento y desequilibr¨® el deseo o el ¨ªmpetu de las ¨¢reas, ocupadas en achicar y achicar primero el aguacero y despu¨¦s la voluntad que convirti¨® al Bar?a perdedor en un equipo que no se resign¨® a irse de vac¨ªo. El gol de Mingueza fue una bella continuaci¨®n de sus esfuerzos en defensa, y una reivindicaci¨®n del escudo, que se acaricia como si lo acabara de estrenar. Lo que es evidente es lo que queda dicho en el titular. Ninguno de los futbolistas, ni en el Madrid ganador ni en el Bar?a en trance de ser vencido, vendieron sus ganas de hacer buen final. Ni ese diluvio universal se convirti¨® en pretexto para dar por concluida la esperanza azulgrana de empatar.
Fe y rabia. Ese acto final, de fe y de rabia, al que le puso su guinda Ter Stegen, as¨ª como la voluntad intacta de Messi de hacer de la necesidad virtud, debe formar parte de lo mejor que se puede esperar de un equipo que hace algunos meses entregaba la cuchara al primer bocado fatal del contrario. Las ¨²nicas l¨¢grimas que cabe derramar aqu¨ª son las propias de la lluvia, pues en un lado y el otro del campo, en el lado de Benzema y en el lado de Messi, hay argumentos suficientes para proclamar con orgullo que hemos perdidos o que los otros han ganado. El f¨²tbol es as¨ª, y aunque a veces sea mejor, nunca podr¨¢ ser considerado en este caso como un fracaso en la voluntad de hacerlo bien. Enhorabuena al Madrid por su pasi¨®n y al Bar?a por haber exhibido el orgullo de perder as¨ª.