La alegr¨ªa del ni?o descalzo
Cuando ¨¦ramos chicos jug¨¢bamos descalzos, menos uno al que le pusieron lonas. Calzado no daba una. As¨ª que se descalz¨® y volvi¨®, alegre, a golear. Me vino a la memoria cuando Riqui Puig se abraz¨® para celebrar con todo el mundo su segundo gol con el equipo que ama.
Como si se hubiera descubierto como amuleto, este chico al que Koeman quiso fuera ya tiene galones para reclamar su sitio en la gloria. Su voluntad, como la de Pedri, es pertenecer a una plantilla no acostumbrada a los diminutivos. Ellos dos, con Demb¨¦l¨¦, le dieron al Bar?a disparo y respiro, capacidad de asociaci¨®n, alegr¨ªa.
Ese abrazo colectivo con Riqui es el alma azulgrana. Lo sent¨ª por el Elche, admirable equipo donde siempre hay un Verd¨², como aquel extraordinario escritor del f¨²tbol que fue Vicente.