Parece mano
No se juega al f¨²tbol con la mano, ya lo sabemos, pero la mano est¨¢ ah¨ª, nadie puede guardarla en un caj¨®n, en una bolsa, ni siquiera en un bolsillo, para dejarla al margen del partido y que no moleste. Ojal¨¢ fuese a rosca, como los tapones, o como aquel maniqu¨ª con el que un amigo m¨ªo estuvo saliendo dos meses; pod¨ªa quitarle y ponerle los miembros para vestirlo. La mano lleva d¨¦cadas interpretando el papel de fantasma en el f¨²tbol. Sin buscarse, mano y bal¨®n se andan encontrando cada poco. Cuando se cruzan, si la mano es tuya acabas casi siempre por meterte en l¨ªos. Nunca fue m¨¢s confusa la relaci¨®n entre ellos. Recuerdan a aquellas parejas del instituto que nunca sab¨ªas si estaban o no saliendo, porque cortaban y retomaban el romance todos los d¨ªas.
No importa si existen m¨¢s facilidades que nunca para ver en televisi¨®n c¨®mo el bal¨®n golpea una mano dentro del ¨¢rea, por ejemplo. Hay un tipo de contacto impenetrable, nada seguro se puede decir sobre ¨¦l. Queda en el aire si es o no es punible. Unos ¨¢rbitros pitan, y se?alan penalti, y otros no. Por supuesto, genera cierta impotencia ver el impacto del bal¨®n en la mano con tanta claridad, desde distintas c¨¢maras, y a¨²n as¨ª no saber a ciencia cierta si es o no penalti. Puede parecer ambas cosas. Acaso solo pueda afirmarse, como dec¨ªa aquel se?or, que la confusi¨®n est¨¢ clar¨ªsima.
A menudo las manos se vuelven un problema cuando no se les asigna un rol. Pasa en el f¨²tbol y en otros ¨¢mbitos de la vida. Puedes volverte loco solo pensando en qu¨¦ hacer con ellas mientras posas para una foto. No tienen un sitio seguro cuando el futbolista permanece en el ¨¢rea. ?Acaso en la espalda, o pegadas al cuerpo? Es imposible hacerlo todo el tiempo. Lo curioso es que, cuanto mejor vemos el impacto del bal¨®n en la mano, menos sabemos sobre ¨¦l. Eso genera la ficci¨®n de que ¨¦ramos m¨¢s felices cuando est¨¢bamos m¨¢s ciegos y quedaba la duda de si el jugador tocaba realmente el bal¨®n. La salida es resignarse a creer en los fantasmas.