Amargas l¨¢grimas del Bar?a triste
Mi equipo est¨¢ muy mal y estoy muy triste. Estas derrotas sucesivas han de contarse en primera persona, como sentimos en primera persona la grave derrota de Berna, cuando empec¨¦ a ser aficionado del Bar?a y sent¨ª que ese equipo desafortunado, que perd¨ªa oportunidades que los locutores cantaban como si narraran la esencia del infortunio, se empe?aba en sobrevivir. Entonces no sab¨ªamos que perder fuera tan grave; hab¨ªa una ¨¦pica que no ten¨ªa que ver con otra grandeza que la de competir para completar la pasi¨®n del juego. Ahora ya no hay ¨¦pica: o ganas o ganas; por eso pagan a los jugadores y por eso cambian con tanta frecuencia, porque no son tan aficionados al equipo como aquellos Ramallets, Su¨¢rez, Kubala o Czibor, que se empe?aban, hasta con l¨¢grimas, con una dignidad emocionante y tan inolvidable que ahora, tantos a?os despu¨¦s, aquel muchacho que llor¨® por la derrota de Berna llora pero de verg¨¹enza propia, igual que de verg¨¹enza propia, y ajena, llor¨® por dentro la derrota de C¨¢diz.
Lo de anoche tuvo una sola excepci¨®n en la desgracia: el esfuerzo de Messi, f¨ªsico y moral, futbol¨ªstico, por sacar del pozo de desgracias en que la defensa de Lenglet entreg¨® la honra de competir. Messi fue la ¨²nica alegr¨ªa, porque es en el campo el ¨²nico que entiende que la tradici¨®n azulgrana pasa por derrotas gloriosas y no por rendiciones vulgares. "No he dicho que estuve a punto de llorar" dec¨ªa para otro prop¨®sito el poeta Jos¨¦ Hierro.