Era un barrio, un pa¨ªs y era el mundo entero
Se empe?¨® en da?arse, como si no quisiera dejar de ser perfecto. Y fue perfecto en todas las encarnaciones de su personalidad de futbolista, que ten¨ªa tantos lados imposibles como una pelota de trapo. Se hizo a s¨ª mismo, con la ayuda de la suerte, un factor humano que tambi¨¦n es argentino. Y tambi¨¦n se deshizo con la unci¨®n del que se duerme en los laureles de trapo. Su muerte ahora forma parte de lo que su amigo, y admirado, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, hubiera titulado con la f¨®rmula que eligi¨® el gran periodista para escribir la ficci¨®n de una muerte anunciada. No se puede decir exactamente cu¨¢ndo empez¨® a morir, como a ara?azos, porque aunque hizo alusi¨®n a ese final de previsto por la historia oscura de cualquiera, a ¨¦l se le atribuy¨® la potencia de sobrevivir a cualquier contingencia. Porque hab¨ªa sobrevivido al claroscuro del campito.
El ¨¦xito era tan inalcanzable para aquellos muchachos que se supuso que de los primeros escarceos con el triunfo ¨¦l ya iba a salir magullado. Lo fueron magullando poco a poco, a base de caricias de las que todos quisieron sacar tajada. La vida lo mir¨® con avidez, para que algunos le sacaran partido a su talento, y ¨¦l se dej¨® hacer porque a cambio ten¨ªa seguros el placer y las risas, los impostores de los que hablaba Ruyard Kipling. Esos dos trampantojos vinieron con ¨¦l a Europa, a ganar aun m¨¢s dinero, y poco a poco se fue degradando como futbolista, sin llegar a caer del todo nunca. Hasta en su decadencia (como futbolista, como supuesto entrenador, como figurante de la comedia de los ¨¦xitos) crey¨® estar subiendo, aunque era evidente que su exhibici¨®n de poder¨ªo de papel couch¨¦ era cada vez m¨¢s un acento de m¨¢s en una historia sin porvenir alguno.
Cuando se supo de su ¨²ltima enfermedad parec¨ªa en realidad que la historia se le estaba atragantando ya para siempre, que, como se dice al final del Ulises de Joyce, hay un instante vestido de negro en que ¡°ya no se puede m¨¢s¡±. Pudo demasiado, la verdad, porque estaba se?alado su final cada vez que se empe?aba en parecer inmortal y vivo, cuando en realidad era un vivo que estaba muriendo. Lo que no muere es el f¨²tbol, que fue quiz¨¢ el ¨²nico e inmortal amor de su vida.