La negaci¨®n de la buena suerte
El f¨²tbol tiene varias cuestas, entre ellas las que impone la mala suerte. Podr¨¢n decir los sabios lo que mejor les convenga a sus disgustos, pero el Bar?a (Pedri, Messi, Fati) no mereci¨® este s¨¢bado ese resultado que celebrar¨¢n los agoreros como el fin de ciclo de esta semana. El gol fue una desgracia merecida, pues as¨ª no se juega en el ¨¢rea, pero el gol de Griezman (¡°Le jour d Antoine est arriv¨¦¡±, exclam¨® Flaqui en Carrusel) no fue sino una de las innumerables oportunidades, la expresi¨®n de que esa delantera no se merec¨ªa un empate ni, por supuesto, un cero al cociente.
Adem¨¢s, el juego de la segunda parte redescubri¨® el genio de Pedri, que hizo verdaderas diabluras de ni?o con veteran¨ªa. Su frescura es un saludo al futuro. Fati fue tambi¨¦n un formidable agitador alegre, y Messi tuvo de todo, menos buena suerte. No puedo estar de acuerdo, pues, con los que consideran ahora, despu¨¦s del triunfo en Tur¨ªn, que ya cay¨® de nuevo el Bar?a en la modorra. Eso es injusto, como un pu?al de hielo en la cara de esos futbolistas que desde el principio al final, sobre todo desde que Pedri se hizo visible, lucharon como si estuvieran en la final de un campeonato. S¨¦ que es m¨¢s f¨¢cil jugar la carta del desastre, pero en Mendizorroza no hubo tal. Hubo mala suerte, y sobre eso no se arbitra.