Tocar en la puerta de la desgracia
En El extranjero Albert Camus cuenta lo que le pasa al asesino de la playa, cuando comete su acto criminal y siente que acaba de tocar en la puerta de la desgracia. Salvando las innumerables distancias, hubo un momento del Cl¨¢sico en que el Bar?a toc¨® varias veces en la misma puerta, como si insistiera en perder la contienda no s¨®lo por los m¨¦ritos sino por sus propios desastres.
Las cosas rotas. Pablo Neruda escribi¨® unos versos que nos vienen bien a todos aquellos que, en la vida, queremos entender nuestros fracasos. No se culpe a nadie, viene a decir, porque nadie rompe las cosas sino que ¨¦stas se hacen a?icos por razones que es mejor dejar que expliquen las estrellas. En su primera parte el Barcelona de Koeman (y de Messi) plant¨® cara a un Madrid renacido despu¨¦s de sus propios traspi¨¦s, y empat¨® en seguida. Luego hubo f¨²tbol de los de antes, con voluntad de darle calidad a las correr¨ªas. Los dos se hicieron acreedores a goles formidables, debidos al m¨¦rito y a la inteligencia con que entienden el f¨²tbol estos jugadores, pero la suerte fue tan esquiva como eficaces las defensas. Los nervios que ten¨ªamos en casa iba por barrios, uno blanco y otro azulgrana. La primera mitad se acab¨® en tablas como si el marcador calificara la igualdad, o al menos la igualdad de oportunidades. La segunda parte es una lecci¨®n que al Bar?a le sirve de penitencia.
Lamento de la lentitud. El Bar?a de Koeman (esta vez m¨¢s de Koeman que de Messi) asumi¨® con lentitud mental el acontecimiento clave que sucede cuando hay empate y nada se decanta como oportunidad de deshacerlo. El entrenador azulgrana mare¨® la perdiz (o las perdices), y los jugadores corrieron como adolescentes nerviosos, mientras Koeman peinaba sin pasi¨®n la idea de los cambios que en un momento muy temprano del segundo tiempo resultaban imprescindibles. En estas circunstancias hubo, adem¨¢s, peor juego azulgrana, y cuando este se desarrollaba en el ¨¢rea de Neto parec¨ªa evidente el peligro inminente. Peligro de penalti incluso; y ya se sabe que en esa suerte del f¨²tbol (suerte para uno, desgracia para el otro) es m¨¢s diestro el equipo blanco. Cumplida esa tarea de ganar que, cuando se encomienda a Sergio Ramos, resulta letal para el castigado, el Bar?a se qued¨® sin ganas de subir la cuesta. Koeman ayud¨® a que pareciera a¨²n m¨¢s cercana la derrota, porque dej¨® que se agotaran los de arriba. Entonces intervinieron inteligencias blancas, como la de Modric, que sentenci¨® como si decidiera acabar con el ¨¢nimo de un grupo de colegiales. Hubo buen f¨²tbol, ha de decirse, no todo fue oscuro en el lado azulgrana, pero cuando se siente que la vida puede ir de otro modo parece que el equipo rema para perder. Y se acab¨®, como sik se quedara en negro la pantalla azulgrana.