Donde las buenas noticias s¨ª son noticia
En su ¨ªntima esencia, el deporte no es sino la exaltaci¨®n de los valores f¨ªsicos y morales de la especie. As¨ª lo vi siempre. Un desaf¨ªo para mejorar el f¨ªsico, pero tambi¨¦n la lealtad a ese acuerdo que son sus reglas, y un desaf¨ªo para la propia personalidad: saber ganar y saber perder; admitir, con Tagore, que el triunfo y la victoria son unos impostores.
En el espect¨¢culo deportivo, y en su narraci¨®n, buscamos lo mejor de lo que queremos ser. Vemos a nuestros cong¨¦neres m¨¢s dotados llegar donde nos hubiera gustado, o donde alg¨²n d¨ªa la juventud perdida nos permiti¨® llegar. Y consumimos la narraci¨®n deportiva, en cualquier de sus medios, como una forma de exprimir m¨¢s esa sensaci¨®n de que podemos ser mejores, de que la Humanidad avanza en sus plusmarcas, en su excelencia, en sus permanentes r¨¦cords de concordia.
Alguien escribi¨®, siento no recordarlo, que "las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos suelen estar ocupadas por los fracasos de la Humanidad; para encontrar sus logros, hay que ir a las paginas deportivas". O a las portadas de los diarios deportivos, se podr¨ªa a?adir. Y as¨ª es. Recuerdo que cuando mis hijos empezaban a tener uso de raz¨®n y en la hora de comer ve¨ªamos el telediario me sent¨ªa a menudo espantado: bombardeos en los Balcanes, inundaciones en China, trenes que descarrilan en India con cientos de muertos, una chica desaparecida en tal o cual punto de Espa?a, casi con seguridad destinada a la violaci¨®n y a una muerte atroz, el portavoz del partido pol¨ªtico A diciendo que los del partido B roban, el portavoz de estos replicando que los que roban son los del A, y t¨² convencido de que los dos dicen, por una vez, la verdad. Todo el tiempo estaba deseando que llegara el espacio deportivo, el ¨²nico en el que mis infantes pod¨ªan encontrar est¨ªmulo para mejorar, para vivir.
No es extra?o que la sociedad haya abrazado con tanto af¨¢n el periodismo deportivo, que en mi pa¨ªs tiene un excelente desarrollo, dicho sea de paso. Y tampoco es extra?o que el periodismo deportivo haya sido est¨ªmulo para mejorar las distintas t¨¦cnicas que han venido a apoyar desde antiguo a la informaci¨®n.
Viejos semanarios deportivos fueron el primer espacio que abri¨® sus p¨¢ginas a abundantes fotograf¨ªas, y la demanda de c¨¢maras m¨¢s capaces de captar con fidelidad los instantes de tal o cual competici¨®n ha contribuido m¨¢s que nada al progresivo desarrollo de la fotograf¨ªa. Tambi¨¦n el deporte estimul¨® la difusi¨®n de radios en las casas con la llegada de las transmisiones deportivas en directo, que aparecieron hace ya m¨¢s de un siglo, y que a su vez propon¨ªan un nuevo desaf¨ªo, salvado con ¨¦xito, a los t¨¦cnicos que desarrollaban la magia de Marconi. Y lo mismo ocurri¨® unos a?os despu¨¦s, cuando empuj¨® el desarrollo y la instalaci¨®n de televisores con el se?uelo de las transmisiones deportivas, que se inician antes de la II Guerra Mundial. Asist¨ª a ese fen¨®meno en mi pa¨ªs, Espa?a.
En 1960, la implantaci¨®n de la televisi¨®n en Espa?a era muy escasa, y su primer tir¨®n hab¨ªa sido la transmisi¨®n en directo de un Barcelona-Real Madrid en 1959, tiempos de Kubala y Di St¨¦fano. Para 1970, no faltaba en ning¨²n lugar. Incluso los paisajes de chabolas de las afueras de las grandes ciudades ten¨ªan su caracter¨ªstico bosque de antenas en los tejados de chapa o uralita. Los empujones fueron el Mundial de 1966, primero que se emiti¨® en directo por sat¨¦lite en todo el mundo, la persistencia presencia del Real Madrid en la Copa de Europa, tanto de f¨²tbol como de baloncesto, y la Copa Davis de tenis, deporte que entr¨® en este pa¨ªs por los ¨¦xitos de Santana en ella.
Vivo en un pa¨ªs en el que por desgracia el pensamiento dominante mir¨® el deporte con sospecha. Antes de nuestra guerra, porque a¨²n dominaba un cierto desd¨¦n a los extranjeros (el "que inventen ellos" de Unamuno) y despu¨¦s de ella porque el franquismo lo abraz¨® como causa de propaganda con tanta ret¨®rica barata como malos resultados.
Los intelectuales de izquierda consideraron el deporte como opio del pueblo, como pa?uelos de colores que Franco mov¨ªa ante nuestros ojos para tenernos entretenidos y acr¨ªticos. No se pararon a mirar m¨¢s all¨¢ de los Pirineos para comprobar que en las democracias que nos rodean el deporte ten¨ªa un desarrollo y un seguimiento formidables. De hecho, pasado ya casi medio siglo de la muerte de Franco, en Espa?a el entusiasmo por el deporte no ha hecho m¨¢s que crecer y crecer.
Cuatro de los diez diarios deportivos de mayor difusi¨®n en el pa¨ªs son deportivos, los programas de radio sobre deporte est¨¢n entre los m¨¢s seguidos y en la televisi¨®n abundan transmisiones en todos los canales y de los cien programas m¨¢s vistos de cada a?o, m¨¢s de noventa son transmisiones deportivas.
De hecho, Espa?a present¨® al mundo su nueva cara de joven democracia a trav¨¦s de los brillantes JJOO de Barcelona, en 1992, un ¨¦xito de organizaci¨®n y de logros deportivos. All¨ª descubri¨® el pa¨ªs entero la potencia benefactora del deporte y de los medios que distribuyen su mensaje a todos los hogares.
Por otra parte, el periodismo deportivo ha contribuido de forma muy directa a la propia extensi¨®n del deporte. Los primeros redactores eran ap¨®stoles de la buena nueva, que colaban en los peri¨®dicos de hace un siglo peque?as notas de encuentros aqu¨ª o all¨¢, convocatorias para pr¨®ximos enfrentamientos, informaciones sobre reglamentos, cortas entrevistas¡ Un diario ingl¨¦s cre¨® y convoc¨® la primera FA Cup (la copa de f¨²tbol de Inglaterra) y hasta puso el primer trofeo. En Espa?a es c¨¦lebre el recorte de peri¨®dico en el que Hans Gamper, suizo fundador del Bar?a, convocaba a quienes estuvieran interesados en el f¨²tbol para crear un club en la ciudad.
Y en Francia, un diario llamado L¡¯Auto cre¨® el Tour de Francia, la prueba ciclista por excelencia, que se ha mantenido viva, sin m¨¢s interrupci¨®n que las dos grandes guerras, hasta hoy, porque aquel peri¨®dico no es otro que L¡¯Equipe, que adopt¨® este nuevo nombre en 1945. Y con este nuevo nombre cre¨® la Copa de Europa de f¨²tbol, hoy Champions League. Una iniciativa formidable, anterior al tratado de Roma, germen de la uni¨®n europea. El primer paso a la reconstrucci¨®n de los lazos entre europeos en el lejano 1955, cuando a¨²n se retiraban los cascotes de una guerra terrible. Aquella iniciativa uni¨® a democracias y dictaduras, a capitalistas y comunistas, a monarqu¨ªas y rep¨²blicas, a cat¨®licos, evangelistas, ortodoxos y musulmanes. Se jug¨® a caballo de un Tel¨®n de Acero, como lo defini¨® Churchill, que tuvo el continente partido hasta la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn.
As¨ª que el periodismo deportivo no s¨®lo es entretenido, tambi¨¦n es necesario. Y el ejercicio del mismo resulta extremadamente grato. Nos pone, a quienes hemos tenido la suerte de practicarlo (casi toda mi vida profesional la he desarrollado en ese terreno) en contacto con triunfadores, con modelos, con j¨®venes a los que se tiende a ver como favorecidos de la gloria y la fortuna, pero que para llegar a ello se adiestraron en horas y horas de entrenamiento duro, conviviendo con el dolor, la fatiga y a menudo con la soledad. Y que para llegar tuvieron que forzar su l¨ªmite muchas veces, y reponerse de los fracasos que siempre acechan.
Es un periodismo, por fin, que se escapa del viejo adagio seg¨²n el cual s¨®lo las malas noticias son noticia. En el periodismo deportivo, las buenas noticias son noticia. Devuelve a la ciudadan¨ªa el optimismo y la autoestima. Eso lo hace imprescindible.