Los enemigos de James
James est¨¢ a punto de irse del Real Madrid a pesar de ser un jugador que naci¨® para jugar y hacer bailar al Real Madrid. Por elegancia y zurda. Por est¨¦tica y talento. Pero nunca ser¨¢ lo que pudo haber sido y es complicado encontrar una explicaci¨®n a ello. Lleg¨® como un chico prodigio, m¨¢ximo goleador del Mundial de Brasil, referente en Colombia, llamado a ser icono internacional y un ¡®10¡¯ de los que enamoran al Bernab¨¦u. En su primer a?o fue puntual a las expectativas. Exhibi¨® llegada, regate, gol y esfuerzo, condici¨®n que suelen arrinconar habitualmente los genios (y zurdos). La mano de Ancelotti (la izquierda) le ayud¨® en encajar y caer de pie en Madrid. Pero fue marcharse el italiano y romperse algo en James, que entre destello y golazo comenz¨® a languidecer y acab¨® por dejarse llevar. Lleg¨® al Madrid vistiendo el 10 y se marcha con el 16. Para un servidor, demasiado viejo para ser tan joven, amante de la Comtessa y del significado de los dorsales en el f¨²tbol, este detalle es el mejor espejo que refleja la trayectoria madridista de James.
Antes casi de conocerse, el cafetero choc¨® con Ben¨ªtez. Despu¨¦s se abraz¨® a Zidane con la esperanza de que alguien tan apegado al arte y a la calidad le abriera las puertas del once, pero muy pronto descubri¨® que los abrazos del franc¨¦s no ten¨ªan exclusividad y que no cab¨ªan todos. Aquello comenz¨® a indigestar al jugador, que comprob¨® que buscar espacios en el c¨¦sped no es igual que hacerlo para entrar en ¨¦l. Esto ¨²ltimo le exaspera. Por eso se march¨® al Bayern, con Ancelotti, su clavo ardiente, tras acabar la 2016-17. Fue pieza importante en aquella famosa Unidad B, pero no era ning¨²n reconocimiento para alguien que se sent¨ªa desplazado de la Unidad A, grupo al que defend¨ªa pertenecer por talento y trabajo. Empez¨® a ver enemigos, a creer que el problema lo ten¨ªan otros, a coleccionar excusas en vez de autos cl¨¢sicos de la Segunda Guerra Mundial, a se?alar al empedrado y no a s¨ª mismo. Fue en ese momento cuando empez¨® a irse del Madrid, no ahora. Fue en ese instante cuando empez¨® a ser culpable de su situaci¨®n.
Quien m¨¢s quien menos se ha sentido en la vida merecedor de m¨¢s oportunidades y ha visto en la ausencia de las mismas prejuicios personales, manos negras y man¨ªas. En pocos casos uno hace autocr¨ªtica y observa que es parte del problema. Y eso es imputable a James. Un entrenador pone al equipo por encima de sus recelos pues de los resultados depende casi su salud. Por ese motivo, se intuye que el colombiano comenz¨® a darle razones al t¨¦cnico en el d¨ªa a d¨ªa para no contar con ¨¦l. Sobre todo tras el pasado verano, cuando se vio celebrando goles en el Atleti y todo se diluy¨® con aquel famoso 3-7, que result¨® ser m¨¢s duro para James que para el Madrid. Baj¨® los brazos y fue dimitiendo hasta el punto de pedir no ser convocado en el tramo m¨¢s importante de la temporada, con el Madrid jug¨¢ndose la Liga. El compromiso no se negocia y James lo dej¨® en la grada. Y este es el cargo que tiene la mayor condena. Aunque es conveniente reconocerle que mantuvo la compostura y el respeto al club que le paga porque ni dibuj¨® con las manos prism¨¢ticos mientras era suplente, ni sac¨® ninguna bandera con el lema 'Colombia. Cumbia. Madrid. En ese orden'... Escribi¨® David Trueba en Saber perder que si te paras, te hundes, que el equilibrio es una cuesti¨®n de movimiento, como esos platos que giran sobre la punta de un bast¨®n. James lleva meses detenido y con la vajilla en el suelo, hecha pedazos. Ahora parece acudir de nuevo Ancelotti a su rescate. Ese jugador nacido para triunfar en el Madrid apunta al Everton y ahora es responsabilidad de James dejar de buscar enemigos para encontrarse a s¨ª mismo.