De entrenadores y legados
"Yo no obedezco a Dios, comparto su opini¨®n". La sentencia es de S¨¦neca y yo se la le¨ª a Emmanuel Carr¨¨re, en El Reino. Fue el verano pasado, con la temporada terminada y el consabido baile de nombres de responsables en los banquillos. Inmediatamente, pens¨¦ en la figura del entrenador y su relaci¨®n con los jugadores ¡ªy sus egos¡ª, que se mueve entre los polos de la tensi¨®n, la jerarqu¨ªa, la amistad y la devoci¨®n. Tambi¨¦n pens¨¦ en c¨®mo se le ve al m¨ªster desde la grada. No es labor f¨¢cil su labor: debe a un mismo tiempo ordenar a los jugadores ¡ªen los dos sentidos de la palabra¡ª y convencer a propios y extra?os del valor de su mensaje.
Un conocido me dijo un d¨ªa que el objetivo de un jefe debe ser que se hable mal de ¨¦l mientras ejerce y bien cuando ya no est¨¢. Debo aclarar que ya no es jefe y sus ex subordinados siguen poni¨¦ndolo a caer de un burro. Pero ten¨ªa algo de raz¨®n. No pasa nada porque la estrella mire al suelo con rabia, como un ni?o reprendido, cuando el m¨ªster le recuerda desde la banda que ha perdido su posici¨®n. Tampoco cuando el p¨²blico protesta un cambio. Al contrario, al entrenador, como a los creadores, a veces le hace m¨¢s da?o el elogio que la cr¨ªtica. Cito una camiseta que regalaron a mi hijo en Par¨ªs: El arte es un trabajo sucio, pero alguien ha de hacerlo.
Con la temporada concluyendo, todos giran la cabeza hacia el banquillo, que deviene de los acusados. Entre los descendidos y aquellos que moran la zona inane de la tabla, quienes creyeron en el nuevo entrenador y propagaron su fe, matizan ahora como Iv¨¢n Karamazov que no reniegan de Dios, sino de su obra. En el lado de los victoriosos, los hinchas adoran ¨ªdolos que, tarde o temprano, har¨¢n caer. Porque en el deporte se gana o se pierde, pero siempre pierde al final. Por eso, el objetivo de un entrenador debe trascender los resultados, como la fe traspasa los hechos, y devenir un mensaje. Su legado ha de ser la palabra. Palabra que hinchas y jugadores observen como S¨¦neca dec¨ªa recibir las ¨®rdenes de Dios. Solo as¨ª su nombre perdurar¨¢.