Mat¨ªas, segunda edici¨®n
Tres cosas tengo m¨¢s claras que nunca: hay que contrastar en el periodismo y en la vida, ya no ser¨¦ tan tajante con ciertas creencias y los homenajes, mejor en vida.
El pasado 25 de marzo, cuando s¨®lo llev¨¢bamos diez d¨ªas confinados, en el momento en el que el COVID-19 me hab¨ªa soltado de sus garras y en la ¨¦poca en la que todo era luto a nuestro alrededor, un mensaje me encogi¨® el alma como pocas veces recuerdo antes. Dec¨ªa que el coronavirus que todo arrasaba esos d¨ªas, tambi¨¦n se hab¨ªa llevado por delante a uno de mis primeros entrenadores, Mat¨ªas L¨®pez. El m¨®vil echaba humo con versiones que aportaban m¨¢s detalles y otras que los contradec¨ªan. Ah¨ª entend¨ª que hasta en la desgracia el ser humano es ego¨ªsta. Antes y despu¨¦s del varapalo hab¨ªa afrontado tr¨¢gicas noticias sobre familiares de compa?eros, vecinos e incluso de colegas de profesi¨®n. Pero no es hasta que te toca de lleno en la familia cuando uno deja de respirar y de comer. Y un formador, sin duda, por el simple hecho de haberme dedicado tiempo y guiarme es, y ser¨¢, siempre parte de mi ¨¢rbol geneal¨®gico. Creo que uno puede removerse m¨¢s por alguien sin v¨ªnculos de sangre que incluso por un t¨ªo o un primo. Puerta, Kobe o Anguita saben de lo que hablo.
Mientras esperaba la confirmaci¨®n oficial al mediod¨ªa de ese fat¨ªdico y confuso mi¨¦rcoles, hice tres cosas casi de forma involuntaria. Una, negarme a asimilar el deceso y escribir desesperado un mensaje a mi mentor: ¡°?Mucho ¨¢nimo Mat¨ªas! Pronto saldr¨¢s de esto y podremos darnos un buen abrazo. Toda la gente del f¨²tbol estamos empujando para que mejores¡±. La segunda, mirar la pantalla obsesivamente para comprobar si el m¨ªster estaba en l¨ªnea (qu¨¦ cosas) y si ese subt¨ªtulo debajo de su nombre (¡®¨²lt. vez lunes a la(s) 13:13¡¯) cambiaba por arte de magia. La tercera fue pensar emocionado en ¨¦l. Fue entonces cuando el remordimiento, mezclado con la angustia y la verg¨¹enza, se apoder¨® de m¨ª. La raz¨®n era ego¨ªsta, pero no por ello menos cierta. En esas fechas estaba en pleno lanzamiento del primer libro que los atrevidos de una editorial me han dejado escribir: Por si acaso. Y no s¨®lo me apenaba que Mat¨ªas, un fiel lector de mis art¨ªculos, y yo no pudi¨¦ramos compartir esta alegr¨ªa que acab¨® por ver la luz s¨®lo 14 d¨ªas despu¨¦s. Adem¨¢s, por las cosas de mi heredada falta de memoria, hab¨ªa olvidado en la obra, que relata mi relaci¨®n con el f¨²tbol y con el Albacete Balompi¨¦, que fue precisamente ¨¦l quien me llev¨® por primera vez a probar con el mini Queso Mec¨¢nico.
El dato era importante y pens¨¦ llamar a la editorial para pedir clemencia y que me dejaran incluir un ¨²ltimo p¨¢rrafo. Si hab¨ªa logrado conseguirlo sobre la bocina con el Caso Zozulia y la suspensi¨®n del Rayo-Alba, creo que esta vez los motivos ten¨ªan mucho m¨¢s peso. Era un error imperdonable de partida pero, dadas las circunstancias, recobraba una relevancia may¨²scula. Mat¨ªas hab¨ªa pasado con los a?os de ser un maestro a un amigo. No me lo pod¨ªa perdonar. Mis intenciones de corregir el desaguisado se frustraron cuando, en mitad de la mel¨¦, la ech¨¦ al suelo y record¨¦ que los libros ya estaban impresos desde hace semanas y metidos en cajas de cart¨®n esperando a que la desescalada permitiera distribuirlos por las librer¨ªas. Hubiera pagado por que la Inquisici¨®n quemara todos los ejemplares, por que el editor me permitiera poner una adenda al texto final o por que la correctora me calmara diciendo que podr¨ªa cumplir mis deseos si alg¨²n d¨ªa, aunque fuera improbable, hubiera una segunda edici¨®n.
S¨®lo quer¨ªa una l¨ªnea para Mat¨ªas, aunque en realidad hubiera merecido un cap¨ªtulo central. Mat¨ªas dirigi¨® la Escuela de F¨²tbol de Alc¨¢zar de la que han salido varias joyas de Primera, entren¨® al primer equipo del Gimn¨¢stico en Tercera, fue clave para que un d¨ªa se hiciera cargo de ese equipo Caparr¨®s, fue director deportivo, secretario t¨¦cnico, ojeador de equipos profesionales, l¨ªder de la escuela de entrenadores, concejal de deportes¡ Mat¨ªas cogi¨® su coche para recorrerse La Mancha con el objetivo de que el t¨¦cnico del juvenil del Alba me viera jugar junto a Monreal. ?l me ense?¨® que a uno o dos toques iba a despuntar. ?l fue quien me dijo que las diagonales y los cambios de orientaci¨®n eran mi fuerte. ?l fue quien me personaliz¨® entrenamientos en verano junto a Jos¨¦ Luis, Jes¨²s Tejado y otros de sus alumnos aventajados. Y ¨¦l fue quien m¨¢s me aplaudi¨® por no dejar jam¨¢s los estudios. Si tuviera que se?alar a un padre deportivo, sin duda ser¨ªa ¨¦l. Todo esto pens¨¦ y olvid¨¦ escribir.
Pero la vida es maravillosa. No me digan c¨®mo ni por qu¨¦, s¨®lo unas horas despu¨¦s de recibir el mazazo, y pese a que alguna cuenta en redes sociales ya luc¨ªa el cresp¨®n negro, otras fuentes m¨¢s prudentes iban desvelando ese 25 de marzo que Mat¨ªas estaba muy mal pero que segu¨ªa peleando en la UCI. Como nos hab¨ªa ense?ado a tantas generaciones. El Semanal de la Mancha, medio en el que comenc¨¦ como periodista cuando se llamaba Canfali, public¨® una noticia desmintiendo su adi¨®s. No hay palabras para describir a qu¨¦ sabe la esperanza. Desde ese d¨ªa pregunt¨¦ por ¨¦l ma?ana, tarde y noche, viviendo de cerca los espectaculares avances y las dolorosas reca¨ªdas. Hasta que el 18 de abril mi m¨®vil se ilumin¨® con un mensaje inolvidable, por el que me descompuse, del que fuera mi t¨¦cnico: ¡°Un abrazo fuerte, ¨¢nimo¡±.
Hoy digo con l¨¢grimas de alegr¨ªa que Mat¨ªas ya est¨¢ en casa desde el pasado 23 de abril, d¨¦bil pero eternamente agradecido a todos los que le han ayudado. Y que el 8 de mayo recibi¨® el libro de la discordia, dedicado, que devor¨® en s¨®lo tres horas. ¡°Me lo he bebido, muy emocionante¡±, me escribi¨® esa ma?ana. En cuanto a m¨ª, qu¨¦ decir, he aprendido varias cosas vitales: que ya no soy nada sin mi boli y sin mi agenda; que hay que contrastar la informaci¨®n en periodismo y en la vida; que jam¨¢s volver¨¦ a negar o a poner en duda que es posible la resurrecci¨®n; y la m¨¢s importante de todas, que los homenajes es mejor hacerlos en vida.