Un San Mam¨¦s en cada casa
Cuando era ni?o no hab¨ªa nada que me hiciera m¨¢s feliz que recibir una llamada de aitite, mi abuelo materno, y escucharle decir al otro lado del tel¨¦fono estas cinco palabras m¨¢gicas: ma?ana vamos a San Mam¨¦s. En aquellas tardes de domingo naci¨® mi pasi¨®n por el f¨²tbol, que ha determinado mi vida. A veces, cuando me ataca la angustia, evoco aquellos momentos a modo de terapia.
Cuando llev¨¦ por primera vez a mis hijos al campo, sent¨ª que les estaba transmitiendo un legado. Aunque aitite hab¨ªa muerto d¨¦cadas antes, para m¨ª San Mam¨¦s segu¨ªa siendo lo que fue en mi infancia: el escenario de mi amor por ¨¦l. En aquellos primeros partidos con mis ni?os, me di cuenta de que San Mam¨¦s era como mi apellido, una l¨ªnea que conectaba a aitite con los peque?os.
Cuando el Athletic cambi¨® de estadio, me alegr¨® que decidiera mantener el nombre. Algunos protestaron argumentando que San Mam¨¦s solo hubo uno, pero creo que no comprendieron que San Mam¨¦s no es el hierro y la piedra, ni siquiera el c¨¦sped, sino las personas que lo llenan cada quince d¨ªas o, m¨¢s precisamente, el milagro que las une y las hace sentirse juntas. Porque San Mam¨¦s no es una casa, sino un hogar. No es una estructura, sino los hilos invisibles que unen para siempre a quien lo habita.
Pienso en todo esto ahora que vienen partidos a puerta cerrada y me digo que ser¨¢n como las videollamadas con la familia: estaremos lejos f¨ªsicamente, pero nos sabremos m¨¢s unidos que nunca. Echarse de menos es una manera muy intensa de quererse. El silencio del estadio no ser¨¢ esta vez signo de derrota, porque no se puede vencer al sentimiento que convoca a la gente. No habr¨¢ nadie en las gradas, pero San Mam¨¦s no estar¨¢ vac¨ªo, porque San Mam¨¦s ser¨¢ cada casa, cada coraz¨®n, cada mensaje que nos mandemos unos a otros antes y despu¨¦s del juego, con un "Aupa Athletic!" que quien lo reciba bien sabr¨¢ traducir como te quiero, te echo de menos, ojal¨¢ pronto podamos abrazarnos celebrando un gol.