Elogio del bal車n en las calles
Se comenta que la chavaler赤a recibi車 el permiso para salir de casa con divisi車n de opiniones. Seis semanas de reclusi車n producen efectos impensados en todas las edades, y de esa realidad no escapa nadie. Resulta que los ni?os salieron a la calle, pero no todos estuvieron encantados con la idea. Algunos consideraron que pasear con los padres y evitar a los amigos les merec赤a poca satisfacci車n. Desde la perspectiva infantil, pasear es una actividad de adultos francamente aburrida, bastante peor que jugar con la play en la habitaci車n o entretenerse con las posibilidades que ofrece internet y la televisi車n, aunque por las noticias que llegan de la calle un sencillo objeto acudi車 al rescate: el bal車n.
Es cierto que la humilde pelota no ofrece en estos tiempos sus ventajas cotidianas. No re迆ne a los amigos, ni los agrupa en equipos. No hay partidos, en definitiva, que es la materia final del juego. Tampoco hay espacio suficiente para correr y adiestrarse con ella. Los parques est芍n cerrados y los patios de los colegios tambi谷n. Aunque sus posibilidades actuales est芍n restringidas, al bal車n le sobran las ganas de ayudar. De hecho, es un inmejorable trasportador de ilusiones desde el confinamiento a la calle.
La pelota tiene mal pron車stico en las casas. Espacio insuficiente, opresivo, inc車modo, salpicado de obst芍culos, molesto para los vecinos y lleno de insinuaciones al desastre con el mobiliario. Jugar al f迆tbol en esas condiciones es frustrante. A los padres se les dispara la presi車n arterial y los hijos sienten un doble fastidio. No pueden disfrutar de su juego favorito y perciben el irritante clima que se instala a su alrededor.

El bal車n necesita la calle, la reclama y, a la vez, requiere compa?赤a. No pide mucho. S車lo necesita que lo atiendan. Es barato, ligero, f芍cil de transportar, divertido y juguet車n. No siempre sale por donde uno espera. Prefiere los terrenos amplios y adora la comunidad. Es sociable por naturaleza, pero su generoso pragmatismo le permite convertirse en el fiel c車mplice de los solitarios. Le basta un due?o amable para establecer una relaci車n sin interferencias. Si alguien se a?ade, eventualidad que en estos momentos descansa 迆nicamente en padres y hermanos, mejor todav赤a.
No importa que sea de cuero, pl芍stico o trapo. Lo fundamental es lo que lleva dentro, una mezcla imbatible de aire y sue?os. Sin nada m芍s que ese equipaje los chiquillos salen de sus casas. Se les ve felices desde las ventanas, sin otra preocupaci車n que jugar y disfrutar. No hay paseo ni play station que puedan compararse con ese placer sencillo, placer de pase corto con el padre o los hermanos. Es todo lo que permite esta epidemia feroz. Parece poco, pero el r谷dito es enorme. Vuelven a sus casas con una certera convicci車n. Saben que ma?ana les espera la calle y un bal車n, el amigo que nunca defrauda.