Recuerdos corceros
Por estas fechas del a?o, nos encontramos en una burbuja de ansiedad, pero ansiedad de la buena, de la que te produce un hormigueo por todo cuerpo ante la apertura inminente de la caza del duende.

Por estas fechas del a?o, nos encontramos en una burbuja de ansiedad, pero ansiedad de la buena, de la que te produce un hormigueo por todo cuerpo ante la apertura inminente de la caza del duende.
Este a?o, por desgracia para todos, no podemos salir, y desde nuestras casas, so?amos con salir al monte, impregnados de amaneceres, de esa luz que solo se disfruta si cierras los ojos e inspiras el puro aire del campo.
Ahora que lo vemos tras los cristales de nuestras ventanas, so?amos despiertos con ese corzo, con ese rececho que vivimos y que, por unas cosas u otras, recordaremos siempre.
El m¨ªo fue en tierras de Zamora, hace ya unas cuantas primaveras, pero que sonrisa se me dibuja en la cara cuando recuerdo ese corzo¡ Media Espa?a se despertaba al son de: ¡°A san Ferm¨ªn pedidos por ser nuestro Patr¨®n¡¡± Ese d¨ªa de julio, yo no pegu¨¦ ojo, el entusiasmo no me lo permiti¨®.
Emprendimos el viaje hacia nuestro destino antes del alba, para estar muy temprano y poder dar una vuelta por el cazadero. Un coto precioso, prados sembrados y la vegetaci¨®n caracter¨ªstica de un monte de Zamora.
Al llegar mi amigo y compa?ero de caza, nos reunimos con Paco, nuestro guarda, que nos puso al d¨ªa de los animales que hab¨ªa avistado desde los ¨²ltimos 15 d¨ªas que no hab¨ªamos estado all¨ª. En la primera vuelta, disfrut¨¦ como una ni?a, guardando en mi retina, cada detalle que me llamaba la atenci¨®n. Solo escuche un par de ladras. ¡°Que car¨¢cter¡±.

Lleg¨® la tarde y nos echamos al monte, esta vez s¨ª, preparados con catalejo, prism¨¢tico y todo lo necesario para poder verlos, si es que ellos se dejan ver¡
Tras un largo rececho (por suerte la finca es bastante llana), consider¨¦ oportuno colocarme para poder disfrutar de una espera. Al lado de un prado, seco no, sequ¨ªsimo. Pens¨¦: aqu¨ª los duendes no vienen ni de pasada. Sorpresa la m¨ªa cuando, sin llevar m¨¢s de 30 minutos en el puesto, veo a lo lejos una pareja.
Con el catalejo los veo comer, tranquilos, parece que el aire est¨¢ de mi parte, y con mucho sigilo, me preparo¡ No se inmutan, siguen tranquilos, y una vez que est¨¢n mas cerca, puede ver bien al macho. Se trataba de un corzo adulto, y estimo que puede ser ¡°el corzo¡±.
Tr¨ªpode colocado, lo tengo en la cruceta, parece que me oye, pero no, es mi tripa que de los nervios est¨¢ cantando a San Fermin¡ ?Me tiemblan las piernas! Y los brazos por el peso del rifle se est¨¢n cansando. Ahora¡ Cachisssssssss ?Pues nada! (Si, he fallado).
Otra noche que no consigo dormir, y no, no es por la gran cena con la que nos ha deleitado la mujer de Paco, gran cocinera y mejor se?ora.
Lleg¨® la hora, y antes de amanecer, ya estamos en el campo, justo cuando la luz empieza a asomar para acariciar dulcemente el campo. Que bonito rececho el de esa ma?ana¡ los conejos y alguna perdiz que otra, nos iban dando los buenos d¨ªas.

Hasta que, en torno a las 9.00, en el mismo sitio, pero un poco m¨¢s hac¨ªa delante, justo donde estuve colada la tarde anterior, estaba la parejita de duendillos. Intento acercarme todo lo que puedo, toda una proeza aquella para que no me vieran ni olieran ?Que calor! Me coloco que ni Tom Cruise en ¡°Misi¨®n Imposible¡±, tiene m¨¢s tacto. Y¡ Cachis otra vez ?Soy mala hasta decir basta!
Pero como la ilusi¨®n y las ganas, no me las quita nadie, todav¨ªa quedaba el rececho de la tarde.
Cuando parec¨ªa que el calor nos conced¨ªa una tregua, decido salir al campo, esta vez Paco me indica que me vaya al otro lado del coto. No se que hora era, pero hab¨ªa entrado bien la noche. Estaba tan a gusto que no me hab¨ªa dado cuenta del reloj. Por supuesto, ya no estaba ni a corzos ni a nada, sencillamente me dej¨¦ llevar por el embrujo de una noche de verano en el monte.
La noche no estaba completamente oscura, y con los prism¨¢ticos, estaba intentado observar los ¡°bichillos¡±. Creo que, si mi telemetro no falla, que a 200 metros estaba ¨¦l, mir¨¢ndome, impasible, tranquilo, con una mirada que estremece al m¨¢s pintado¡ Si, un lobo. Por supuesto que me hab¨ªa visto, y hace rato, me estaba observando el a m¨ª. Y yo a el hasta que quiso, claro. Porque al rato se fue, pero que momento me regal¨®.
Resumo: Capreolus 2 ¨C Una servidora, 0 patatero
Suena el despertador, aunque ya estoy despierta ?Que calor ya por la ma?ana temprano! Caf¨¦ rapidito y ¡°pal¡± campo. Ese d¨ªa ya nos volv¨ªamos para casa. El corzo es un animal querencioso, que no tonto, pero territorial, por lo que tomo la decisi¨®n de ir al sitio del encuentro de los d¨ªas anteriores.
Nunca sabe uno como acertar, pues no todos los d¨ªas salen a la misma hora. Pero esta vez el aire ven¨ªa cambiado, no soplaba como los d¨ªas anteriores, teniendo que hacer la entrada al prado desde la parte alta de la colina, y aunque el calor daba tregua, el cansancio y la pendiente, se hac¨ªan cargo de pasarme factura.
Al comenzar a descender la ladera, all¨ª estaban, en la orilla del prado lindando con el bosque. Aprovechando la vegetaci¨®n, decid¨ª entrarle, paso a paso, prudente de no pisar ni una rama seca, ya que era mi ¨²ltima oportunidad, el tiempo jug¨® en mi contra.
Al llegar a la ladera contraria, como 300 a metros, solo me quedaba dos opciones: o tirar desde all¨ª y mi confianza despu¨¦s de los fallos me pod¨ªa pasar una mala jugada o, hacer un ¡°cuerpo a tierra¡± e intentar aproximarme un poco hasta que confiara en el disparo.
Pero despu¨¦s de un buen rato (en el campo no miro el reloj), aparecen. Me deleito mir¨¢ndolos, la corza y el corzo, comiendo, en alerta, el coraz¨®n se me dispara y vuelve la sinton¨ªa de los San Fermines con una cascada de mozos, corriendo en mi est¨®mago.
Como no eleg¨ª la segunda, rectando como pod¨ªa, escuchando mi propio coraz¨®n, fui acerc¨¢ndome metro a metro, pero el tiempo se ven¨ªa encima de ser descubierta. Ahora parece m¨¢s una escena de Matrix, para colocarme bien. Apoyada en mi mochila pude ver esa belleza a trav¨¦s de la mira de mi rifle, era el momento, son¨® el disparo. Est¨¢ vez, la suerte jug¨® de mi parte.
Ahora s¨ª, ahora si¡ A la tercera va la vencida, o eso dicen. En este caso s¨ª. Nos acercamos Paco y yo, nos miramos, nos abrazamos y noto como las l¨¢grimas recorren mis mejillas.
¡°Enhorabuena, Roc¨ªo¡±, me dice Paco. ¡°No Paco, al pobre lo he cazado porque lo dej¨¦ sordo¡¡±

Buen fin de semana, en la medida que pod¨¢is, y por favor, no salg¨¢is de vuestras casas.