La Copa en San Mam¨¦s
El viernes pasado me enter¨¦ del resultado del sorteo de Copa en el patio de la ikastola de mis hijos. Hab¨ªa ido a recoger al peque?o porque me llamaron del centro para avisarme de que ten¨ªa mucha fiebre. Al pasar junto a un grupo de chavales que se congregaba en torno a la pantalla de un m¨®vil como un grupo de piratas alrededor de un cofre del tesoro reci¨¦n abierto (est¨¢n prohibidos los tel¨¦fonos en el patio), escuch¨¦: "Nos ha tocado el Barcelona en casa. ?De puta madre!". No s¨¦ si se puede poner un taco as¨ª en una columna. Pero es lo que dijo. A m¨ª me alegr¨® contrastar que la primera reacci¨®n al sorteo a la que atend¨ª fuera la de un hincha emocionado. Un hincha joven, adem¨¢s. Su fe es la m¨ªa, es la nuestra.
Alguien dijo que la Liga es el filete y la Copa son las patatas fritas. Se refer¨ªa a que lo importante no es la guarnici¨®n, sino el plato principal. Est¨¢ bien la expresi¨®n. Pero si consideramos que una buena definici¨®n de una familia es la de un grupo de gente que discute en una mesa por el reparto de las patatas fritas, me gusta a¨²n m¨¢s. La Copa es las patatas fritas del Athletic Club. En torno a ella los athleticzales, que tambi¨¦n somos una familia, nos unimos cada temporada y cada temporada dialogamos como fil¨®sofos sobre el estatuto de esta: ?es preferible levantar la Copa a tener una buena posici¨®n en la tabla de Liga?
Desde el viernes pasado, el tema de conversaci¨®n es el partido ante el Barcelona. El sentimiento por el Athletic en Bizkaia es una especie de iceberg cuya punta emerge m¨¢s o menos dependiendo del momento, digamos de la salinidad del ambiente. Estos d¨ªas es una monta?a enorme en mitad del mar. Un Everest, la comprobaci¨®n emp¨ªrica de que aqu¨ª es hincha del Athletic Club hasta aquel que nunca ha visto un bal¨®n. Del partido se habla en las tiendas, peluquer¨ªas, patios de escuelas, oficinas, ascensores y hasta en los sepelios. Todo el mundo quiere una entrada. Todos sue?an con ser uno de esos 54.000 representantes de todos los dem¨¢s, porque en San Mam¨¦s cada asiento es un esca?o, cada espectador el representante de una familia, de un pueblo.