Un jugador de dibujos animados
'Un domingo cualquiera'. As¨ª se titula una pel¨ªcula de Oliver Stone sobre f¨²tbol americano. Hay deportes todos los d¨ªas, pero el domingo es el d¨ªa del deporte. De los partidos de f¨²tbol y de baloncesto, de las finales de tenis, de los grandes premios, de la ¨²ltima etapa en ciclismo, de la ¨²ltima jornada del golf¡ El pasado domingo discurr¨ªa as¨ª, como otro cualquiera, con las ¨²nicas excepciones de dos finales europeas de balonmano y de waterpolo con presencia espa?ola. Y, de repente, una noticia rompi¨® la rutina y sobrecogi¨® al mundo: ¡®Kobe Bryant muere en un accidente de helic¨®ptero¡¯.
La jornada dej¨® de avanzar como un domingo cualquiera, porque el fallecido tampoco era un deportista m¨¢s. Kobe es un icono, a¨²n en presente, uno de los grandes de la historia, un jugador que marc¨® una ¨¦poca. Su palmar¨¦s explica una parte de su trascendencia: cinco anillos de la NBA, 20 temporadas en Los Angeles Lakers, dos oros ol¨ªmpicos con Estados Unidos¡ Tambi¨¦n sus gestas: los 81 puntos a los Raptors son el segundo registro de siempre, en su despedida ante los Jazz meti¨® 60¡ Sin olvidar a sus compa?eros de viaje: Shaquille O¡¯Neal, Pau Gasol¡ Todos estos ingredientes definen su magia, su voracidad, pero exist¨ªa algo menos mensurable: la est¨¦tica de su baloncesto, su juego de dibujos animados, de superh¨¦roe de c¨®mic, esa sensaci¨®n de no haber presenciado nada igual desde la jubilaci¨®n de Michael Jordan¡ En un Siglo XXI dominado por el poder de la imagen, Kobe Bryant era la imagen.
La NBA tambi¨¦n jug¨® el domingo, como un domingo cualquiera. Pero no lo era. Hab¨ªa l¨¢grimas en sus rostros. Y el mundo entero lloraba con ellos.