A veces
A veces echo de menos cuando ¨¦ramos malos. Cuando Andrada me llamaba y me dec¨ªa: "Vente a casa". Y justo antes de llegar, un SMS: "Sube el AS". Su casa en el 36 dando a la bah¨ªa. Las nubes eran adolescentes. En su cuarto habl¨¢bamos de los fichajes del Madrid y Heinze nos parec¨ªa el mejor, el tapado, el que nos iba a devolver a la ¨¦lite en Champions desde la seriedad atr¨¢s. Eran d¨ªas luminosos, pero no ¨ªbamos a la playa. Eran d¨ªas de estudiar, pero no estudi¨¢bamos. Era casi septiembre, pero cre¨ªamos en la inmortalidad de agosto. Andrada pon¨ªa un disco de Oasis y me ense?aba su cuarto, que hab¨ªa redecorado por alguna extra?a raz¨®n con fotos recortadas de peri¨®dicos de Ronaldo, Figo y Beckham. Fotos de aquellos d¨ªas de galaxias y vac¨ªos infinitos. De mates financieras y besos de ginebra y humo. De 'Turnedo' y Robinho. "Ya, ya s¨¦ que tengo una edad, pero me apetec¨ªa". Y luego estallaba en ese ataque de risa hist¨¦rico tan suyo, aplaudiendo como una foca premiada con un arenque. Parec¨ªa imposible que un chico con esa vitalidad hubiera estado en coma.

Nos dejaban todas las novias, nos ment¨ªamos, nos gustaba Capello, nos mand¨¢bamos en Nochebuena un christmas de Baptista marcando un gol en diciembre en el Camp Nou: "Feliz D¨ªa de la Bestia". ?ramos hijos del tamudazo: imprevisibles, desordenados, esperando una remontada. Dos tarados felices hablando siempre del Real Madrid. Porque nada nos importaba m¨¢s que eso. Incluso m¨¢s que el propio f¨²tbol. "Este a?o puede ser el a?o", nos dec¨ªamos. Jam¨¢s lo era. Nos hac¨ªamos unas alubias en pleno verano. Me regalaba siempre algo de su cuarto: un libro ("Three men in a boat"), una corbata, una pel¨ªcula, un disco. Abr¨ªamos las ventanas. Habl¨¢bamos de gente conocida de la universidad. Jug¨¢bamos al Pro. Rele¨ªamos a Gistau. Le preguntaba si ten¨ªa un esmoquin para una fiesta absurda. Nada ten¨ªa sentido, pero al mismo tiempo, de un modo extra?o, todo encajaba. La eternidad tambi¨¦n es esto. Nunca seremos tan j¨®venes como aquel verano. Nunca seremos tan malos. Nunca pens¨¦ que echar¨ªa de menos a Heinze.