Rencores desmedidos
El juego de las medias verdades. Tres versiones dispares que, entremezcladas, muestran numerosas contradicciones. Las ¡°ambiciones desmedidas¡± de Robert Moreno tuvieron una respuesta no menos desmedida de Luis Enrique. El ¨²ltimo culebr¨®n del f¨²tbol patrio podr¨ªa haber quedado en un simple episodio desagradable, pero Rubiales dirige la Federaci¨®n con una cerilla y un bid¨®n de gasolina.
Robert Moreno. Su puesta en escena hubiese tenido mayor credibilidad de haber aceptado preguntas. Si no pod¨ªa responderlas, por temas jur¨ªdicos, o no quer¨ªa, por estar mal asesorado, tambi¨¦n debi¨® haberlo explicado. Ha perdido en lo profesional el tren de la Eurocopa como primer entrenador y, en lo personal, una amistad de muchos a?os. Acusado de trepa y de desleal, se vio obligado a dar la cara para defender su honor. Pag¨® cara su biso?ez, por fiarse de Rubiales, tras el excelente trabajo realizado.
Luis Enrique. Vaya por delante que festejamos su regreso y sus ganas de volver a respirar f¨²tbol. Su primera aparici¨®n, tras la dur¨ªsima desgracia familiar, result¨® volc¨¢nica, aunque tambi¨¦n dej¨® alguna reflexi¨®n imperdible como la del tab¨² ante la muerte. Sorprendi¨® su crudeza. Hablar de p¨¦rdida de confianza en Robert hubiese denotado sensibilidad y generosidad con el mismo resultado, su salida del staff t¨¦cnico. Su rencor es, al menos, del mismo tama?o que la ambici¨®n de Robert Moreno. Uno espera de sus amigos lealtad, por supuesto, pero tambi¨¦n voluntad para empatizar y para perdonar.
Luis Rubiales. Se supone que los presidentes son los que tienen la capacidad de elevarse y de medir los tiempos. Prendi¨® la mecha con sus declaraciones en la zona mixta ante Malta y convirti¨® el ¨¦xito de que Espa?a se clasificase como cabeza de serie en su segunda noche de cuchillos largos. Compareci¨® a pecho descubierto para lavar su imagen, pero hasta el propio Luis Enrique mostr¨® las costuras de su discurso. Hablaron varias veces, no s¨®lo una, y en Zaragoza le ofreci¨® ¨¦l volver a ser seleccionador. Para rematar, asisti¨® impert¨¦rrito al linchamiento de Robert Moreno, como si no hubiese sido un t¨¦cnico ejemplar, en sus resultados y en sus formas. Ya tiene al seleccionador que quer¨ªa y se ha dejado de hablar de Arabia Saud¨ª. Le importa un comino si el f¨²tbol espa?ol se va dejando a jirones parte de su reputaci¨®n.