Oro blanco
Tengo un problema con la camiseta del Real Madrid de este a?o. Nos hemos dado varias oportunidades, pero no nos gustamos. Algo no termina de funcionar. Ni yo le gusto a ella, ni ella a m¨ª. Pensaba que ser¨ªa cuesti¨®n de dejar pasar el tiempo, pero no hay manera. He hecho todo lo posible para que surgiera la magia. Incluso me la he puesto, posando ante el espejo de un probador, como si me estuviera presentando Florentino en el palco del Bernab¨¦u. Gui?o un ojo a mi reflejo, me beso el escudo imagin¨¢ndome ante un enjambre de fot¨®grafos, poso desafiante como una estrella del trap, que es algo que ahora se lleva mucho, y hago el gesto ese de Pogba. Y nada. Solo parezco Robert de Niro en Taxi Driver medio enloquecido ante el espejo: "?Hablas conmigo?".
Todos los a?os, sin excepci¨®n, me he comprado la camiseta del Madrid. Es un ritual. Tengo hasta las camisetas de Gravesen y Huntelaar. No voy de farol: lo m¨ªo es serio. Madridismo es esto, no lo del se?or¨ªo. Fui fiel a pesar de varios momentos est¨¦ticos atroces: conviene no olvidar que tenemos una enorme huella de perro en la camiseta de la S¨¦ptima. Y, a pesar de todo, siempre cumpl¨ª. Como si con mi contribuci¨®n estuviera financiando el fichaje gal¨¢ctico de cada temporada. Pero la camiseta de este a?o, con esos ribetes y dorsales dorados, se me est¨¢ haciendo muy cuesta arriba. Se me atraganta. Hay algo en el uso del oro que tendr¨ªa que ser sagrado, solo reservado para el ganador. Lucirlo en noviembre es como estar celebrando algo por adelantado.
El legendario base de la NBA, Jason Kidd, actual segundo entrenador de Los Angeles Lakers, protagoniz¨® una historia curiosa. En 2000, justo antes de celebrarse los Juegos Ol¨ªmpicos de Sidney, sali¨® en la portada de Sports Illustrated posando ba?ado completamente en oro en una clara alusi¨®n a la medalla que parec¨ªan dar por ganada. No tardaron en aparecer reproches de todos los rincones del mundo por estar vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. Se libr¨® de un escarnio mayor gracias a que en esa ¨¦poca todav¨ªa no exist¨ªan las redes sociales. Un triple en el ¨²ltimo segundo de un jovencito lituano llamado Jasikevicius a punto estuvo de arruinarles la fiesta antes de tiempo. Aprendi¨® la lecci¨®n. El oro y los laureles mejor al final del curso. Nunca antes.
As¨ª que este a?o he decidido comprarme la camiseta azul del Madrid, que el dorado se nota menos. No me pidan coherencia. Es un sentimiento.