Marieke, una lecci¨®n de vida¡ hasta la muerte
Les sit¨²o. Septiembre de 2016. Me dispon¨ªa a cubrir mis segundos Juegos Paral¨ªmpicos, los de R¨ªo. En los d¨ªas previos siempre recibes las consignas de los jefes. Pero hab¨ªa una que monopolizaba mi misi¨®n de enviada especial: entrevistar a Marieke Vervoort, la atleta belga que semanas antes hab¨ªa anunciado que tras los Juegos de R¨ªo se someter¨ªa a la eutanasia. Ella ten¨ªa 37 a?os y una enfermedad degenerativa que le produc¨ªa unos dolores cada vez m¨¢s insoportables. Reconoc¨ªa que ten¨ªan que inyectarle morfina para poder entrenar y que los dolores a duras penas le dejaban dormir. Sin duda, conocer su historia de primera mano era algo con lo que cualquier periodista pod¨ªa so?ar. Pero no era nada f¨¢cil. Los d¨ªas previos al viaje intent¨¦ contactar con ella y con su federaci¨®n desde Madrid. No hubo respuesta. Luego me enter¨¦ de que no conced¨ªa entrevistas.
Ya en R¨ªo, cada vez que hablaba con la Redacci¨®n, se repet¨ªa la misma pregunta: ¡°?C¨®mo va la entrevista con Marieke?¡±. Juan Guti¨¦rrez y Juan Mora consiguieron que la belga se convirtiera en mi obsesi¨®n. Buscaba a los belgas y preguntaba por ella a todas horas. Como cont¨¦ entonces, todo sucedi¨® el primer d¨ªa de la competici¨®n. Kim L¨®pez acababa de conquistar el primer oro para Espa?a. Cuatro periodistas espa?oles nos hab¨ªamos quedado rezagados y perdimos el autob¨²s para los periodistas. Est¨¢bamos colgados en medio de la nada y decidimos colarnos en el de los atletas, que nos llevar¨ªa a la Villa Ol¨ªmpica. Una vez all¨ª ya nos buscar¨ªamos la vida. Yo me sent¨¦ justo detr¨¢s de la puerta de entrada. El autob¨²s estaba a punto de arrancar cuando entr¨® ella. No me lo pod¨ªa creer. ?Era Marieke en su silla de ruedas! Sin duda, un golpe de suerte, un regalo divino. De entrada, me sorprendi¨® su jovialidad. Se pas¨® todo el viaje hablando con todo el mundo. Rebosaba alegr¨ªa.
Cuando el autob¨²s lleg¨® a la villa, nos presentamos. Me dirig¨ª hacia ella y me dio dos efusivos besos. Accedi¨® gustosa a charlar con nosotros, m¨¢s a¨²n cuando supo que ¨¦ramos espa?oles porque viajaba a menudo a Lanzarote. El sol canario le aliviaba los dolores que se acentuaban con el invierno belga. Hablaba con una alegr¨ªa contagiosa. De su vida, de su enfermedad, de las medallas a las que aspiraba¡ Y de la muerte. Ella no quer¨ªa morir, era una luchadora. ¡°Don¡¯t give up¡± (No te rindas)¡±, repet¨ªa. Era un torrente de energ¨ªa positiva.
Me impact¨® las ganas de vivir que transmit¨ªa e hice la pregunta obligada: ¡°?Est¨¢ segura de que no llegar¨¢ a Tokio? La respuesta fue rotunda: ¡°No quiero vivir cuando solo tenga dolor¡±. Nos explic¨® que tener los papeles para la eutanasia le daba tranquilidad y que para que se los concedieran hab¨ªa tenido que pasar muchos ex¨¢menes m¨¦dicos y psicol¨®gicos. ¡°?En Espa?a est¨¢ prohibida la eutanasia?¡±, pregunt¨®. Y a?adi¨®: ¡°?Se va a la c¨¢rcel por ello? No lo entiendo. Es un derecho de las personas. Dejadme descansar cuando ya no pueda seguir adelante¡±. Una lecci¨®n de vida¡ hasta la muerte. ?Hasta siempre, Marieke!