Carta para Rafael Nadal
Hola, Rafael, no voy a ser muy original. Es imposible serlo cuando existe tal consenso. Adem¨¢s, hace diez a?os que me qued¨¦ sin palabras ocurrentes, cuando escrib¨ªa en El Confidencial cr¨®nicas y an¨¢lisis de sus victorias y contratiempos. Me tir¨¦ el siguiente lustro repiti¨¦ndome groseramente. S¨¦ que a mis compa?eros periodistas les afecta el mismo mal. Nos ha dejado a todos literalmente sin palabras.
Por eso no voy a gastar renglones para describir lo que todos sabemos. Me gustar¨ªa aprovechar esta privilegiada ventana que tengo para hablarle de c¨®mo le veo desde mi situaci¨®n. Yo he sufrido una terrible derrota, una enfermedad salvaje trunc¨® mi proyecto vital cuando me encontraba en el mejor momento. Seg¨²n todas las estad¨ªsticas de supervivencia media, ya no deber¨ªa estar aqu¨ª. Desde 2016, veo sus partidos postrado en la cama, sin poder moverme. Yo soy un hombre de f¨²tbol, es de las pocas cosas de las que me atrevo a hablar con firmeza y propiedad. Pero por suerte, mis ojos de futbolista me permiten disfrutar de otros deportes sintiendo cercanos sus complejidades y desaf¨ªos.
Desde mi modesta afici¨®n al tenis de ¨¦lite, su carrera la he vivido con el gozo y la pasi¨®n que comparto con millones de personas en todo el mundo. No soy de idolatrar, ni siquiera a aquellos que me transmiten alegr¨ªas y sensaciones inolvidables, pero con usted la admiraci¨®n es estratosf¨¦rica. Me he preguntado muchas veces qu¨¦ es lo que m¨¢s me engancha de su trayectoria. No es el ¨¦xito, eso lo tengo claro, es ruin querer a alguien s¨®lo porque le va bien en la vida. La superaci¨®n de la adversidad f¨ªsica es lo m¨¢s ¨¦pico de sus andanzas, sin duda, pero creo que a¨²n valoro m¨¢s otras virtudes. En lo estrictamente deportivo me fascina la capacidad de concentraci¨®n y la templanza en los momentos cruciales, y por supuesto su facilidad para ser m¨¢s tenaz que todas las estrategias de sus oponentes, lo que a menudo los lleva a la desesperaci¨®n m¨¢s absoluta. Asisto a sus derrotas desde el convencimiento de que la frustraci¨®n por los errores cometidos pesa mucho menos cuando se ha vaciado para jugar al l¨ªmite de sus posibilidades y conocimientos. Siempre tengo la sensaci¨®n de que as¨ª ha jugado. Todas estas capacidades y otras muchas, como las mejoras en su juego que constantemente incorpora gracias al entrenamiento diario, son grandiosas. Pero, por encima de todo, es su car¨¢cter, su actitud, lo que de verdad me engancha a su figura. Y lo que explica todo lo anterior.
Antes de enfermar, ya sent¨ªa familiaridad con su manera de estar en el mundo, supongo que m¨¢s por querer para m¨ª ese arsenal de recursos psicol¨®gicos que porque verdaderamente los poseyera. Recuerdo sentir esa sensaci¨®n cuando le vi de cerca por primera vez, en un pasillo de la Caja M¨¢gica en el Masters de Madrid de 2010. Creo que esa identificaci¨®n basada en deseos es la que sentimos sus seguidores, m¨¢s concretamente los que somos compatriotas suyos, los que compartimos parecido espacio sociocultural. Y a la vez, creo que, fuera de nuestras fronteras, los extranjeros nos identifican a todos los espa?oles a trav¨¦s de su car¨¢cter. M¨¢s all¨¢ de los t¨®picos y sin caer en patriotismo barato, porque aqu¨ª hay igual de malas personas que en todos lados, s¨ª pienso de verdad que usted, Rafael Nadal, es un motor de nuestra identidad colectiva, sea ¨¦sta la que sea.
Cuando me vi ante los cuernos de la vida, en esos momentos donde no te puedes esconder de ti mismo, pele¨¦ (y sigo haci¨¦ndolo) con las ¨²nicas armas que tenemos, aquellas forjadas durante toda nuestra existencia, desde chavales. Si bien sea inexacto afirmar que alguna de ellas la tengo gracias a usted, s¨ª estoy convencido de que su inspiraci¨®n omnipresente me ha mostrado que el camino correcto es siempre empu?ar nuestras armas con firmeza, nobleza y determinaci¨®n, para vencer todos los miedos. Incluido el m¨¢s grande, aqu¨¦l que tenemos todos los seres humanos a la derrota irreversible.
Supongo que pensar¨¢ que estoy exagerando, que s¨®lo es un mero jugador de tenis. Pero no se subestime. El deporte es cultura. Y el deporte es educaci¨®n. Y si Cervantes o Goya nos retrataron y nos sirven de referentes a trav¨¦s de su ingenioso trabajo de reflexi¨®n, usted hace el mismo papel desde su intuitivo movimiento sobre una pista de tenis. No tengo ninguna duda: cuando hago balance de lo mucho que he perdido por la enfermedad y lo poco que me ha dejado intacto, el resultado me sigue dando positivo por peque?os grandes placeres como, por ejemplo, seguir vi¨¦ndole con una raqueta en la mano. La vida merece un poco m¨¢s la pena gracias a que existe nuestro Rafael Nadal. Atentamente, Carlos Matallanas.
Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este art¨ªculo con las pupilas.