Transparencias fugadas del Bar?a
No hay un partido gemelo, y este menos que ninguno. Un Bar?a disfrazado de otro, como si fuera alguno de los poemas de Jorge Luis Borges, se enfrent¨® a un equipo que no quiso ganarle, como si le diera verg¨¹enza.
El Bar?a fue un equipo transparente, huido de s¨ª mismo, fugado de la calidad que lo acompa?a en su historia, y no s¨®lo por la ausencia de sus principales nombres propios.
Y esta inepcia que dur¨® una eternidad vac¨ªa no es tan solo una cuesti¨®n de esos nuevos nombres propios. Ah¨ª est¨¢ Riqui Puig, que es un medio espl¨¦ndido, o Ale?¨¢, cuyo infortunio fue solo superado por el reiterado fiasco de Prince Boateng. S¨®lo Demb¨¦l¨¦, de los antiguos, se pareci¨® a s¨ª mismo. El asunto tiene m¨¢s que ver con la ausencia de alegr¨ªa, o de entusiasmo, sin el cual el f¨²tbol es un rostro p¨¢lido, aburrido como la tarde que el Bar?a les rob¨® a los aficionados oscenses.
No fue, pues, culpa de los nuevos, ni de los viejos. Ni de Valverde, si me apuran. Cuando el entusiasmo abandona el alma y el cuerpo no queda casi nada, aparte de algunos toques de bal¨®n. El empate fue un fantasma que resumi¨® desde el principio el porvenir de este drama que empeque?ece un partido esperado entre las nieves del Pirineo como un argumento del calor.