El deporte, refugiado de guerra
Empecemos por las cifras. Un 21% de la poblaci¨®n espa?ola de entre 15 y 69 a?os confiesa la pr¨¢ctica de una actividad deportiva en su tiempo de ocio. Estamos, pues, ante una industria que agrupa a m¨¢s de 34.000 empresas y que emplea a m¨¢s de 200.000 personas. Los espa?oles gastan al a?o en deporte 4.924 millones. Un 63% de ellos dispone de bicicleta (se venden m¨¢s de 3.000 diariamente) y un 60% tiene un bal¨®n o una raqueta. Y m¨¢s de un mill¨®n de turistas se sienten atra¨ªdos anualmente por los campos de golf nacionales, que gozan de una climatolog¨ªa favorable casi en las cuatro estaciones. Pues bien, esta fabulosa actividad jam¨¢s ha merecido un ministerio.
De hecho, los sucesivos gobiernos le han procurado matrimonios forzosos: la derecha, generalmente con Educaci¨®n; la izquierda, con Cultura. Zapatero, incluso, durante un breve periodo, lo meti¨® bajo el paraguas de Presidencia, para tenerlo muy a su lado, pero sin ofrecerle rango.
En cualquier caso, el deporte es el refugiado permanente de cualquier conflicto pol¨ªtico. No genera guerras, pero es v¨ªctima de ellas. Ahora, sin ir m¨¢s lejos. Despu¨¦s de a?os de recortes, producto de la crisis, vuelve a disponer del dinero de los d¨ªas de vino y rosas, pero la no aprobaci¨®n de los presupuestos le tiene en vilo. M¨¢s en un a?o preol¨ªmpico, en el que las federaciones necesitan recursos para procurarles a los atletas de deportes minoritarios competiciones en las que rodarse. Muchos han llegado hasta aqu¨ª, tras una larga traves¨ªa en el desierto, con recursos propios, con ayudas familiares o con patrocinios casi caritativos. Ahora vuelve a asomar el dinero pero la pelea pol¨ªtica se lo congela. En regatear eso anda Guirao. En eso y en la Ley del Deporte, donde el consenso no parece tan dif¨ªcil. La que est¨¢ en vigor cumple ya casi 30 a?os y hay unanimidad en que hay quitarle el polvo.