El derbi de los clavos
Hace 40 a?os ocurri¨® en el anhelado estadio de Sarri¨¤ una de las an¨¦cdotas m¨¢s recordadas de la historia de los enfrentamientos entre Espanyol y el Barcelona. El protagonista fue un argentino que militaba en el conjunto azulgrana, por su nombre quiz¨¢ nadie lo recuerde. Era conocido, como tantos argentinos, por su mote: el ¡®Milonguita¡¯.
Al ¡®Milonguita¡¯ Heredia le vino a la cabeza una genialidad de dudosa calidad ¨¦tica durante una concentraci¨®n con la albiceleste cuando las selecciones, antes de enfrentarse, pod¨ªan compartir lugar de concentraci¨®n. El m¨ªtico Urruti, convocado con la Selecci¨®n espa?ola, se acerc¨® a la mesa donde depart¨ªan varios jugadores argentinos para hacer una confesi¨®n entre risas a los presentes: ¡°A Rafa Mara?¨®n le dan miedo las infecciones¡±. Mara?¨®n, que no necesita ni presentaci¨®n, era por aquel entonces uno de los mejores delanteros espa?oles y estilete perico.
Ante tal temor, el ¡®Milonguita¡¯ decidi¨® jugar el siguiente derbi catal¨¢n con unos clavos para asustar a los jugadores blanquiazules. Durante el encuentro, en un c¨®rner, sac¨® su codiciada arma y punte¨®, pero no a Mara?¨®n, sino a un defensa, por lo que fall¨® su tiro. La v¨ªctima, incr¨¦dula, acudi¨® al ¨¢rbitro para explicarle lo ocurrido, momento que aprovech¨® el ¡®Milonguita¡¯ para enterrar el clavo en el barro y espetar, sin inmutarse: ¡°?rbitro, yo soy futbolista, no carpintero¡±.?