V¨ªctimas del exceso del discurso
Andamos bastante tocados 'los del rugby'. No importa el nivel, dirigentes, entrenadores, jugadores o meros aficionados. Aquellos que nos desvivimos por este deporte sufrimos las consecuencias del B¨¦lgica-Espa?a como si nos hubiesen arrancado algo de dentro. En Bruselas, en caliente, algunos protagonistas me hablaban de eso, del dolor, de la rabia, pero sobre todo de c¨®mo se ech¨® por tierra todo en lo que cre¨ªan. "Hoy pierde el rugby, me duele mi deporte". Vayamos por partes, y empecemos por el final. Un paquete de jugadores espa?oles rodeando a Iordachescu es una imagen vergonzosa. Injustificada. Y al que empuj¨® a Iordachescu (que al menos uno hubo), al que le toc¨® e incluso si hubo amenazas, les debe caer un castigo importante a modo de sanci¨®n ejemplarizante. Y me da lo mismo que lleve el Le¨®n bordado en el pecho. Por mucho que sintiese que el rumano les (nos) pudo robar.
Fue vergonzoso. Como tambi¨¦n la sensaci¨®n de amateurismo que transmite Rugby Europe permitiendo que Iordachescu pite ese encuentro y desoyendo la petici¨®n de Espa?a un mes antes. Era evitable. ?La actitud del ¨¢rbitro? Fallos, muchos, demasiados, descontrolados por momentos e indefendible... ?premeditados? No estoy en su cabeza. Pero no justifica lo que pas¨® al final. Espero que el recurso de la FER prospere y que World Rugby se remangue y meta las manos en el asunto. Tengo poca esperanza en que se repita el partido, pero entiendo que, en este caso y de forma excepcional que incluso podr¨ªa provocar un precedente ¨²nico, merece como m¨ªnimo que se medite esa opci¨®n. Eso en cuanto a la repecursi¨®n deportiva, pero ?y la otra, la social? Se nos ha llenado la boca a 'los del rugby' con lo del discurso de los valores y ahora, aunque fueran menos de los que la gente cree, por todos aquellos que sobreexplotaron la comparaci¨®n con el f¨²tbol e incluso miraron por encima del hombro al resto de deportes (especialmente al balompi¨¦), toca poner la cara y aguantar las bofetadas que nos caigan. Ni antes ¨¦ramos tan ejemplares ni ahora tan perversos. Pero el hombre es esclavo de sus palabras y due?o de sus silencios. Lo dicho, a soportar el chaparr¨®n.