La caza no termina en el monte, acaba en el plato
En estas fechas Navidade?as tan propicias para disfrutar de los amigos y familiares, qu¨¦ mejor forma de hacerlo que alrededor de una mesa.
Uno de los mayores placeres que hay en la vida es poder disfrutar de la cocina y no puedo dejar de escribir de la satisfacci¨®n que he sentido al poder deleitarme de una agradable comida con varios amigos.
Por poneros en antecedentes, estos amigos son urbanitas a m¨¢s no poder, de los que disfrutan al contrario que yo de pasear entre ruidos de coches y el duro asfalto. Como pod¨¦is imaginar de campo y de caza, poco saben.
Ten¨ªa claro cu¨¢l iba a ser mi jugada: quer¨ªa y necesitaba hacerles sentir lo que no pueden vivir en su mundo de edificios. Es por esto que decid¨ª prepararles un men¨² cien por cien cineg¨¦tico y, lo m¨¢s gracioso, sin decirles lo que iban a comer.
De entrantes opt¨¦ por unas chacinas de caza mayor. De primer plato, gazpacho manchego con liebre, perdiz, conejo y faisana, de plato principal, solomillo de ciervo con setas y alcachofas. Lo que disfrut¨¦ cocinando estos platos, como le pasa a muchos cazadores, es un placer a?adido a nuestra forma de vida.
Como en cualquier reuni¨®n de amigos que se preste todo discurre entre bromas y conversaciones alegres, pero en ning¨²n momento me dejaban de interrogar acerca de lo que hab¨ªa preparado para la ocasi¨®n.
En ese juego de preguntas, se me ocurri¨® un peque?o reto, y fue el de que se sentaran en la mesa con los ojos tapados y jugaran a intentar adivinar las viandas preparadas, privados del sentido de la vista, tan importante a la hora de elegir lo que comemos, y dejando que los sentidos del gusto y el olfato, hiciesen su funci¨®n.
Me sorprendieron gratamente al aceptar el reto, apostando entre ellos a que adivinaban lo que iban a comer. Pude escuchar cosas de lo m¨¢s dispares. A la vez iban mezclando sus comentarios con alabanzas de los platos que sus paladares degustaban: su textura, sus sabores, sus olores... Sin dar cr¨¦dito a las ingentes cantidades de pan que iban mojando en las salsas.
Lo que para ello era un juego gastron¨®mico, para m¨ª, era mucho m¨¢s. Eran eternos recuerdos de mis lances cineg¨¦ticos de cada animal que hab¨ªa cocinado ese d¨ªa. Cada comentario que hac¨ªan ensalzando los sabores, para m¨ª significaban una parte m¨¢s del respeto al animal que en jornadas en el campo hab¨ªa arrebatado la vida. En cada momento, estos sentimientos me volv¨ªan a llevar a mi amado monte.
Lleg¨® el momento de quitarse la venda de los ojos y descubrir su reacci¨®n al saber lo que hab¨ªan comido.
Mis amigos respetan mi afici¨®n y mi forma de entender la caza, pero nunca antes hab¨ªamos debatido sobre ello.
Sus opiniones fueron muy dispares, eso s¨ª, siempre desde la educaci¨®n y respeto sobre un tema que, en muchos casos, no llegaban a entender. Desde los que no comprend¨ªan la actividad cineg¨¦tica pero pensaban que eran necesaria, a otros que no pod¨ªan entender c¨®mo pod¨ªamos abatir a "Bambi", con lo tierno y dulce que era cuando hablaba (?cu¨¢nto da?o nos ha hecho Disney!).
La conversaci¨®n transcurri¨® no sin pol¨¦mica y, claro est¨¢, como no pod¨ªa ser de otra forma, con argumentos como el de que la necesidad de alimentarse est¨¢ cubierta con los mataderos de carne, de una manera menos cruel que la caza.
Quise desvelarles lo que hab¨ªan comido y tanto les hab¨ªa gustado, mostr¨¢ndoles fotos de cada pieza de caza que hab¨ªan consumido. Entre risas y alg¨²n insulto cari?oso, cada uno de mis amigos se tuvo que rendir a la evidencia:
la calidad y el sabor de la carne de caza es muy dif¨ªcil de igualar.
Seguramente no haya conseguido que ninguno de ellos quiera participar o saber m¨¢s sobre la caza, pero cada vez que acudan a un restaurante y lean en su carta un plato cineg¨¦tico no dudar¨¢n en probarlo.
Por ello, os animo a que compart¨¢is vuestros manjares con personas que no sean de nuestro circulo cineg¨¦tico; con ello conseguiremos que nos comprendan un poquito m¨¢s. Y por supuesto, hacerles saber de las propiedades y beneficios que tiene la carne de caza: la carne silvestre es menos grasa y m¨¢s abundante en prote¨ªnas que la procedente de animales criados como pueda ser el cerdo, el conejo o el pollo.
Adem¨¢s, la carne de caza carece de productos qu¨ªmicos desarrollados en un laboratorio: hormonales, vacunas y otros f¨¢rmacos, al contrario de lo que sucede con los animales de abasto.
Para lo que a la gran mayor¨ªa de las personas es alimentarse, para muchos de nosotros, poder cocinar y comer nuestras piezas abatidas es seguir cazando, seguir disfrutando del monte y de los regalos que nos ofrece nuestra naturaleza. Mostrando adem¨¢s el m¨¢ximo respeto al animal.