Ben Johnson, Carl Lewis y la carrera maldita de Se¨²l
Sucedió el 24 de septiembre de 1988. Final de los 100 metros de los Juegos Olímpicos de Seúl, una especialidad en la que compitieron 102 velocistas de 69 países. El viento soplaba a una velocidad de un metro a favor. La carrera más esperada. La carrera del siglo, se la calificó. Y lo fue, aunque muy poco después se convirtió en una carrera maldita.
Venció el canadiense de origen jamaicano Ben Johnson, apodado Big Ben por su impresionante aspecto. Y lo hizo con un tiempo de 9.79, que rebajaba en cuatro centésimas de segundo el récord que el mismo Ben tenía desde el año anterior, en los Campeonatos Mundiales de Roma, en los que venció con 9.83. Esos 9.79 conmocionaron los pilares del atletismo. Eran una marca estratosférica, pero Ben Johnson dio positivo, se le retiró el título olímpico y se anuló su marca. El campeón pasó a ser Carl Lewis, con récord de Estados Unidos. La plata fue para el poderoso británico Linford Christie (9.97) y el bronce para el norteamericano Calvin Smith (9.99).
Canadá pasó de presumir de Ben Johnson a considerarlo una desgracia y a recordar, curiosamente, que había nacido en Jamaica. Un distanciamiento improcedente, en mi opinión, ya que si fue un héroe canadiense, cuando se convirtió en villano también debía ser un villano canadiense.
El gobierno del país norteamericano abrió en diciembre una investigación exhaustiva y se creó la Comisión Dubin, que lleva el nombre del juez que la presidió, Charles Dubin. Ocho meses de trabajo, cien testigos. El entrenador de Johnson, Charlie Francis, aseguró que le había dopado masiva y continuamente, y el doctor Jamie Astaphan ratificó esa declaración. El mismo Ben aseguró entre sollozos que se dopaba desde siempre. La IAAF tomó nota y anuló sus resultados de los Mundiales de Roma de 1987, en los que también batió el récord, esta vez con 9.83. Con Carl Lewis como víctima.
El Informe Dubin, de 638 páginas, que recogía las conclusiones de este proceso, recomendó dar una segunda oportunidad al atleta (la tuvo, pero volvió a dar positivo, en dos ocasiones más) y recomendó incrementar sustancialmente los controles antidopaje fuera de competición.
Ese Informe Dubin fue el embrión de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y el año 1988 marcó un punto de inflexión en la lucha contra el consumo de sustancias prohibidas en todo el deporte mundial, aunque en unas especialidades deportivas más que en otras. En atletismo cayó espectacularmente el número de récords mundiales que se batían, por ejemplo, lo que indica claramente que una parte importante de la élite mundial de aquellos momentos utilizaba sustancias prohibidas de forma masiva.
El dato es significativo: se pasó de 20 plusmarcas en 1988 a cinco en 1989. En el primer año se batieron once récords femeninos, en el segundo, ninguno.
Una vez anulados los resultados de Johnson en los Mundiales de Roma 1987, Carl Lewis pasó a ser plusmarquista mundial con aquellos 9.92. La sucesión de plusmarcas mundiales desde que el estadounidense Jim Hines bajó por primera vez de 10.00 con cronometraje automático queda así:
9.95 Jim Hines (Usa). México, 14 de octubre de 1968
9.93 Calvin Smith (Usa). Colorado Springs, 3 de julio de 1983
9.93 Carl Lewis (Usa). Roma, 30 de agosto de 1987 (*)
9.92 Carl Lewis (Usa). Seúl, 24 de septiembre de 1988 (*)
(*): Tras la descalificación de Ben Johnson.
Y este fue el resultado de la final olímpica de los 100 metros de los Juegos de Seúl 1988:
-. Ben Johnson (Can), descalificado (9.79)