Alonso, Indian¨¢polis 500 y unos huevos Benedictine
Llueve en Indian¨¢polis. Las calles del centro de la ciudad aparecen como un decorado casi vac¨ªas en la noche del Memorial Day, apenas unos cuantos vagabundos refugiados en la esquina del hist¨®rico hotel Severin y un par de coches de Polic¨ªa apostados junto al restaurante Ram. Incluso el St. Elmo est¨¢ cerrado por la celebraci¨®n. Finalmente puedo cenar un fillet mignon en el Harry&Izzy?s, el camarero trae agua mineral y al verme leyendo el AS con avidez en mi Ipad, con cierta verg¨¹enza, me pregunta: ?Es usted espa?ol? ?Conoce a Alonso?
Mark es nieto e hijo de aficionados a las 500 Millas y no se lo pierde desde los seis a?os cuando su padre le llev¨® por primera vez. En esta ocasi¨®n quer¨ªa que ganara Alonso, m¨¢s a¨²n despu¨¦s de ver l¨ªder al asturiano, el mismo que a esas horas recib¨ªa el premio al mejor debutante no sin cierta pol¨¦mica. Ha sido la ¨²nica errata del texto. Porque todo lo dem¨¢s ha salido perfecto, m¨¢s all¨¢ de ese motor maldito que quiso seguir con una costumbre terrible. Los japoneses siempre han sido muy de tradiciones, aunque Sato ganara con un Honda. Pero Alonso, sobre todo y ante todo, ha vuelto a vivir sensaciones casi olvidadas y nos ha hecho sentir, volver a estar orgullosos de un deportista ¨²nico que ha sido capaz de conseguir logros inexplicables para un espa?ol y que ahora ha podido convertirse en protagonista de una de las carreras m¨¢s incre¨ªbles del planeta.
O la que m¨¢s. Por mi trabajo he tenido el privilegio de ir a muchos grandes premios del Mundial de F1, a las 24 Horas de Le Mans, el Dakar, rallys del campeonato del mundo y carreras de MotoGP¡ nunca viv¨ª algo semejante a las 500 Millas de Indian¨¢polis. Una carrera que es mucho m¨¢s que unos t¨ªos dando vueltas a un ¨®valo, un aut¨¦ntico espect¨¢culo desde el mismo momento en que pisas el circuito, con cientos de voluntarios ayudando, cientos de miles de aficionados viviendo el momento con intensidad y emoci¨®n, leyendas del automovilismo, el desfile por las calles de la ciudad con bandas, globos gigantes, coches americanos descapotables, el himno americano¡ y unos pilotos jug¨¢ndose la vida a casi cuatrocientos kil¨®metros por hora. Descubr¨ª a Oriol Servi¨¢ en su casa, en su vida americana, en su momento y luchando por ganar, caminando por este asfalto como si fuera suyo. Un gran piloto, una persona que ha sabido vivir su vida sin esperar que el tiempo le lleve por un camino que no eliges. Merece todo.
En cuanto a Alonso, falt¨® la victoria, pero tuvimos la emoci¨®n. Creo firmemente que Fernando habr¨ªa ganado de no romper el motor, ten¨ªa esa sensaci¨®n. Hay una cosa que me sucede: nunca pasa lo que me imagino. Nunca. Pero no imaginaba que el genio astur lograra el trofeo, aunque s¨ª sab¨ªa que iba a ganar. A su manera quiz¨¢, pero se va de aqu¨ª con victoria. Una pena no ganar la carrera porque era el momento, el a?o, otra vez ya no ser¨¢ igual.
Ahora regreso a la F¨®rmula 1, pero eso ser¨¢ en Canad¨¢, Montreal, otro lugar incre¨ªble, antes espera Nueva York. Seguiremos volando, a veces sin movernos del suelo. Me voy de esta ciudad con la emoci¨®n de sentir los coches pasar a mi lado como balas en el circuito m¨¢s grande del mundo y un espa?ol, un loco asturiano genial volviendo a regalar la emoci¨®n y el orgullo de un t¨ªo que es capaz de ¡®echarle huevos¡¯ a la vida. Quiz¨¢ ah¨ª est¨¦ la clave de todo. En ser valiente. As¨ª siempre ganas... aunque se rompa el motor en el intento. Aunque este por ah¨ª Bourdais, todos tenemos uno. Pero hay que vivir, no dejar pasar la vida. Las carreras no son sino una met¨¢fora de la existencia. Al final, para cenar, tambi¨¦n ped¨ª unos huevos benedictine. "Son t¨ªpicos de aqu¨ª", me dijo el camarero. Huevos. L¨®gico. Ha parado de llover.