¡°Canto m¨¢is me critican...¡±
EI ¡°Canto m¨¢is me critican, m¨¢is presidente me fan¡¯ repet¨ªa Abel Caballero en el viejo Cine Victoria de Pontevedra mientras se se?alaba los hombros con los pulgares como ahora hacen los jugadores de f¨²tbol. Era el cierre electoral de las auton¨®micas de 1997, y la prensa hab¨ªa puesto en duda sus dotes oratorias y el dise?o de su campa?a. Fraga, Beiras y ¨¦l compet¨ªan por la presidencia de la Xunta. Fue su primera y ¨²ltima intentona. Qued¨® tercero. Fraga era imbatible y con Beiras el BNG protagoniz¨® el sorpasso sobre el PSOE. Parec¨ªa el fin de su carrera pol¨ªtica.
Abel Caballero, economista acabado de forjar en Cambridge, era una de las promesas del socialismo gallego, hu¨¦rfano de l¨ªderes cuando Felipe Gonz¨¢lez lo llam¨® para hacerse cargo del ministerio de transportes en la remodelaci¨®n de su primer gabinete. Apenas se ten¨ªan datos personales de ¨¦l. Eran los a?os en los que con el Deportivo en Segunda y el Celta instalado en el ascensor de la Liga, Galicia viv¨ªa en el desarraigo futbol¨ªstico, con el Madrid como dominador absoluto de sus afectos. Fern¨¢ndez Trigo presum¨ªa de que cuando iban a jugar el Teresa Herrera ten¨ªan m¨¢s seguidores en Riazor que el propio Depor. En alguna publicaci¨®n se coment¨® entonces que el nuevo ministro ten¨ªa querencia por el Bar?a, algo que nadie ha demostrado ni ¨¦l ha confirmado. ¡°Tendr¨¦ que hablar con Felipe¡±, dijo medio en broma y con bastante suficiencia Ram¨®n Mendoza, que iniciaba su reinado triunfal. Galicia como met¨¢fora de un feudo.
Tras su traspi¨¦s en las auton¨®micas su nombre cay¨® en un semiolvido, del que lo rescat¨® Emilio P¨¦rez Touri?o, que s¨ª conseguir¨ªa alcanzar la presidencia de la Xunta. Desde la plataforma del Puerto de Vigo salt¨® al Ayuntamiento. Con el apoyo del BNG y casi en foto finish arrebat¨® al PP la alcald¨ªa tras un debate en TVE que tuve la fortuna de moderar. ¡®Soy alcalde gracias a ti¡¯, me dijo en alguna ocasi¨®n cuando nos hemos cruzado por la calle.
Y en la alcald¨ªa su olfato ya no le fall¨®. Supo interpretar lo que quer¨ªan sus paisanos, un perfil muy de tono localista y autoritario, al modo de Francisco V¨¢zquez en A Coru?a. Se enfrent¨® a la Xunta de Feij¨®o al posicionarse contra la fusi¨®n de las Caixas y del modelo sanitario. El tiempo y la ciudadan¨ªa le dieron la raz¨®n. 200.000 personas, casi el 75 por ciento de la ciudad, salieron a la calle en manifestaci¨®n con ¨¦l al frente para defender el hospital p¨²blico. En las siguientes elecciones arras¨® y arrebat¨® por primera vez al PP la Diputaci¨®n de Pontevedra, donde Rajoy empez¨® en pol¨ªtica.
Pero con el tiempo, su gesto, sus modos y sus declaraciones se fueron convirtiendo en hoscos y muchas veces inaceptables, casi en modo forofo ¡®on fire¡¯, como cuando hace unas semanas le pidieron un pron¨®stico para el 2017. ¡®Ser¨¢ un buen a?o, el Celta en Champions y el Coru?a no¡¯, dijo sin asomo de rubor. Una faltada sin sentido hasta en la denominaci¨®n del equipo deportivista. Es como si el alcalde de San Sebasti¨¢n dijese lo mismo del ¡®Bilbao¡¯ y sin citar al Athletic.
Hace poco inici¨® otra guerra, el asunto de la capitalidad, y eso s¨ª que es traspasar todas las l¨ªneas rojas, que es la ¨²nica vitola que nos queda a los de Pontevedra tras haber perdido el calado de la R¨ªa en el XIX. Incluso manifest¨® despectivamente que el Pontevedra no merec¨ªa el nuevo estadio de Pasar¨®n porque nadie iba a verlo. Colgu¨¦ un tuit desde las propias gradas cuando me enter¨¦: ¡°Abel. Nos vemos en el Puente de Rande: elige armas y padrino¡±. A¨²n me sigue saludando por la calle. Cree que iba en broma.
Pero esas sobradas inaceptables e innecesarias que le hacen tan antip¨¢tico fuera de Vigo se han borrado como se borra un tuit por la torpeza del Real Madrid. Las piezas de la cubierta de la Grada de R¨ªo eran como cuchillas afiladas de varios metros que volaban sin direcci¨®n con el viento. Ni siquiera hac¨ªa falta que alcanzasen una yugular o una femoral. Por eso la decisi¨®n de suspender el partido propuesta por los t¨¦cnicos municipales y ratificada por el alcalde era la ¨²nica posible en medio de un temporal. Las presiones sufridas desde el palco del Bernab¨¦u sonaban a imposici¨®n intolerable, a otro acto de feudalismo sobre los vasallos del noroeste.
Esa visi¨®n de tono neocolonial y los modos faltones utilizados por ciertos medios han hecho que ya no s¨®lo Vigo, sino gran parte de Galicia, incluyendo tambi¨¦n a Pontevedra y A Coru?a, se hayan puesto del lado de Caballero, que frot¨¢ndose las manos debe estar recordando su frase del cine Victoria: ¡®Canto m¨¢is me critican, m¨¢is alcalde me fan¡¯.