Una medalla que vale por tres
Hay medallas que valen por tres y momentos que perdurar¨¢n para toda una vida. Eso es lo que supuso el bronce que consigui¨® Lydia Valent¨ªn en el pabell¨®n de Riocentro, el pasado 12 de agosto. Las medallas de Pek¨ªn 2008 (plata) y Londres 2012 (oro) no le dieron la satisfacci¨®n de vivirlas in situ, ni tampoco el orgullo de subirse al podio, castigada por la farsa en la que se convirti¨® la competici¨®n a causa de sus rivales dopadas. Pero esa tarde, con los ¨¢nimos de sus familiares y amigos bercianos en la grada del pabell¨®n, Lydia s¨ª logr¨® colgarse esa medalla y dejar una imagen para la posteridad: su cabeza torcida hacia un costado, sus manos dibujando un coraz¨®n y esa sonrisa que le caracteriza, justo despu¨¦s de levantar la barra en un hom¨¦rico esfuerzo en la rutina de dos tiempos.
Lydia quer¨ªa la medalla, y eso le llev¨® a tener una estrategia conservadora. Pudo ser plata, pero seis meses antes de la cita brasile?a no sab¨ªa incluso si podr¨ªa ir a R¨ªo, lastrada por unas lesiones que no le dejaban mostrar su potencial. Aquella tarde (noche en Espa?a) dej¨® dos im¨¢genes: la bestialidad que levant¨® la coreana Sin Ring Jun (282 kg) y la alegr¨ªa de Lydia, sin duda el alma de la fiesta en la zona mixta. Una alegr¨ªa y un momento que le valieron para saborear el ¨¦xito.